lunes, 29 de marzo de 2010

Poemas de Rilke, Ramón Peralta, Juan Gelabert, Thomas Kling y Puro Tejada

Estimados lectores,

Con esta publicación concluimos la serie de los poetas invitados. Espero que haya sido de sus más inconmensurables agrados para el disfrute del arte de la palabra. En las próximas publicaciones esporádicas que haremos habrá agua que beber con nuestros textos y otras incidencias que sean motivo del arte.

¡Saludos siempre sinceros!

Augusto Bueno




Rainer María Rilke

Un día tomé entre mis manos...

Un día tomé entre mis manos
tu rostro. Sobre él caía la luna.
El más increíble de los objetos
sumergido bajo el llanto.
Como algo solícito, que existe en silencio,
tenía que durar casi como una cosa.
y con todo nada había en la fría noche
que más infinitamente se me escapara.
Oh, porque desembocamos en estos lugares,
se apresuran hacia la pequeña superficie
todas las ondas de nuestro corazón,
voluptuosidad y desfallecimiento,
y al fin, ¿a quién ofrecemos todo esto?
Ay, al extraño, que nos ha malentendido,
ay, a aquel otro, que nunca hemos encontrado,
a aquellos siervos, que nos han maniatado,
a los vientos de primavera, que se han desvanecido,
ya la quietud, la perdedora.


Sepulcro de una muchacha joven

Lo recordamos todavía. Es como si todo esto
tuviera que ser una vez más.
Como un árbol en la costa de los limones
llevabas tus pequeños pechos leves
hacia adentro del murmullo de su sangre
de aquel dios.
Y era tan esbelto
fugitivo, el que mima a las mujeres.
Dulce y ardiente, cálido como tu pensamiento,
cubriendo con su sombra tu flanco juvenil
e inclinado como tus cejas.


Por ti, para que tú un día llegaras...

Por ti, para que tú un día llegaras,
¿no respiraba yo a media noche
el flujo que ascendía de las noches?
Porque esperaba, con magnificencias
casi inagotables, saciar tu rostro
cuando reposó una vez contra el mío
en infinita suposición.
Silencioso se hizo espacio en mis rasgos;
para responder a tu gran mirada
se espejaba, se ahondaba mi sangre.
¡Qué expresión fue sembrada en mi interior
para que, cuando crece tu sonrisa,
proyecte sobre ti espacio cósmico!
Pero tú no vienes, o vienes demasiado tarde.
Precipitaros, ángeles, sobre este
linar azul. ¡Segad, segad, oh ángeles!


Ofrenda

¡Oh, cómo florece mi cuerpo, desde cada vena,
con más aroma, desde que te reconozco!
Mira, ando más esbelto y más derecho,
y tú tan sólo esperas... ¿pero quién eres tú?

Mira; yo siento cómo distancio,
cómo pierdo lo antiguo, hoja tras hoja.
Sólo tu sonrisa permanece como muchas estrellas
sobre ti, y pronto también sobre mí.

A todo aquello que a través de mi infancia
sin nombre aún refulge, como el agua,
le voy a dar tu nombre en el altar
que está encendido de tu pelo
y rodeado, leve, con tus pechos.


Der Panther

Su mirada se ha cansado de tanto observar
esos barrotes ante sí, en desfile incesante,
que nada más podría entrar ya en ella.
Le parece que sólo hay miles de barrotes
y que detrás de ellos ningún mundo existe.

Mientras avanza dibujando una y otra vez
con sus pisadas círculos estrechos,
el movimiento de sus patas hábiles y suaves
va mostrando una rotunda danza,
en torno a un centro en el que sigue alerta
una imponente voluntad.

Sólo a veces, permite en silencio, la apertura
de los cortinajes que ocultaban sus pupilas;
y cruza una imagen hacia adentro,
se desliza a través de los tensos músculos
cae en su corazón, se desvanece y muere.

 

 
 
Ramón Peralta

prólogo

si estas líneas empiezan otras líneas que nunca han sido dichas,
realmente, comienza la poesía
si estas líneas no dicen un después, si no saben abrir,
han sido sólo un juego, una vieja mentira
entonces, el olvido —toda la indiferencia— han de ser el único
trofeo que han ganado.


eternidad del misterio
(hay una dicha en el espanto que todas las cosas tienen)

y un día uno entra a la casa y cree haber perdido la duda
y el amor y el idioma al fin conocen su jaula
y el misterio se convierte en otra siempre rutina
y el laberinto termina como un juguete sin magia
satisfecho poro en tinieblas (porque ya no hay espanto)
uno mira sin horror lo definido
y nacen la paz y el tedio de creer que ya todo está dicho
pero pronto un miedo nuevo nos devuelve hacia lo incierto
ya no cabe el misterio en el nombre que le dimos
y uno vuelve a tejerle otra medida al misterio
y con certeza uno palpa la palabra que lo encierra
y otra vez surge el silencio que jamás ha dicho nada
pero pronto uno descubre que ha sido vano el lenguaje
que la casa es otra casa cada vez que siente un hombre
porque más crece el misterio cuanto más intenta uno
detenerlo en la palabra.


círculo

sólo el círculo ha encontrado de frente la cara de su espalda
ha derribado el enigma de la sombra,
únicamente el círculo conoce su destino de memoria
únicamente el círculo nos envuelve en su viaje
para suicidarnos en cada encuentro consigo,
únicamente el círculo hace posible la vida
sólo el círculo no puede escapar de sus redes
sólo el círculo muere con nosotros para siempre


fertilidad

tu vientre la escalera que de repente no acaba
subo por tu vientre y me convierto en tus senos
tus senos la escalera por donde subo al recuerdo
el recuerdo la escalera que es tu vientre
tu vientre la escalera por donde subo hasta mí


horizonte

cada vez que salgo dejo en el sillón mi foto
(lo que en ese instante soy)
entonces, ya en la calle mi carne se abre hacia su fin
y una voz que es sólo ruido en mi voz comienza a hablar
hasta que lo incierto abarca de pronto todo mi nombre
pero a pesar de todo, mi carne puede volver
y abro, entonces, la puerta y veo sobre el sillón
la foto de un hombre extraño
que me pregunta siempre: pero, ¿quién eres tú?


eternidad del amor

contigo empiezo a darme un beso en lo imposible
a chocarme los extremos en mi locura
contigo empiezo a ser no sólo piedra, cloaca, flor
empiezo a ser las mil contradicciones que surgen en el punto
lectura de mi carne aún sin alfabeto
sabio que descubre la otra rima de asesino y destino
contigo empiezo a ver la muerte como un sueño sin ojos todavía
a no encontrarle metro a la soledad y la risa
contigo empiezo a ser lo nunca
contigo empiezo a no empezar.


la copa

entonces uno toma la copa, la llena, la bebe y nace ella
y como ella no puede sostenerse en la memoria de nadie
uno vuelve, toma la copa, la llena, le bebe para que ella vuelva
y como ella no puede quedarse a esperar la muerte
una vez más, uno toma la copa, la llena, la bebe y ella regresa
y ríe y hasta habla del dolor
y como a ella le aterra lo mismo, se burla del tedio,
entonces uno quisiera tomar la copa,
llenarla, beberla para ver qué continúa
pero la copa no puede seguir sin contenido
entonces uno comprende que ella muere en el vacío


otra aritmética
(tal vez lo impuro empiece en la razón)

veinte es el número más largo que ahora existe
naciendo de la lluvia que brota de un delirio
empezando a volar en donde todo acaba
veinte, el misterio que una frase devuelve a mi carne ya ida
—¿Como cuánto me quieres? —como veinte


cierto día

de repente este día ha perdido su nombre
era lunes ayer, pero sé que hoy no es martes,
mis manos son ahora un espanto en mi carne
y ese siempre sin fin ahora deja de ser
cada cosa ya es solamente misterio
esta palabra agua nunca ayer la bebí
este día es la puerta, por fin, sin dibujar
este día termina si es que encuentra su nombre


eternidad de la flor

no ha dejado de ser la flor al marchitarse
aun siendo engullida para surgir otro azar
y puesta desde siempre entre dos hojas de amor,
ausente de perfume la flor crea un dibujo
y su lejos color piensa una mariposa,
no espera resurrección, idea vana,
la flor se sabe eterna y continúa naciendo


eternidad del vaso

el vaso cae y corre hacia un suelo mortal
la mano que lo pierde ignora qué cosa piensa
importa nada ahora si es leche o alcohol quien dibuja su cuerpo
el vaso se ha visto —abajo— roto en veintiún pedazos
—la muerte debe ser una gran dispersión—
el vaso sueña la mano y a sus dedos vuelve a atarse
equipara suelo y mano y todavía es eterno


biografía del olvido

no hubiese muerto sales si al menos hubiese recordado
que entre el agua y el fuego la muerte pesa lo mismo
sólo cuando olvidaba la lluvia su piel se humedecía
entre tanto fuego sólo podía quemarse cuando ignoraba las llamas,
sales murió (ahogado) a los 14 años de un sábado sin fin
no porque ese fuera algún deseo de dios
sino porque olvidó que el agua, a pesar de su milagro,
esconde bajo su transparencia un asesino de una memoria terrible


voces

una culebra escribe culebra con su cuerpo y se termina
su epitafio es el nombre que sólo su voz descifra
garabato de muerte, aureola del asco, el hombre supone
porque el hombre sólo cree en la escritura que inventa
la culebra se termina con su última palabra
todo su horror y juguete en su nombre queda atado
el hombre ignora lo que escribe una culebra con culebra
porque aún sólo descubre su escritura en el espejo
















POEMAS 
JUAN GELABERT 

Revelación de la carne


Anoche soñé lanzando trozos de espadas sobre ti y fue cuando quise depositar la sabiduría que una vez busqué copulando contigo y no me fue posible, fui exiliado. Pasando el tiempo traté de buscarte en otras latitudes. Nunca pensé que el silencio no había sido el silencio, sino que era origen de la música. Devorando las horas luché por ser heraldo; pero en el asfalto vi tu piel y en mi asombro tu carne se transformó en un libro. Al abrirlo observé tu historia, lo onírico escapando del cosmos, la paráfrasis del placer. Hojas en blanco. Al final veo que vas al patíbulo, al paredón del destino, donde se interfiere el sueño. Donde por necesidad te enfrentas cara a cara con la noche para ver tu desfigurado espejo. Tu débil rostro purgado de ángeles y demonios infectados por el desastre de la guerra. Sin haber lanzado una sola piedra. Sé que es necesario que te veas por dentro, quizás esté vacía tu casa, o se encuentren trincheras de luto o muchos ojos cegados o tu alma desconsolada.


Tres

Sueño azul

Estás parado frente al mar
mira hacia atrás
y ya no eres sal
ya no eres hombre
ya no eres mujer
pero te petrificas.
Las imágenes postmodernas
centellean en tu adentro.
Te asusta
porque ese ventanal
que decías mirar
y por donde pensabas escapar
hoy es un muro de silencio,
un graffiti torquemado.
Árbol seco, espacio privado.
Oyes un finísimo canto de cabezas
de perros que huyen de la ciudad
su hozar lame la memoria.
No estás solo
otros también quieren irse.


La ciudad

Hoy la ciudad se ha despertado con rostro de angustias en sus hombres, la hiriente mirada se desliza por el tormentoso color de la sangre. Por los callejones del insomnio se pasea el tirano. Ah la ciudad, sus noches, sus días, sus hombres. Sus mártires y sus risas orgiásticas. Es que mañana será de noche en pleno día. Qué dirá la multitud frente al cadáver del poeta. Se irá en silencio porque el espejismo del dolor lo llevan a cuestas.


La ciudad, un jueves desmemoriado

No podemos entrar aquí sin escribir un poema que nos endulce o nos amargue la vida. Anoche desde el techo de la catedral vimos a la multitud rezando en cada calle, una muchacha que llora, un muchacho que le roba. Ay la ciudad, sus muertos, sus ladrones, sus puntos de drogas en cada barrio. Sus piperas vendiendo sexo, sus hombres que se aprovechan. Sus tecatos que se creen poetas benefactores de la patria. Los vecinos que murmuran y todo lo asechan. El militar que da ese golpe duro en el cráneo, el muchacho que muere con una pistola en la mano. La ciudad, su silencio.


Al atardecer, la muchacha

La muchacha ha tomado el mar en sus manos, se bebe toda la angustia y los pedazos de cuerpos de los que han muerto en yola. Huele a pez y es tormenta en reposo y son sus senos caídos, y es todo el hombre y es toda mujer amamantando. Se ha despertado sin saber que sus pies lloran como niños sin consuelo, ánfora sin fondo, paisaje del odio.

 
 
 
Thomas Kling

El inicio de la guerra: Acteón 1, a la manera de Pound

(para Ute Langanky)


Una imagen del Leteo
y de los campos
llenos de luces sin brillo,
aunque dorados,
acantilados grises,
y bajo ellos
un mar
más rígido que el granito,
intranquilo, jamás resignado;
altorrelieves
de los rostros divinos
profetizan peligros;
y uno dijo:
"Ese es Acteón."
¡Acteón, de los arneses de oro!
Sobre praderas luminosas,
sobre el elevado rostro de este campo,
intranquilo, en constante movimiento,
ejércitos de un antiguo pueblo,
el séquito mudo.

En Aleman:

Kriegsbeginn: Actaeon 1, Nach Pound

(für Ute Langanky)

Ein bild der Lethe,
und den feldern
Voll stumpfen lichts,
doch golden,
Graue kliffs,
und unter ihnen
Ein meer
Strenger als granit,
unruhig, niemals aufgebend;
Hohe gestalten
mit den gesten von göttern,
Gefährliche aussichten;
Und einer sagte:
»Das ist Actaeon.«
Actaeon mit den beinschienen von gold!
Über helle wiesen,
Übers überlegene gesicht dieses felds,
Unruhig, immer in bewegung,
Heere eines antiken volks,
Das stumme gefolge.



   
 
 
Puro Tejada M.

BRUJULA ÍNTIMA

A Tony de los Santos

Esta no es mi casa:
llévenme al mar.
Allí llegaré entre la costa
y el sueño a mi hogar,
donde aún Rufa teje
los hilos que soportan la vida
y mis niños corren
contra el inmenso azul.

Estos que se dicen mis hijos
me juran que estas paredes son mi casa
éste mi espacio, mi tiempo justo.
No lograrán engañarme.
Soy Pancho y ordeno:
llévenme al mar
allá donde no me acosen el olvido ni la vida
donde tiendo puentes a la noche
allá donde siempre fui feliz.


HURACAN

Hay un huracán en mi corazón:
sacude mis cimientos
mis huesos, mi sangre.

Justo cuando intenta
salir por mi piel
es detenido por estas
cuatro estancias de cordura.

Algún día vendrá
-seguro que en otras tierras-
donde mi huracán salga
y devore las cosas nombradas.


ETERNO PRESENTE

A Henri Ewaskio

Aquí
entrelazadas las manos
Queda despierta las
madejas del tiempo.
Hay en su voz
una oculta llamada de siglos
una verdad desconocida pero cierta.

Qué pasará mañana, le consulto
-su mirada antigua me traspasa-
y en su español alargado me dice:
*mañana es jueves*
y me pregunto entonces
cuál es el sentido, cuál la canción
cuál el poder de estas manos
que niegan lo imposible
cuando se toman.


POEMA INCONCLUSO

A Luly

Temo por el pez que se oculta
en las suaves ondas de tus ojos:
aquel pez que supo
con dentelladas terribles
disponer de mi abierto corazón.


NINFA MALDITA

Soy Kalent, me dijo
y se desnudó de la ropa y la mentira.
Se vió de niña soñando
ser acunada por la luz,
ser una y ser tantas
sobre esas tablas limpias y amargas.

Soy Kalent, me dijo
y se desnudó temprano del tedio,
boca de fuego y corazón de oro
amada hasta el dolor y la risa.

Soy Kalent, me dijo
nazco cada día
y vine para quedarme.

lunes, 22 de marzo de 2010

José Acosta, Chinua Achebe, Noé Zayas, T. S. Eliot y Stefan George

José Acosta
Y De Repente

(Aún hay un árbol en mi niñez
que siempre quise trepar)

Y de repente encontrar en mi memoria
el misterio de una puerta
que una vez no quise abrir.
Trasponerla y descubrir del otro lado
el otro destino que nunca tomé.
Verme, entonces, bajo la lluvia
de una ciudad desconocida
ignorando el amor de este perro
que silencioso sigue tras de mí.
Y sentir en mi inconsciente que esta calle
me conoce, y que, tras otra puerta que ahora
me detiene frente a sí, pueden estar
los objetos amados de otra casa mía
o el espanto de hallar de nuevo
la realidad del lugar donde siempre
he permanecido.


El Relámpago

El relámpago nace y no tiene tiempo
de recordarse a sí mismo.
Rasga el rostro del cielo, y no llega a comprender
que es la única herida de la nada.
¡Quién pudiera escalar
su esquelética forma de raíz
para mirar por sus rendijas
el escondite de Dios!


El Universo Resuena Como Llovizna...

El universo resuena como llovizna
sobre el agua,
imperceptible como el susurro de un árbol al crecer.
Estamos encerrados en una dimensión oscura;
la noche es la sombra de una pared lejana;
Dios vive del otro lado.
No te has preguntado ¿a quién le ladran
los perros?
¿Qué ven que tú no puedes descubrir con tu linterna?
Es al sonido de la eternidad,
al espacio que tú sólo conoces en sueños
y crees irreal.
Es a él mismo a quien el perro le ladra,
al ladrido que rebota al colisionar con la noche
y regresa irreconocible.
Es a ti a quien le ladran los perros,
a tu presencia que por tus pensamientos se desborda
llenando la Tierra de murmullos.


Madre, Si Te Dijera Que Estoy Cansado...

Madre, si te dijera que estoy cansado de vivir no me lo creerías. Yo no sé cómo te está yendo allá, adonde te fuiste aquel día, dejándonos a todos llorando. Aquí, lo mismo, y eso es lo triste. La casa que habitaste la está destruyendo el tiempo, y en el jardín, tus rosas se secaron para irse contigo. Ya nadie nos conoce en el barrio; la vecina murió, y el gato, y aquel señor que un día te amó y que fue en la tierra nuestro padre. No sé, madre, si llegan a ti mis oraciones y si algún día volveré a verte para contarte más sobre este mundo. Sólo espero que estés bien y que no sufras.

No temas cuando al ver tu brazo extendido junto a tu cuerpo no lo sientas ni lo reconozcas. Es que la vida se ha ido de allí, se ha alejado dedo a dedo como si apagaran las luces de sus sentidos. Entonces verás la oscuridad verdadera, la eternidad materializada en la insensible lejanía de tu mano muerta, en la fragmentada rosa de tus dedos. Querrás llamar lo que ahora roza la palma helada de tu mano, ese aceite que de otro modo lo hubieras percibido tibio y distante como la dubitativa presencia del amanecer. Querrás peregrinar en el espacio vacío donde crece la rudeza de un puño, o la caricia que rueda por la arena como un ahogado. Pero es tarde y ya todo comienza, la vida tiembla a la orilla de tu muerte, llena de lamentos infinitos, de ruidos que se gastan, de aromas que persisten más allá del susurro. Pero es tarde y ya en ti campea, perdurable, el abandono.

Fracasaremos, y hay pavor en decirlo abiertamente, porque en el fondo, aun en el último segundo de la vida, no lo creemos a ciencia cierta. Pero es inútil no admitirlo, gritarlo a viva voz: ¡fracasaremos! Hacia cualquier lugar de la dicha que vayamos, en el refugio del triunfo, donde nos coronan, detrás de los laureles, fracasaremos. Y no hay un arco azul que nos redima, una mano propicia al borde del abismo, o una simple oración llena de culpa. Incluso al final de la carrera, al romper la cinta de la meta, en la eternidad que cruza ante nosotros dejándonos pasar, fracasaremos, y esa es la verdad.

 
 
 
 
Chinua Achebe

MARIPOSA

*el original en inglés

La velocidad es la violencia
El poder es la violencia
El peso es la violencia
La mariposa en busca de seguridad ligereza
En ingravidez, ondulado vuelo
Pero en una encrucijada donde moteado luz
Las caídas de los árboles en un temerario nueva carretera
Nuestros territorios convergentes cumplir
Vengo repleto de potencia suficiente para dos
Y el suave mariposa ofrece
Sí mismo en sacrificio de color amarillo brillante

*Butterfly

Speed is violence
Power is violence
Weight is violence
The butterfly seeks safety in lightness
In weightless, undulating flight
But at a crossroads where mottled light
From trees falls on a brash new highway
Our convergent territories meet
I come power-packed enough for two
And the gentle butterfly offers
Itself in bright yellow sacrifice
Upon my hard silicon shield.


Conocer nos priva de maravilla

Si no hubiera destrozado
las túnicas temerosos de la noche primordial
para robar la fuerza, que instala los cuernos
en doghead y sembró la insurrección
durante la noche en el pico casero
de una gallina, había dado la razón no nos
garantía de ese día todos los días se rompa
y restablecer matriz del sol para desarmar
figuraciones fantásticas noche--
cada amanecer
sería guirnaldas en la puerta de la ciudad
y acompañado con tambores reales
a una fiesta estupenda
de un mundo asombrado.

Un día
después del paso de una tormenta de abril oscuro
las aves de éxtasis seguido los surcos
canciones de la siembra de amanecer cuando el tiempo de
ahora era pasado el mediodía, sus espumosos
toma nota de germinación encantamientos verde
todo el mundo para liberar al mundo
de la muerte Harmattan.

Pero para mí
la celebración es hacer creer;
el cambio clamoroso de la temporada
se oscurecerá las colinas de Nsukka
durante una hora o dos cuando se trata;
un huracán golpeó mi cielo--
y una canción de la liberación.



 
Noé Zayas
Malva

Huyo hacia ti, penetrante, asciendo hacia la muerte,
la ciudad que tú eres se vuelve un laberinto.
Tu vientre es esta fuente donde abrevo:
         azahar lloviendo sobre la desnudez de los amantes.
Nos quedamos dormidos.
    El agua corre en ti como granos de cristal en los cerezos:
somos dos cuerpos de piedras que resisten al tiempo y sus fatigas.

Y yo me quedo dundo, ahogado en tus ungüentos,
errando en tus seis pecas esféricas.
Consulto mi carta de rutas, busco a ciegas,
doy vuelta de tu ombligo a tu ombligo,
corro hacia tus pezones, ruedo hacia bajo y caigo en ti,
                                                                              embriagado...

Viajo en tu cuerpo.
¡Oh, espacio, dislocación,
madeja del tiempo en sus batallas,
muerte, incertidumbre,
nadie estará el día del descenso!
Sé que la ventana por donde miro
             (desolado rincón, páramo, polvo de carne y sangre)
puede ser tú,
y el mirar me ha hecho un hombre triste.

Ir al pozo (sin cántaro; cárcel del agua)dudar del paisaje que es la ventana,
luz, cuerpo tornasol de la navaja en la herida.
Y a una yarda más allá del límite (sin apresuramientos)
al niño que nos ofrece la rosa perfumada,se le dibuja, como un escarabajo de cristal, la pobreza
por diez pesos devaluados en sus trescientas veces menos.
Nos preguntamos si no será sólo un hueco.
La interrogante me deprime,
me hace llorar en sus bordes.
                                  Y si lloro en el interior de mi casa,
                                          ¿qué haré de su exterior...?
Si te desnudas, será nada la llovizna, su belleza
los horrores del paisaje escritos en la ventana.

-Estoy desnuda, atada a lo reluciente, al vaho de la noche, a su magia, a los embrujos de mi cuerpo; esa asombrosa cárcel que se confunde con mi yo.

Sé que me descubres torpemente rodando entre los cuartos,
me rozas suave como brizna de luz;
pero hay algo entorpeciendo el sueño:
                      una sombra,
                          un manto de oquedad,
                             un chorro bramando.

Despierto jadeando.

-Esta habitación es otra si estamos solos, los muros se vuelven imágenes, se transfiguran, tiembla mi espalda desnuda ante la levedad del aire, ante la sospecha de ser un grabado de Miguel Ángel o de Dalí rugiendo en los ocres de la tinta.

Oigo subir tu sangre tibia,
el vagido de mi boca disloca tus pezones,
                                   humedece tu sexo si lo palpo.

Te recoges en la sombra.
Caigo en tu cauce,
me estremezco, me voy muriendo en ti.
La ciudad es una perra herida en cuatro partes,
en las que nos perdemos huyendo como lobo solitario, sin manada.
La casa es un jardín floreciendo en tu tacto;
la vida, el mundo, la gente nos premia con su olvido.
Y el ciego de ayer insiste otra vez en tocar a la puerta
de esa casa del rosal donde ya no vive nadie,
en la que tú y yo jugamos a escondernos.
Su perro, también ciego (vigía inconsolable), le es fiel.
Así logra atravesar el jardín
caminando sobre la ceniza de sus sueños.

-¡Ea! -dice- vengo del Sur. Corro entre rudas visiones y bullicios, un rostro de muchacha (casi feliz de verme) se deshace entre la multitud de rostros. ¿Quién habrá herido la ciudad tan mortalmente y ha transformado el patio de su casa en campo de fusilamiento,
guerra del olvido,
lugar de lo imposible,
castillo de la angustia,
techo del degollado,
promiscuidad del necio,
guarida de ladrones,
tierra del desamparo,
refugio del perverso?

Lo contuvo un silencio de espesura, un llamado a la muerte.
El mar entró en nosotros como un lienzo de espadas.
Lloramos jadeantes,
con aquellos jipidos en los que solíamos querernos.
Llovíamos sobre la ciudad,
rodábamos sobre el cieno hasta hundirnos,
                                            nos dorábamos en el fuego.

- ¡Ea, la gente de esta casa!
Y ninguno osaba interrumpir el viaje.
Quedábamos en silencio, mordiéndonos los labios,
y una respiración ahogada y pedregosa enmudecía en nuestros pechos.
Estar vivo o muerto, da lo mismo:
                       el paisaje revienta de sobriedad y espesura,
estamos en el sueño como olvidados de nosotros a plena luz del día.

Muero y no es tan diferente:
sigo en lo mismo
dando vueltas, huyendo de los perros,
buscándote en el parque, en el reflejo de los árboles,
con aquel terrible dolor en las rodillas (sólo que no están tus caricias).
Y me siento en el banco del Sur que lleva nuestros nombres.
Y están los mismos viejos y las palomas en vuelo
ejecutando cabriolas,
como nerviosas trapecistas en los alambres del tendido eléctrico.
Allí está nuestra tumba,
nuestro Taj Mahal
por el que corríamos hasta la sombra del samán en las mañanas. Vivíamos como aquellos amantes hindúes, que se encerraron en un pozo a hurgarse los sexos, a comerse, a practicar el acto de amarse hasta morir.
Se levanta como una fortaleza de piedra.

Nuestra mesa está llena (con duraznos, yogur, miel, vino y una variedad de asados y ensaladas sobre un juego de vajillas de cerámica y oro del Japón)
sin que el hambre llegue aún.
Mis deseos atentos a tu cuerpo
                                            en penitencia...

Tu sombra se arrastraba sobre los mosaicos, andaba en la terraza atravesada por el humo de la marihuana, con el temor de ser descubierta por la noche, como una hiena en asecho.

Fuera de allí sólo hay destrucción.
Las calles están llenas de jóvenes suicidas,
la catedral se hace añicos en nuestros ojos.
Un interminable charco de agua y sangre sobre el piso
                              refleja el techo cóncavo invertido.
Nuestro destino era jugado a los dados por soldados semitas,
la destrucción lamió la ciudad con pasión ciega.
Allí, aún las sombras no encuentran lugar para reflejarse de pie, incorporadas.
Tenían que arrastrarse sobre un tapiz de lloro.
Sólo nuestra casa permaneció erguida
y nuestros cuerpos intactos.

El Sur oscurecía a nuestro lado, nos embebía: El héroe entra a la casa, (ignoramos aún su condición de torturado), juega con los niños, y nosotros usamos nuestras máscaras, representamos nuestro débil papel de preocupados. Y él, sin brazos ya, se empeña en secar nuestras lágrimas y en remendar nuestras penas, mientras nosotros gritamos ¡fuego! Aún así, él no se fue sin dejarnos su tibio corazón palpitando en nuestras manos.

Te acicalabas el cuerpo con aceite de sándalo,
mientras ibas danzado el Bharatanatya, como inclinándote en la sombra,
sostenida por un delgado hilo de sueños y profundas soledades.
Reíamos; teníamos seis años, tal vez cinco,
                                           cuando oímos ese nombre:
Bagdad, la capital del tiempo.
Desde esa ciudad, un ángel nos invitaba a la huida.

Te arreglabas las trenzas,
mientras tu abuelo te mostraba la proa
                        de un bergantín varado sobre las rocas.
Sobre la legendaria ciudad llovía fuego,
y nosotros nos cubríamos ansiosos bajo el árbol.
El puente en llamas nos atraía con una fuerza centrífuga, tu ombligo
atrapado por los espesos paisajes de Las Mil y Una Noches
                                                                                    acontecíamos.
La vida nos salpica con la ironía de mostrarnos
la oblicuidad del tiempo y sus demoras.
Allí y en aquel instante lo entendimos:
Scheherezade conducía la trama tejida con un hilo de sangre,
nos llevaba a prisa queriéndonos salvar de la voraz columna de guerreros.

¡Oh tu!, reina de los deseos, del clan oscurecido
nos hacía descender al azufre. A sus pasos quedaban los rumores del perfume, el olor tibio de la tierra quemada y los toscos recuerdos de su niñez, en la que disfrutaba la tierra como un manjar de asados aderezado con limón y especies. En verdad, era exquisito mirar aquella danza de gacela embriagada con la que solía moverse entre los árboles ancianos del bosque de bambúes que le servía de refugio.

Su cabellera dorada le cubría el rostro
lleno de trazos geométricos, de planos de la ilusión, de signos sagrados, antiquísimos,
ofrecido al sacrificio en la mezquita de Mirjan.

Su cuerpo suspendido ardía en llamas: el cuerpo oculto del guerrero, trasciende, busca la superficie. Bajo la leve llovizna fosforece como una antorcha. Se deshace, floreciendo una rosa de tristeza oscurecida. Nadie sabe, ni puede, ni debe pronunciar su nombre en el momento de su fusilamiento. Ya lo hemos olvidado.

No nos encontramos en el tiempo en que nos tocaba morir en nombre de los otros.
Esta era la piedad que prodigaba la cicatriz del sueño.
La casa envejece sumergida en tinieblas de polen de cerezos,
la galería y los cuartos están llenos de perros;
así entendemos la brevedad del miedo en sus afanes.

El hombre entró de pie al borde de la historia,
dormía con la muerte,
obvió la estocada de la sombra,
y así creó este río de sangre hacia la áspera luz de las mañanas,

los duros pasadizos por donde huyes entrando en ti,
en tu aposento. Allí duerme la muerte,
como una enana cuya tristeza duplica su tamaño;
estamos en su yantar de la mañana,
nos cobija su sombra de delgada enfermera.
Nos decimos adiós:
un beso en la comisura de tu boca clausura la vida.





T. S. Eliot
Muerte por agua

Flebas, el Fenicio, que murió hace quince días,
olvidó el chillido de las gaviotas y el hondo mar henchido
y las ganancias y las pérdidas.
Una corriente submarina
recogió sus huesos susurrando. Cayendo y levantándose
remontó hasta los días de su juventud
y entró en el remolino.
Pagano o judío
oh, tú, que das vuelta al timón y miras a barlovento,
piensa en Flebas, que otrora fue bello y tan alto como tú.


Los hombres huecos

I

Somos los hombres huecos,
los hombres rellenos de aserrín
que se apoyan unos contra otros
con cabezas embutidas de paja. ¡Sea!
Ásperas nuestras voces, cuando
susurramos juntos
quedas, sin sentido
como viento sobre hierba seca
o el trotar de ratas sobre vidrios rotos
en los sótanos secos
contornos sin forma, sombras sin color,
paralizada fuerza, ademán inmóvil;
aquellos que han cruzado
con los ojos fijos, al otro Reino de la muerte
nos recuerdan -si acaso-
no como almas perdidas y violentas
sino, tan sólo, como hombres huecos,
hombres rellenos de aserrín.


El primer coro de la roca

Se cierne el águila en la cumbre del cielo,
el cazador y la jauría cumplen su círculo.
¡Oh revolución incesante de configuradas estrellas!
¡Oh perpetuo recurso de estaciones determinadas!
¡Oh mundo del estío y del otoño, de muerte y nacimiento!
El infinito ciclo de las ideas y de los actos,
infinita invención, experimento infinito,
Trae conocimiento de la movilidad, pero no de la quietud;
conocimiento del habla, pero no del silencio;
conocimiento de las palabras e ignorancia de la Palabra.
Todo nuestro conocimiento nos acerca a nuestra ignorancia,
toda nuestra ignorancia nos acerca a la muerte,
pero la cercanía de la muerte no nos acerca a Dios.
¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?
Los ciclos celestiales en veinte siglos
nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.


East Cocker, de Cuatro Cuartetos

En mi comienzo está mi fin, en sucesión se levantan y caen casas,
se desmoronan, se extienden, se las retira, se las destruye, se las restaura,
o en su lugar hay un campo abierto, o una fábrica, o una circunvalación.
Vieja piedra para edificio nuevo, vieja madera para hogueras nuevas,
viejas hogueras para cenizas, y cenizas para la tierra, que ya es carne,
piel y heces, hueso de hombre y animal, tallo y hoja de maíz.
Las casas viven y mueren, hay un tiempo para construir
y un tiempo para vivir y engendrar,
y un tiempo para que el viento rompa el cristal desprendido
y agite las tablas del suelo donde trota el ratón de campo,
y agite el tapiz hecho jirones con un lema silencioso.
En mi comienzo está mi fin. Ahora cae la luz a través del campo abierto,
dejando la hundida vereda tapada con ramas, oscura en la tarde,
donde uno se apoya contra un lado cuando pasa un carro,
y la vereda hundida insiste en la dirección hacia la aldea,
hipnotizada en el calor eléctrico.
En cálida neblina, la sofocante luz es absorbida, no refractada,
por piedra gris, las dalias duermen en el silencio vacío,
esperad el búho tempranero
(...)
Llevando el compás, marcando el ritmo en su danzar,
como en su vivir en las estaciones vivas,
el tiempo de las estaciones y las constelaciones,
el tiempo de ordeñar y el tiempo de segar,
el tiempo de aparearse hombre y mujer y el de los animales,
pies subiendo y bajado, comiendo y bebiendo, estiércol y muerte.
La aurora apunta, y otro día se prepara para el calor y el silencio.
Mar adentro el viento de la aurora se arruga y resbala.
Estoy aquí, o allí, o en otro lugar, en mi comienzo.
Y rígidas, fuertes, las tías Amelias;
y luego cojeando, cojeando la novia.




Stefan George

*El original en aleman

PEREGRINACIONES

Vuestras antiguas imágenes duermen con los muertos.
Me falta el poder de reviviros.
Se me vedaron los verdaderos pastos;
ahora paladeo la suntuosidad plena de corrupción.

Herido por sonidos enervantes
contemplo el valle azul, cubierto de praderas.
Las garzas blancas y de color de rosa huyeron,
al lago cercano que reposa y destella como acero.

Ella avanzó majestuosa, como acompañando a los sonidos.
Su dedo se sostuvo y tensó
los cordones de seda de sus atavíos salvíficos
que de noche hiló con madejas de hierba.

¡Oh sabio juego, adivinar el través de esta envoltura!
En mis pensamientos seguíamos siendo dos,
antes de que ella, tras bejucos florecidos
se marchara lenta hacia el lago cercano.

*Ihr alten bilder schlummert mit den toten.
Euch zu erwecken mangelt mir die macht.
Die wahren auen wurden mir verboten.
Nun kost ich an verderbnisvoller pracht.


Gretoffen von berauschenden gerüchten
Erblick ich in dem blauen wiesental
Die reiher weiss und rosafarben flüchten
Zum nahen see der schläft und glänzt wie sthal.


Da schritt sie wie im ebenmass der klänge.
Ihr hochgestreckter finger hielt und hob
Der bergenden gewänder seidenstränge
Die sie bei nacht aus weidenflocken wob.


O weises spiel durch diese hüllen ahnen!
In meinen sinnen blieben wir ein paar
Bevor sie hinter blumigen lianen
Zum nahen see hinabgeglitten war.


de HELIOGÁBALO
Wenn um der zinnen kupferglühe hauben…

Cuando alrededor de las cobrizas cúpulas de las azoteas
por todas las fachadas sólo el sol palpita
y el frescor alienta aún en cortes de basalto,
entonces las palomas aguardan a su emperador.

Él viste túnica de azul seda,
sembrada de sardónices y zafiros,
guarnecida en su orla de cápsulas de plata,
mas en los brazos no lleva joya alguna.

Sonreía. Sus blancos dedos regalaban
granos de mijo de la dorada artesa,
cuando un lidio impávido surgió de las columnas
y a los pies de su señor humilló la frente.

Las palomas vuelan asustadas hacia el techo.
“Muero conforme, pues que mi rey tembló”.
Ancho puñal ya se hunde en su pecho.
Con verde zaguán juega la roja charca.

El emperador se retiró, con ademán de mofa…
Pero el mismo día ordenó, como recuerdo
que en la copa vespertina de vino
se grabase el nombre del esclavo.

*Wenn um der zinnen kupferglühe hauben
Um alle giebel erst die sonne wallt
Und kühlung nocht in höfen von basalt
Dann warten auf den kaiser seine tauben.


Er trägt ein kleid aus blauer Serer-seide
Mit sarden und saffiren übersät
In silberhülsen säumend aufgenäht.
Doch an den armen hat er kein geschmeide.


Er lächelte. Sein weisser finger schenkte
Die hirsekörner aus dem goldnen trog.
Als leis ein Leyder aus den säulen bog.
Und an des herren fuss die stirne senkte.


Die tauben flattern ängstig nach dem dache
“Ich sterbe gern weil mein gebieter schrak”
Ein breiter dolch ihm schon im busen stak.
Mit grünem flure spielt die rote lache.


Der kaiser wich mit höhender gëbarde..
Worauf er doch am selben tag befahl
Dass in den abendlichen weinpokal
Des knechtes name eingegraben werde.


HIMNOS

Al satén azul, en la tienda de acampada
lo cobijan bandadas de aúreas luna y estrellas;
Sobre un pedestal se han dispuesto, en el extremo
los vasos de malaquita y alabastro.

Tres cadenas sostienen lámpara de cobre
que de nuestras frentes pálido fulgor vela.
Nos cubren los pliegues de un ancho manto
y ¡que no nos falte un haz de mirtos!

Pronto atendemos, de la bebida, la voz de oráculo
sobre tapices hilados con suave fibra.
El muchacho, atento a cada guiño
se inclina dignamente ante el gospodar…
Entreveo, como en mágica fuente
el tiempo remoto en que aún yo era rey.

*Den blauen atlas in dem lagerzelt
Bedecken goldne mond- und sternenzüge.
Auf einen sockel sind am saum gestellt
Die malachit- und alabasterkrüge.


Drei ketten eine kupferampel halten
Die unsrer stirnen falben schein verhehlt.
Uns hüllen eines weiten burnus falten
Und – dass uns nicht ein myrtenbüschel fehlt!

Bald hören wir des tranks orakellaut
Auf teppichen aus weichem haar gesponnen.
Der knabe wohl mit jedem wink vertraut
Verbeugt sich würdig vor dem hospodar...
Mir dämmert wie in einem zauberbronnen
Die frühe zeit wo ich noch könig war.


O mutter meiner mutter und Erlauchte…

Oh, madre de mi madre, y excelentísima
¡cómo me turba la sucesión de tan severas palabras!
Tu reproche porque mi espíritu no te pertenece,
porque yo, descuidado, sin fruto lo disipé.

¿Recuerdas cuántas lanzas hendieron el aire
cuando yo en el Oriente luché por la corona,
y alabanza y reproche sonó para el temerario
que por entonces no había tomado aún la tierra?

No es debilidad lo que me aparta de vuestro trato;
he comprendido la locura de vuestro proceder.
¡Oh, déjame, ni afamado ni odiado,
libre de vagar por los caminos acotados!

y no busques alejar de mí al hermano
-¿aún en el sueño percibí tu mirada?-,
a quien encadenas ferviente a una absurda tarea,
revistiéndole con tus deseos de ropajes de esclavo.

Mira, soy frágil, como la flor del manzano
y manso como un cordero recental,
aunque yacen hierro, piedra y yesca
peligrosamente en el alma atormentada.

Desciendo por una escalera de mármol;
un cadáver decapitado en medio se agita;
allí rezuma la sangre de mi caro hermano:
yo sólo recojo, quedamente, la cola del manto púrpura.

*O mutter meiner mutter und Erlauchte
Wie mich so ernster worte folge stört:
Dein tadel weil mein geist nicht dir gehört
Dass ich ihn achtlos ohne tat verhauchte.


Gedenkt es dir wie viele speere pfiffen
Als ich im Osten um die krone rang
Und lob und vorwurf dem Verwegnen klang
Der damals noch die erde nicht begriffen?


Nicht ohnmacht rät mir ab von eurem handeln.
Ich habe euren handels wahn erfasst.
O lass mich ungerühmt und ungehasst
Und frei in den bedingten bahnen wandeln.


Und wolle nicht den bruder mir entfremden
- Erkannt ich doch im schlaf dein augenmerk? –
Du fesselst eifrig ihn an blödes werk.
Dein zwang verkleidet ihn mit sklavenhemden.


Sieh ich bin zart wie eine apfelblüte
Und friedenfroher denn ein neues lamm.
Doch liegen eisen stein und feuerschwann
Gefährlich in erschüttertem gemüte.


Hernieder steig ich eine marmortreppe.
Ein leichnam ohne haupt inmitten ruht.
Dort sickert meines teuren bruders blut.
Ich raffe leise nur die purpurscheleppe.

lunes, 15 de marzo de 2010

René Rodríguez Soriano, Wole Soyinka, José Mármol, Nazim Hikmet y Ezra Pound

René Rodríguez Soriano

CORTAZIANA CON LLUVIA Y CHOCOLATE

Si una mujer te invita a un chocolate espeso espumeante
insinuando la tarde con mar de albaricoque al fondo
y tú no sabes si mayo o la mujer si la mujer si lluvia
todo poema prometido es una mandarina esdrújula
un voto en vilo un niño mudo en pleno parque
una acuarela sorda o tres cerezas tristes en un trípode
melódico mordaz y el chocolate o la mujer y el chocolate
o la mirada que se filtra por la tarde entra por el teléfono
se derrama indiscreta por las piernas de azúcar
dice algo sin decirlo la lluvia la mujer el chocolate
o el poema quizás el poema tal vez la tierra prometida
o volver a empezar hasta que salga el poema la lluvia
el chocolate la mujer o


APUNTE A LÁPIZ

Apunte a lápiz, trazos sueltos,
tirando a casi palidez desnuda
y limpia. Poesía menor
que ni siquiera aspira
a nadar en la otra orilla
--si es que el mar, el tiempo
y la distancia, tienen
otro envés--.
Tenue apunte
que quizás, a más tardar mañana,
borren las aguas del olvido
o se pierda en la arena,
quebradizo papel
que lava los recuerdos
al borde de los pasos
y la espuma.


Amigo

te lo debía sanguilla y te lo pago
nunca haré tu poema ni hace falta
cada vez que alguien te nombre
aún por tu nombre o te recuerde
-flaco del carajo jodedor y buenagente-
desangrará la espita de la rabia
para abatir la noche uniformada
que te secó la risa con su ráfaga


Una raíz

he aquí hombre raíz la tarde oculta
que muerde las entrañas de esta tierra
que parcela tras parcela
destila hombres hambre y miseria
por los recodos del campo
he aquí una historia
una puerta de salida
con la entrada en la mano
para que la empuñemos


Desde la vida

ven empujemos la tarde
hasta el abismo de la noche
busquemos muy juntos los recuerdos
que una madrugada
sembré en las carnes de estas tierras
acércate
hagamos el comienzo del mundo
con suspiros sin serpientes
sin manzanas ni evas ni adanes
hagamos la vida con la vida
desde la vida misma




Wole Soyinka

Muerte a la aurora

Viajero, debes partir
a la aurora, enjuga tus pies sobre
la humedad de nariz perruna de la tierra

Deja que la aurora sosiegue tus lámparas. Y mira
languidecer el ataque de las espinas ante la luz
pies algodonosos para disolver en el azadón
las lombrices tempranas

           Ahora las sombras se extienden con debilidad

Ni muerte de la aurora ni triste postración
esta suave charamusca, suaves engendros que desisten
Rápidos goces y recelos para un
día desnudo. Barcos cargados se
someten a la asamblea sin rostro de la niebla
para despertar los mercados silenciosos -Veloces, mudas
Procesiones por grises desvíos... Sobre este
cobertor, hubo
súbito invierno a la muerte
del solitario trompetero de la aurora. Cascadas
de blancos pedazos de pluma... pero ello decidió
un rito banal. Conciliación salvajemente
exitosa, primero
el pie derecho para el júbilo, el izquierdo para el pavor
y la madre suplicaba, Hijo
jamás camines
cuando el camino aguarda, hambriento.
Viajero, debes proseguir
al alba.
Te prometo prodigios de la santa hora
Presagios como el aleteo del gallo blanco
Perverso empalamiento -Como quien desafiara
las iracundas alas del progreso del hombre...

Más, ¡semejante espectro! Hermano
mudo en el sobresaltado abrazo de
tu invención -Esta mueca de burla
Esta contorsión cerrada - ¿Soy yo?


Viaje

Aunque llegué al final del viaje,
jamás sentí que hubiera llegado.

Tomé la carretera
que sube despacio la cuesta de las preguntas, y que me lleva
incluso a descender a la tierra que conduce a casa. Yo sé
que mi carne está limpiamente mordisqueada, perdida
para el perturbado pez entre las vainas susurrantes-
Yo los dejé atrás en mi ruta
y así también con el pan y el vino
necesito la repartición de derrota y carestía
Yo los dejé atrás en mi ruta

Jamás sentí que hubiera llegado
aunque amor y bienvenida me atrapan en casa
los usurpadores pasan mi copa en cada
banquete como en una última cena


Conversación Telefónica

El precio parecía razonable, el lugar
indiferente. La casera juró vivir
sin prejuicios. Nada quedaba salvo
la auto-confesión. “Madame”, advertí,
“Detesto perder un viaje- Soy Africano”
silencio. Transmisión silenciada de
fingida buena educación. Voz que llega
como larga boquilla dorada y tubular, impregnada de lápiz labial
fui sorprendido por su vileza.
“Qué tan oscuro?”... no había escuchado mal... “ Es usted claro o muy oscuro?
Hedor a rancio vaho de refugio público para telefonear.
Cabina roja, buzón rojo, rojo autobús doble
aplastando el alquitrán. ¡Era real! Avergonzada
por el silencio enfermizo, llevé al límite su
turbación para suplicar explicación
ella, considerada, cambió el tono
“¿Es usted oscuro? ¿o muy claro?” advino la revelación
“Quiere usted decir, cómo chocolate puro, o con leche? ”
Su asentimiento fue clínico, rayando en la frialdad de la luz
Rápidamente, una vez ajustada la longitud de onda,
escogí Sepia Oeste- Africano- tras reflexionar dije:
“lo certifica mi pasaporte” Silencio para un espectroscópico
vuelo de ilusión, hasta que el acento de su sinceridad retumbó
con fuerza en la bocina. ¿Cómo así? dijo condescendiente
“No sé lo qué es”. “No del todo”
Facialmente, soy moreno, pero madame, debería ver usted
el resto de mí. Las palmas de mis manos, las plantas de mis pies
son de un rubio oxigenado. la fricción lo ha causado-
torpemente madame - por sentarme, mi trasero se ha tornado
Negro Cuervo- ¡Un momento madame! sintiendo
su auricular elevarse al sonido del trueno
en cuanto a mis orejas- “madame”, sugerí,
¿no preferiría verlas usted misma?


Civil y Soldado

Mi espectro se levantó de entre la lluvia de plomo,
y declaró “soy un civil” logrando tan sólo
acrecentar tu miedo. ¡Mas cómo habría
de levantarme, yo, un ser de esta tierra, en aquella hora
de muerte impasible! entonces pensé:
tu batalla no es de este mundo.

                      Inmóvil permaneciste

Por ambas eternidades, y yo aprendí, sin duda, la lección
en tus prácticas de combate sigiloso.
No dejes que un indeciso neutral vaya en la retaguardia,
pues tras de ti se abrasará la tierra. Mi dilema civil,
que aparece de nuevo atrincherando la tierra,
bajo el ritual de plomo de tus más ávidos amigos,
te abismó aún más en la confusión y cuando
me prestaste el arma para protegerme y la
muerte me guiñó el ojo, tu promesa
y todo tú se esclarecieron ante mí.

                          En el curso de mi vida

Espero encontrarme algún día
de nuevo con tu espectro en la trinchera,
anunciando, soy un soldado. Entonces no habrá titubeo
y te habré de disparar certero y justo
con la carne y el pan y la vasija de vino.
Un racimo de pechos en cada brazo y aquella
solitaria pregunta, ¿sabes amigo, incluso ahora,
el por qué de todo esto?


Cuentas bancarias siempre abiertas

Las cuentas bancarias siempre abiertas
siempre sus saldos en rojo
el efectivo puede asentarse en el papel, todo cuanto dice
es ¡Pan Pan Pan! Entre un millar de dedos
asiendo con fuerza en la abundancia, los brazos
amontonaron tantas lonas de pan que no pueden
abrazar la humanidad. Cuentas bancarias siempre abiertas
nunca comprendidas donde
los niños aplastan cucarachas para merendar
mientras esperan el regreso del padre forrajero
los pensamientos de una inocencia hambrienta pueden devenir
una cocina extraña – brochetas de moscas
en la punta de una escoba; escarabajos asados en su caparazón
las babosas son reservas comprobadas de alta proteína
–me han dicho– nunca lo he probado.
Esperando el regreso del padre forrajero con el saco vacío
de esta forma, él fue y volvió, los dos años anteriores
mañana él...

Recogí el extracto doblado
que se había deslizado bajo la reja. Discretamente. Bajo el solemne
brillo ensombrecido de mi buen amigo y enemigo
El dependiente bancario, guardián de cuello blanco de las bóvedas
del papel, signos místicos, aquellos círculos y cruces
que yo cargo. El lenguaje de su extracto establece:
La caridad debe ser calle de una sola vía, no,
la forma de vida de un hombre. Y así como la tinta
en que está impreso, me hago rojo bajo
mi fraude negro, mi audaz y consabido
“Maldita–sea–se–han–retardado–nuevamente–con–ese–cheque piel–
Ustedes saben, mis derechos, una vez más me doy cuenta
tarde que todo está bien, preséntenlo a fin de mes”
Maldiciendo la última extorsión de la que fui culpable
por ser presa fácil. Lo he observado–
el último cáliz de unas manos suplicantes es siempre
más seco que el anterior. Y las ratas, son más ágiles ahora
cuando sus ojos rasgados contemplan las batallas
provocadas por mendrugos con sus recién incubadas bocas de avidez...

Ahora que fue hace tiempos, y ayer, y Ahora
entre más larga sea la tirilla del extracto, más larga es la barra
del pan, y ahora, nuevamente, el triste extracto
arruinado por escépticas miradas –pero Él, sabemos,
devenga el cielo, domina una fortuna cuando pee
y todo cuanto se lee es ésta única línea, listado de una transacción–
La caridad debe ser calle de una sola vía, no,
la forma de vida de un hombre –Su balance señor
su balance es esa figura trazada en rojo...
Una página, listo para enrojecer la cuenta, un débito cae abierto en
el crédito a siete años para alturas de siete pisos
de la séptima maravilla de un mundo de bolsillo
La séptima maravilla del plan de mentiras a siete años
Siete veces más grande que el último gran fraude.

Justificar el crédito a siete años para alturas de siete pisos:
“Viviría allí, si pudiera. Yo erigí ese
modesto monstruo de siete pisos por casa
Pero las obligaciones del plan a siete años exigen
mi ausencia de allí, ¿y cómo semillas de siete años
no pueden cultivar un simple retorno verde de siete hojas?”

Una hoja de balance ondea, bandera sobre alturas robadas
¿Y quién se hace rojo invisiblemente entre su fraude negro?
Una hoja de balance cuelga en jirones sobre yermos árboles
¿Y quién enrojece invisiblemente entre su negra desesperanza?
¿Y quién enrojece por quien enrojece, y quién da la vuelta cuando
a la luz, a través de esa vía deshecha, un fuego crepitante
surge de los leños cuyo peso aún arquea
dolorosamente la espalda de la bisabuela-
y una pregunta marca su peso?





José Mármol

ESQUICIO DEL VUELO

voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro. vuelo que se crea con su pájaro. pájaro agotado en los tonos de su vuelo. no voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo dibujándose. y en mi turno de sentirme dios. voy a crear un himno para el viento y la memoria.


POEMA 24 AL OZAMA: ACUARELA

superficie de luces agotadas donde apenas el sonido de la sombra suena. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. el Ozama que fluye por cada objeto a la deriva es una historia. el Ozama que sube del fondo de la noche hacia mi palabra. un pez flota suspenso entre la imaginación y un escarceo brillante de hojas secas. el Ozama refugio del miedo de la noche y de toda la pobreza de unos hombres. largo testimonio de secretas temporadas de amor y de todo excremento vertedero. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. cuando en la orgía de las horas oscuras no queda diferencia y el amanecer estalla en su maravilla cotidiana. cuando el silencio penetra el aire ancho y el murmullo de los troncos y las piedras. el río que hay en el Ozama empieza a sudar leche de luna y baba, empieza a mostrar sus ahogados, sus ángeles suicidas. sus dioses imperfectos. sus luases orinados, sus vírgenes violadas por murciélagos y sapos, los lanchones de hueso dejan la superficie cantando su retorno hacia lo profundo, todo mi cuerpo, toda mi memoria contenidos por el río que corre en el Ozama. todo mi ser desgonzado y transido. superficie de luces diluidas donde ya no se oyen las rancias velloneras. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo fatal.


BAÑARSE DE SÍMBOLOS

A la playa de las aves. de los peces distantes. de las olas vidriosas y el color de la sal. a la playa de los seres. de los niños. de los perros realengos yo no voy. me quedo en esta playa innombrable del lenguaje. en esta que inmóvil me baña de sonidos. en esta que compone. en esta que ha engendrado razones de color. en la playa de los símbolos me solazo y desgonzo. en la playa que se expande por tu boca cuando me hablas.


DEUS EX MACHINA

Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno y es invierno. Arrinconado está el tridente, una piel de ceniza cubrió las cordilleras. Señor, he aquí el canto de la luz a ti debida, en la quietud del mar y discreción tan pura de la noche infinita. He aquí a tu hijo Elfuego, ardiendo con su tacto la superficie toda y al agua seduciendo con su lengua dorada. Ved aquí, Señor, su hermanastra Elalba, hierofanta líquida, posesa de las formas. Ellos narran en su tremendo idioma las celebraciones, la obediencia y el pecado. Arrójanos tú esta vez, Señor, la semilla y el varón de la especie más sana. No lo anuncies al azar, porque deviene llanto y se alza con el tibio rumor del pavimento, y otra vez se nos pierde, nos castiga, nos repudia. Que nadie sino tú, oh Señor, esgrima esta vez el cuchillo del jifero; madure un acorde cuando la vida cese y la lluvia limpie, sorpresiva, las caderas uncidas de los copulantes. Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno de lo ineluctable. Despídelos sin miedo de tu anchurosa mano, porque a los ocho lados la suerte nada espera, y hacia la muchedumbre y el desastre apunta el cielo. Arrójalos tú, Señor, te ha llegado el turno y es ardiente verano.


IDIOMA DE LOS DIOSES

De ti, como de un río, adoro cuanto fluye. Volando y danzando como los dioses hablan. Amo tu rápida presencia, única manera de pasar, transfigurando en vuelo la quietud y la espera. Idioma poderoso del mineral y el árbol. Néctar salobre de las venas abiertas y miembros destajados en torno a la deidad. Palabras innúmeras con las que atemorizo y a la vez encanto las huestes de la noche y escuderos del día. Voces muy alzadas en sus puntas de roble, con las que canta el mago, gobierna el azar y predomina un orden geométrico de hielo. Grande la ocasión en que algo se consume y con su muerte alumbra y destapa lo esperado. Ahora canto y bailo y salpico de luz las brechas de la sombra entre las llamas. Volando y danzando, como los dioses hablan. Del aire me sostengo, el universo en mí se apoya, gira espeso. Mi verso ha domado al vellocino de oro y ya diezmó mi brazo a los jinetes bravos, a cuyos restos doy mi canción y mi otra espada. Grande la ocasión en que todos danzamos, como dioses mirando la miseria del reino. Palabras que brindaron alma y cuerpo a las ciudades. Soberano idioma, lenguaje de las piedras, del laurel, del río adormecido en sus meandros; alfabeto de grutas intocadas, de lagos suspendidos y pájaros mudos henchidos de placer. De ti, como de un río, adoro cuanto es y ya no es y se transforma y pasa y queda suspendido. Oh idioma venturoso de los labios y las manos, de las praderas altas, los barcos diminutos, la cruz centuplicada en un mismo sendero. Oh danza de las danzas, con que los dioses cantan y bailan y nos llaman.


RETRATO DE MUJER

En tu boca tiembla un pájaro tirado a lo sediento. En tus dedos, templos altos de luz andan despiertos. Habla con tu voz aquel ángel seducido por una magia, un cuerpo, un vocablo insospechado. Nada por tus párpados un pez bello y fugaz, y en la negra chorrera de tu cabello tieso, un celaje de carne con alas suena y brilla. No mis ojos te dibujan, no mi trazo maculado. No mi arte la perfila; es el agua desbordante que me asalta con mirarte, untadas por imanes lascivos ambas manos, y no importa que estés muda porque hablas con tocarme. Hay entre tus pechos matices imposibles, bosques y bahías, cañaverales limpios, mojadas poblaciones, algas finas, robles, yerba. Me asomo al intocable destello de tus manos y temo que mirándome se desnude tu voz, y como San Francisco de Asís hable a las aves, y se descalce y pese mucho menos que el aire. Mujer que lleva entera una bestia por ternura. Mujer que me desalmas con tan sólo nombrarme; mas no importa si estás muda porque cantas cuando miras. En tu vientre acuna un mar con veleros erguidos, en tu pelo un surtidor de la noche se desgrana, en tu boca de nubes y pájaros me pierdo, y no importa si estás muda porque cantas cuando amas.


Estación de invierno

Nieva dentro de mí, debajo de la carne y en la pared urgente de la soledad. Afuera, sin embargo, es día claro y nieva. Yonkers es un tráfago de torpe lodo gris, de techos amarrados a un silencio indescifrable. He tomado con sigilo mi tren hacia el eterno, sin que vagón alguno respire olor humano. Minutos después, un grupo de jóvenes árabes me cerca; hablan en su lengua gutural y baldía, surcada de polvo, torbellinos y sables, pero el cántico infeliz de los rieles me ha salvado. Era tarde. Arreciaba el milagro de sobrevivir a las facas del odio y la opulencia. Oré a la niebla y al bosque de la noche: en ellos se aposenta el dominio sagrado. Ya no temo a nada en el vajido de las rocas; hoy me reconozco viajero de la muerte. Acrece la cellisca y la humedad lo es todo. Nieva todavía en el cauce de mis huesos. Afuera, sin embargo, el hielo ha disipado su imponencia letal y los niños redimen urgentes esperanzas. Nieva por los bordes de mi meditación. Hace calor aquí; el trópico me alienta con tan sólo evocarlo, y las manos desnudas de una mujer me cubren. Afuera, sin embargo, es noche honda y muerte, y mi estación no existe, y el tren no se detiene en su viaje al invierno.




Nazim Hikmet

A propósito de unas fotos de periódico

1. Carbunco

Sobre dos columnas de la primera página yacen
                                                         dos niños desnudos
sobre dos columnas de la primera página
                                                  con la piel en los huesos.
Tienen la carne agujereada, reventada.
Uno es de Diyarbakïr, el otro de Ergani.
Tienen los brazos y las piernas raquíticos
enorme la cabeza
y un grito pavoroso en sus bocas abiertas
en la primera página dos ranitas aplastadas a pedradas.
Dos ranitas
dos hijos míos ,enfermos de carbunco.
Quién sabe cuantos miles se nos van en un año
sin haber podido saciar siquiera su sed.
Y el señor subsecretario:
(así lo agarre el carbunco)
«No hay ningún motivo para preocuparse», dice.

3 de agosto de 1959

2. El jefe de policía

Abierto como una herida, el sol en el cielo
                                                                      se desangra.
Un aeródromo.
Los presos preventivos, las manos sobre el vientre:
porras, jeeps,
muros carcelarios, comisarías
y cuerdas que se balancean sobre el patíbulo
y los paisanos que no aparecen
y un niño que no pudo soportar la tortura
                            y se tiró desde el tercer piso de la Jefatura.
Y ahí está el señor Jefe de Policía
                              baja del avión
              vuelve de América
                              de un curso de formación.

Estudiaron métodos para no dejar dormir
y quedaron encantados
de los electrodos aplicados en los testículos
y también dieron una conferencia sobre nuestras celdas de castigo
ofrecieron satisfactorias explicaciones
de cómo poner huevos recién hervidos en los sobacos
y cómo despellejar delicadamente la piel con cerillas encendidas.

El señor Jefe de Policía baja del avión
vuelve de América
porras y jeeps
y cuerdas que se balancean sobre el patíbulo
ha vuelto el jefe dicen encantados.

1959


Autobiografía

Nací en 1902
no he vuelto nunca a mi ciudad natal
no me gustan los retornos
a los tres años en Alepo era nieto de bajá
a los diecinueve estudiante en la universidad comunista de Moscú
a los cuarenta y nueve otra vez en Moscú invitado por el Comité Central
y desde los catorce años soy poeta

hay hombres que conocen las diferentes clases de hierbas; otros, de peces;
                                                                                      yo, de separaciones
hay hombres que se saben de memoria el nombre de cada estrella;
                                                                                      yo, de nostalgias

he dormido en las cárceles y en los grandes hoteles
he conocido el hambre y también la huelga de hambre y no hay plato
                                                                                    que no haya probado
a los treinta años quisieron ahorcarme
a los cuarenta y ocho quisieron concederme el Premio mundial de la Paz
                                                                                        y me lo concedieron
a los treinta y seis durante medio año sólo pude recorrer cuatro metros
                                                                                            cuadrados de hormigón
a los cincuenta y nueve volé desde Praga a La Habana
                                                                    en dieciocho horas

no conocí a Lenin pero hice la guardia de honor junto a su féretro en 1924

en 1961 el mausoleo que visito son sus libros

han intentado alejarme de mi partido
                                                            pero han fracasado
tampoco he sido aplastado por los ídolos caídos

en 1951 viajé por mar hacia la muerte con un joven camarada
en 1952 con el corazón cascado esperé la muerte durante cuatro meses

estuve locamente celoso de las mujeres a las que amé
no envidié a nadie ni siquiera a Charlot
engañé a mis mujeres
pero nunca hablé mal de mis amigos a sus espaldas

he bebido pero no soy un borracho
tuve la suerte de ganarme siempre el pan con el sudor de mi frente

si mentí fue porque sentí vergüenza ajena
por piedad
                                                        pero también he mentido porque sí

he montado en tren en avión y en coche
la mayoría no puede hacerlo
he ido a la ópera
                la mayoría no puede ir y ni siquiera sabe que existe
sin embargo desde 1921 no voya muchos de los sitios
               donde va la mayoría la mezquita la iglesia la sinagoga
               el templo el curandero
               pero a veces me gusta que me lean los posos de café

se me ha publicado en treinta o cuarenta lenguas
                      pero estoy prohibido en Turquía en mi propia lengua

hasta ahora no he tenido cáncer
tampoco es obligatorio
nunca seré primer ministro o algo parecido
tampoco me gustaría serlo
nunca he ido a la guerra
no he descendido a los refugios en medio de la noche
no he recorrido los caminos del exilio bajo el vuelo rasante de los avi0nes

pero me he enamorado ya cerca de los sesenta
camaradas en pocas palabras
hoy en Berlín aunque muerto de nostalgia
                                      puedo decir que he vivido como un hombre
pero los años que me quedan por vivir
                        y las cosas que puedan sucederme
                                                                 ¿quién lo sabe?

Esta autobiografía fue escrita en Berlín Oriental el 11 de setiembre de 1961


Me acostumbro a envejecer, es el oficio más difícil del mundo...

Me acostumbro a envejecer, es el oficio más difícil del mundo,
llamar a las puertas por última vez,
la separación para siempre.
Horas que corréis, corréis, corréis...
Trato de comprender a costa de dejar de creer.
Te iba a decir una palabra pero no pude.
En mi mundo el sabor de un pitillo por la mañana
con el estómago vacío.
La muerte antes de llegar me envió su soledad.
Envidio a los que no se dan cuenta de que envejecen,
tan ocupados están con sus cosas.

12 de enero de 1963
De "Últimos poemas 1959-1960-1961"
Versión de Fernando García Burillo
(Ediciones del oriente y del mediterráneo -Madrid 2000)



 
 
Ezra Pound

Alba

Fresca como las pálidas hojas húmedas
de los lirios del valle
al alba yace ella junto a mí.


Cantar CXX

He intentado escribir el Paraíso.
Que no os mováis.
Dejad hablar al viento
ese es el Paraíso.

Que los dioses olviden
lo que he realizado.
A aquellos a quienes amo,
perdonen
lo que he realizado.


El desván

Ven, apiadémonos de los que tienen más fortuna que nosotros.
Ven, amiga, y recuerda
       que los ricos tienen mayordomos en vez de amigos,
y nosotros tenemos amigos en vez de mayordomos.
Ven, apiadémonos de los casados y de los solteros.

La aurora entra con sus pies diminutos
     como una dorada Pavlova,
y yo estoy cerca de mi deseo.
Nada hay en la vida que sea mejor
     que esta hora de limpia frescura,
la hora de despertarnos juntos.


El encuentro

Mientras ellos hablaban todo el tiempo de la nueva moral
ella me exploraba con sus ojos.
y cuando me levanté para marcharme
sus dedos fueron como el tejido
de una servilleta japonesa de papel.


Francesca

Saliste de la noche
con flores en las manos.
Vas a salir ahora del tumulto del mundo,
de la babel de lenguas que te nombra.

Yo que te vi rodeada de hechos primordiales,
monté en cólera cuando te mencionaron
en oscuros callejones.
¡Cómo me gustaría que una ola fresca cubriera mi mente
que el mundo se trocara en hoja seca,
o en un vilano al viento,
para que yo pudiera encontrarte de nuevo
sola!


Imagen de D' Orleans

Esos jóvenes que cabalgan por la calle
en la rutilante estación que empieza
clavan las espuelas sin razón alguna,
haciendo saltar a sus corceles.

Y al paso que van,
las pezuñas herradas de sus caballos
hacen saltar chispas de los adoquines de la calle
en la rutilante estación que empieza.


La mujer del mercader del río: una carta

Cuando yo todavía llevaba el pelo cortado sobre la frente
jugaba en el portal delantero, recogiendo flores.
Tú viniste con zancos de madera jugando a los caballos,
caminaste junto a mi asiento, jugando con ciruelas azules
y seguimos viviendo en el pueblo de Chokan:
dos niños, sin aversión ni sospecha.

Con catorce años me casé con vos, mi señor.
Nunca me reía porque era tímida.
Bajaba la cabeza y miraba a la pared.
Aunque me llamaran mil veces, nunca volvía la cabeza.

Con quince años dejé de fruncir el ceño,
deseaba que mi polvo se mezclara con el tuyo
para siempre y para siempre y para siempre.
¿Para qué seguir vigilando?

Te fuiste cuando yo tenía dieciseis años,
te fuiste a la lejana Ku-to-yen, junto al río de los remolinos,
y has estado fuera cinco meses.
Los monos hacen un ruido muy triste por ahí arriba.
Cuando te fuiste arrastrabas los pies.
En el portal ahora ha crecido el musgo, musgos
        distintos,
¡demasiado profundos para limpiarlos!
Las hojas caen pronto este otoño, por culpa del viento.
Las mariposas emparejadas ya amarillean en el agosto
sobre la hierba del jardín del oeste;
me duelen. Me hago vieja.
Si has de venir por los vados del río Kiang,
por favor, házmelo saber de antemano
y yo saldré a recibirte,
                               iré hasta Cho-fu-sa.

                                                                Por Rihaku


La zambullida

Querría bañarme en extrañeza:
estas comodidades amontonadas encima de mí,
me asfixian!
¡Me quemo, ardo en deseos de algo nuevo,
amigos nuevos, caras nuevas y lugares!
Oh, estar lejos de todo esto,
esto que es todo lo que quise...salvo lo nuevo.
¡Y tú,amor, la que mucho, la que más he deseado!
¿Acaso no me repugnan todas las paredes,
las calles, las piedras,
todo el barro, la bruma, toda la niebla,
todas las clases de tráfico?
A ti, yo te querría
fluyendo encima de mí como el agua,
¡oh, pero fuera de aquí!
Hierba y praderas y colinas y sol
¡oh, suficiente sol!
¡Lejos y a solas, en medio de gente extraña!


N.Y.

¡Ciudad mía, mi amor, blanca mía! ¡ah, esbelta,
óyeme! Oyeme y un alma te infundirá mi soplo.
Suavemente en el caramillo, ¡escúchame!

Ciudad mía, mi amada,
eras una doncella todavía sin pechos,
esbelta como un caramillo de plata.
¡Ahora óyeme, escúchame¡
y un alma con mi soplo te daré.


Zapatillas negras: Bellotti

En la mesa de más allá,
tras haberse quitado las zapatillas de ante,
con los pies enfundados en medias blancas
y cuidadosamente posados sobre una servilleta,
ella conversa:

                       «Connaissez-vous Ostende?».

La gorjeante dama italiana en la otra punta del restaurante
replica con cierta altivez,
pero yo espero pacientemente
a ver cómo Celestine vuelve a ponerse las zapatillas.