lunes, 22 de febrero de 2010

Alexis Gómez Rosa, Vallejo, Alejandro Jodorowski y Saramago

Alexis Gómez Rosa
PLAGIO

A todas mis hermanas

Me acabo de reír de cuajo se me sale mi madre,
por los cuatro costados del cuerpo.
Con la cabeza, las tripas, el corazón me estoy riendo
y a nadie le debo el desparpajo.
Nunca he sido tan Altagracia como hoy padre
da olvido, desplumándome por el barrio
(157 Street and Broadway), ejecuta un ronco saxofón
venéreas nocharniego, pero esta risa madre?
Pin pun la mueca, el estallido, el punto de remate
con que me cierro a una, traigo de ti una sombra
intermediaria de comunicación tierra y cielo.
(Para los nacidos bajo el signo de Virgo: te favorece
el No. 14, el 26,
y "cuídate de esa mujer de piel trigueña".
Con tus ojos lo verás con tus manos.
Descaminar la risa, avance quilombos, tragaespaldas
miserable,
y mamá rodando al piso. (Versión original: "y al
unísono mamá, rodando abajo es que me orino").
Cacofonía de la calle (pero cacofonía física),
que termina en una bandeja de fiambre con galletas
de soda.
Dándome contra el imbécil bribón que me camina
(altagraciano), con los buches repletos de comida.


DICEN LAS MALAS LENGUAS QUE SOY

A Cayo Claudio Espinal

Poeta: eso dicen las malas lenguas que soy: un decir
parásito al coro.
Argamasa de música y letras con todos los sentidos,
haciéndole la vida imposible a los buceadores de sueños,
a los enamorados que, en los palcos
de la luna, les desenrollo la lengua y la sacudo.
Bah, dizque poeta, y no poder empinarme en tus palabras
para echar florecitas a ese amor que me dieron
en préstamo.
Ni tampoco llevar, con legítimo orgullo
y sacerdotal desasosiego, el matrimonio de dos cuerpos
por mi poesía.
Error de la benevolencia (¿de cálculo?),
seguro que error de apreciación:
grave, muy grave, en el saludo rotundo que circula
(amantísimo),
lirismo del viento de Long Island.
(Para corazones de capa y espada,
una tonadilla de niebla y alcanfor).

De: Si Dios quiere y otros versos por encargo, 1997




César Vallejo

De Trilce

I

Quién hace tanta bulla, y ni deja
testar las islas que van quedando.
Un poco más de consideración
en cuanto será tarde, temprano,
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea
que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóide grupada.
Un poco más de consideración,
y el mantillo líquido, seis de la tarde
de los más soberbios bemoles
Y la península párase
por la espalda, abozaleada, impertérrita
en la línea mortal del equilibrio.

V

Grupo dicotiledón. Oberturan
desde él petreles, propensiones de trinidad,
finales que comienzan, ohs de ayes
creyérase avaloriados de heterogeneidad.
¡Grupo de los cotiledones!
A ver. Aquello sea sin ser más.
A ver. No trascienda hacia afuera,
y piense en son de no ser escuchado,
y crome y no sea visto.
Y no glise en el gran colapso.
La creada voz rebélase y no quiere
ser malla, ni amor.
Los novios sean novios en eternidad.
Pues no deis 1, que resonará al infinito.
Y no deis 0, que callará tanto,
hasta despertar y poner de pie al 1.
Ah grupo bicardiaco.

IX

Vusco volvvver de golpe el golpe.
Sus dos hojas anchas, su válvula
que se abre en suculenta recepción
de multiplicando a multiplicador,
su condición excelente para el placer,
todo avía verdad.
Busco volver de golpe el golpe.
A su halago, enveto bolivarianas fragosidades
a treintidós cables y sus múltiples,
se arrequintan pelo por pelo
soberanos belfos, los dos tomos de la Obra,
y no vivo entonces ausencia, ni al tacto.
Fallo bolver de golpe el golpe.
No ensillaremos jamás el toroso Vaveo
de egoísmo y de aquel ludir mortal
de sábana,
desque la mujer esta
¡cuánto pesa de general!
Y hembra es el alma de la ausente.
Y hembra es el alma mía.

XIX

A trastear, Hélpide dulce, escampas,
cómo quedamos de tan quedarnos.
Hoy vienes apenas me he levantado.
El establo está divinamente meado
y excrementido por la vaca inocente.
Penetra en la maría ecuménica.
Oh sangabriel, haz que conciba el alma,
el sin luz amor, el sin cielo,
lo más piedra, lo más nada,
hasta la ilusión monarca.
Quemaremos todas las naves!
Quemaremos la última esencia!
Mas si se ha de sufrir de mito a mito,
y a hablarme llegas masticando hielo,
mastiquemos brasas,
ya no hay dónde bajar,
ya no hay dónde subir.
Se ha puesto el gallo incierto, hombre.

XXXI

Esperanza plañe entre algodones.
Aristas roncas uniformadas
de amenazas tejidas de esporas magníficas
con porteros botones innatos.
¿Se luden seis de sol?
Natividad. Cállate, miedo.
Cristiano espero, espero siempre
de hinojos en la piedra circular que está
en las cien esquinas de esta suerte
tan vaga a donde asomo.
Y Dios sobresaltado nos oprime
el pulso, grave, mudo,
y como padre a su pequeña,
apenas,
pero apenas, entreabre los sangrientos algodones
y entre sus dedos toma a la esperanza.
Señor, lo quiero yo...
Y basta!

XXXII

999 calorías
Rumbbb...Trrrapprrr rrach...chaz
Serpentínica u del dizcochero
engirafada al tímpano.
Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.
1,000 calorías.
Azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío.
Remeda al cuco: Roooooooeeeis...
tierno autocarril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.
Aire, aire! Hielo!
Si al menos el calor (—Mejor
no digo nada.
Y hasta la misma pluma
con que escribo por último se troncha.
Treinta y tres trillones trescientos treinta
y tres calorías.

XXXVI

Pugnamos ensartarnos por un ojo de aguja.
enfrentados, a las ganadas.
Amoniácase casi el cuarto ángulo del círculo.
¡Hembra se continúa el macho, a raíz
de probables senos, y precisamente
a raíz de cuanto no florece!
¿Por ahí estás, Venus de Milo?
Tú manqueas apenas pululando
entrañada en los brazos plenarios
de la existencia,
de esta existencia que todaviíza
perenne imperfección
Venus de Milo, cuyo cercenado, increado
brazo revuélvese y trata de encodarse
a través de verdeantes guijarros gagos,
ortivos nautilos, aúnes que gatean
recién, vísperas inmortales.
Laceadora de inminencias, laceadora
del paréntesis.
Rehusad, y vosotros, a posar las plantas
en la seguridad dupla de la Armonía.
Rehusad la simetría a buen seguro.
Intervenid en el conflicto
de puntas que se diputan
en la más torionda de las justas
el salto por el ojo de la aguja!
Tal siento ahora el meñique
demás en la siniestra. Lo veo y creo
no debe serme, o por lo menos que está
en sitio donde no debe.
Y me inspira rabia y me azarea
y no hay cómo salir de él, sino haciendo
la cuenta de que hoy es jueves.
¡Ceded al nuevo impar
potente de orfandad!

LXXV

Estáis muertos.

Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos, muertos.

Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.

Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se está uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan en los bordes enfrentados y se doblan y doblan, entonces os transfiguráis y creyendo morir, percibís la sexta cuerda que ya no es vuestra.

Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino el no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades. Y sin embargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.

Estáis muertos.


De Poemas en Prosa

EL BUEN SENTIDO

Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande.

Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar.

La mujer de mi padre está enamorada de mí, viniendo y avanzando de espaldas a mi nacimiento y de pecho a mi muerte. Que soy dos veces suyo: por el adiós y por el regreso. La cierro, al retornar. Por eso me dieran tanto sus ojos, justa de mí, in fraganti de mí, aconteciéndose por obras terminadas, por pactos consumados.

Mi madre está confesa de mí, nombrada de mí. ¿Cómo no da otro a mis otros hermanos? A Víctor, por ejemplo, el mayor, que es tan viejo ya, que las gentes dicen: ¡Parece hermano menor de su madre! ¡Fuere porque yo he viajado mucho! ¡Fuere porque yo he vivido más!

Mi madre acuerda carta de principio colorante a mis relatos de regreso. Ante mi vida de regreso, recordando que viajé durante dos corazones por su vientre, se ruboriza y se queda mortalmente lívida, cuando digo, en el tratado del alma: Aquella noche fui dichoso. Pero, más se pone triste; más se pusiera triste.

-Hijo, ¡cómo estás viejo!

Y desfila por el color amarillo a llorar, porque me halla envejecido, en la hoja de espada, en la desembocadura de mi rostro. Llora de mí, se entristece de mí. ¿Qué falta hará mi mocedad, si siempre seré su hijo? ¿Por qué las madres se duelen de hallar envejecidos a sus hijos, si jamás la edad de ellos alcanzará a la de ellas? ¿Y por qué, si los hijos, cuánto más se acaban, más se aproximan a los padres? ¡Mi madre llora por que estoy viejo de mi tiempo y por que nunca llegaré a envejecer del suyo!

Mi adiós partió de un punto de su ser, más externo que el punto de su ser al que retorno. Soy, a causa del excesivo plazo de mi vuelta, más el hombre ante mi madre que el hijo ante mi madre. Allí reside el candor que hoy nos alumbra con tres llamas. Le digo entonces hasta que me callo:

Hay, madre, en el mundo un sitio que se llama París. Un sitio muy grande y muy lejano y otra vez grande.

La mujer de mi padre, al oírme, almuerza y sus ojos mortales descienden suavemente por mis brazos.


LA VIOLENCIA DE LAS HORAS

Todos han muerto.

Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo.

Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente: "Buenos días, José! Buenos días, María!"

Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de meses, que luego también murió a los ocho días de la madre.

Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad, en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer.

Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.

Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.

Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia.

Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.

Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi barrio, mucho antes de que el sol se fuese.

Murió mi eternidad y estoy velándola.


LÁNGUIDAMENTE SU LICOR

Tendríamos ya una edad misericordiosa, cuando mi padre ordenó nuestro ingreso en la escuela. Cura de amor, una tarde lluviosa de febrero, mamá servía en la cocina el yantar de oración. En el corredor de abajo, estaban sentados a la mesa mi padre y mis hermanos mayores. Y mi madre iba sentada al pie del mismo fuego del hogar. Tocaron a la puerta.

-Tocan a la puerta!- mi madre.

-Tocan a la puerta! – mi propia madre.

-Tocan a la puerta! – dijo toda mi madre, tocándose las entrañas a trastes infinitos, sobre toda la altura de quien viene.

-Anda, Nativa, la hija, a ver quién viene.

Y, sin esperar la venia maternal, fuera Miguel, el hijo, quien salió a ver quién venía así, oponiéndose a lo ancho de nosotros.

Un tiempo de rúa contuvo a mi familia. Mamá salió, avanzando inversamente y como si hubiera dicho: las partes. Se hizo patio afuera. Nativa lloraba de una tal visita, de un tal patio y de la mano de mi madre. Entonces y cuando, dolor y paladar techaron nuestras frentes.

-Porque no le dejé que saliese a la puerta, - Nativa, la hija, - me ha echado Miguel al pavo. A su pavo.

¡Qué diestra de subprefecto, la diestra del padre, revelando, el hombre, las falanjas filiales del niño! Podía así otorgarle la ventura que el hombre deseara más tarde. Sin embargo:

-Y mañana, a la escuela, - disertó magistralmente el padre, ante el público semanal de sus hijos.

Y tal, la ley, la causa de la ley. Y tal también la vida.

Mamá debió llorar, gimiendo apenas la madre. Ya nadie quiso comer. En los labios del padre cupo, para salir rompiéndose, una fina cuchara que conozco. En las fraternas bocas, la absorta amargura del hijo, quedó atravesada.

Mas, luego, de improviso, salió de un albañal de aguas llovedizas y de aquel mismo patio de la visita mala, una gallina, no ajena ni ponedora, sino brutal y negra. Cloqueaba en mi garganta. Fue una gallina vieja, maternalmente viuda de unos pollos que no llegaron a incubarse. Origen olvidado de ese instante, la gallina era viuda de sus hijos. Fueran hallados vacíos todos los huevos. La clueca después tuvo el verbo.

Nadie la espantó. Y de espantarla, nadie dejó arrullarse por un gran calofrío maternal.

-¿Dónde están los hijos de la gallina vieja?
¿Dónde están los pollos de la gallina vieja?
¡Pobrecitos! ¡Dónde estarían!


EL MOMENTO MÁS GRAVE DE MI VIDA

Un hombre dijo:

El momento más grave de mi vida estuvo en la batalla del Marne, cuando fui herido en el pecho.

Otro hombre dijo:

El momento más grave de mi vida, ocurrió en un maremoto de Yokohama, del cual salvé milagrosamente, refugiado bajo el alero de una tienda de lacas.

Y otro hombre dijo:

El momento más grave de mi vida acontece cuando duermo de día.

Y otro dijo:

El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del Perú.

Y otro dijo:

El momento más grave de mi vida es el haber sorprendido de perfil a mi padre.

Y el último hombre dijo:

El momento más grave de mi vida no ha llegado todavía.


VOY A HABLAR DE LA ESPERANZA

Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor. Si no fuese artista, también lo sufriría. Si no fuese hombre ni ser vivo siquiera, también lo sufriría. Si no fuese católico, ateo ni mahometano, también lo sufriría. Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.

Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que no tuvo ya causa ni carece de causa. ¿Qué sería su causa? ¿Dónde está aquello tan importante, que dejase de ser su causa? Nada es su causa; nada ha podido dejar de ser su causa. ¿A qué ha nacido este dolor, por sí mismo? Mi dolor es del viento del norte y del viento del sur, como esos huevos neutros que algunas aves raras ponen del viento. Si hubiera muerto mi novia, mi dolor sería igual. Si la vida fuese, en fin, de otro modo, mi dolor sería igual. Hoy sufro desde más arriba. Hoy sufro solamente.

Miro el dolor del hambriento y veo que su hambre anda tan lejos de mi sufrimiento, que de quedarme ayuno hasta morir, saldría siempre de mi tumba una brizna de yerba al menos. Lo mismo el enamorado. ¡Qué sangre la suya más engendrada, para la mía sin fuente ni consumo!

Yo creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran, inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en la estancia oscura, no dejaría luz y si lo pusiesen en una estancia luminosa, no echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente.


HALLAZGO DE LA VIDA

¡Señores! Hoy es la primera vez que me doy cuenta de la presencia de la vida. ¡Señores! Ruego a ustedes dejarme libre un momento, para saborear esta emoción formidable, espontánea y reciente de la vida, que hoy, por la primera vez, me extasía y me hace dichoso hasta las lágrimas.

Mi gozo viene de lo inédito de mi emoción. Mi exultación viene de que antes no sentí la presencia de la vida. No la he sentido nunca. Miente quien diga que la he sentido. Miente y su mentira me hiere a tal punto que me haría desgraciado. Mi gozo viene de mi fe en este hallazgo personal de la vida, y nadie puede ir contra esta fe. Al que fuera, se le caería la lengua, se le caerían los huesos y correría el peligro de recoger otros, ajenos, para mantenerse de pie antes mis ojos.

Nunca, sino ahora, ha habido vida. Nunca, sino ahora, han pasado gentes. Nunca, sino ahora, ha habido casas y avenidas, aire y horizonte. Si viniese ahora mi amigo Peyriet, le diría que yo no le conozco y que debemos empezar de nuevo. ¿Cuándo, en efecto, le he conocido a mi amigo Peyriet? Hoy sería la primera vez que nos conocemos. Le diría que se vaya y regrese y entre a verme, como si no me conociera, es decir, por la primera vez.

Ahora yo no conozco a nadie ni nada. Me advierto en un país extraño, en el que todo cobra relieve de nacimiento, luz de epifanía inmarcesible. No, señor. No hable usted a ese caballero. Usted no lo conoce y le sorprendería tan inopinada parla. No ponga usted el pie sobre esa piedrecilla: quién sabe no es piedra y vaya usted a dar en el vacío. Sea usted precavido, puesto que estamos en un mundo absolutamente inconocido.

¡Cuán no poco tiempo he vivido! Mi nacimiento es tan reciente, que no hay unidad de medida para contar mi edad. ¡Si acabo de nacer! ¡Si aún no he vivido todavía! Señores: soy tan pequeñito, que el día apenas cabe en mí.

Nunca, sino ahora, oí el estruendo de los carros, que cargan piedras para una gran construcción del boulevard Haussmann. Nunca, sino ahora, avancé paralelamente a la primavera, diciéndola: "Si la muerte hubiera sido otra..." Nunca, sino ahora, vi la luz áurea del sol sobre las cúpulas del Sacré-Coeur. Nunca, sino ahora, se me acercó un niño y me miró hondamente con su boca. Nunca, sino ahora, supe que existía una puerta, otra puerta y el canto cordial de las distancias.

¡Dejadme! La vida me ha dado ahora en toda mi muerte.


UNA MUJER...

Una mujer de senos apacibles, ante los que la lengua de la vaca resulta una glándula violenta. Un hombre de templanza, mandibular de genio, apto para marchar de dos a dos con los goznes de los cofres. Un niño está al lado del hombre, llevando por el revés, el derecho animal de la pareja.

¡Oh la palabra del hombre, libre de adjetivos y de adverbios, que la mujer declina en su único caso de mujer, aun entre las mil voces de la Capilla Sixtina! ¡Oh la falda de ella, en el punto maternal donde pone el pequeño las manos y juega a los pliegues, haciendo a veces agrandar las pupilas de la madre, como en las sanciones de los confesionarios!

Yo tengo mucho gusto de ver así al Padre, al Hijo y al Espíritusanto, con todos los emblemas e insignias de sus cargos.


NO VIVE YA NADIE...

-No vive ya nadie en la casa -me dices-; todos se han ido. La sala, el dormitorio, el patio, yacen despoblados. Nadie ya queda, pues que todos han partido.

Y yo te digo: Cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. Las casas nuevas están más muertas que las viejas, porque sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres. Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombre, como una tumba. De aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Sólo que la casa se nutre de la vida del hombre, mientras que la tumba se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la segunda está tendida.

Todos han partido de la casa, en realidad, pero todos se han quedado en verdad. Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, sino ellos mismos. Y no es tampoco que ellos queden en la casa, sino que continúan por la casa. Las funciones y los actos se van de la casa en tren o en avión o a caballo, a pie o arrastrándose. Lo que continúa en la casa es el órgano, el agente en gerundio y en círculo. Los pasos se han ido, los besos, los perdones, los crímenes. Lo que continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón. Las negaciones y las afirmaciones, el bien y el mal, se han dispersado. Lo que continúa en la casa, es el sujeto del acto.


EXISTE UN MUTILADO...

Existe un mutilado, no de un combate sino de un abrazo, no de la guerra sino de la paz. Perdió el rostro en el amor y no en el odio. Lo perdió en el curso normal de la vida y no en un accidente. Lo perdió en el curso normal de la vida y no en un accidente. Lo perdió en el orden de la naturaleza y no en el desorden de los hombres. El coronel Piccot, Presidente de "Les Gueules Cassées", lleva la boca comida por la pólvora de 1914. Este mutilado que conozco, lleva el rostro comido por el aire inmortal e inmemorial.

Rostro muerto sobre el tronco vivo. Rostro yerto y pegado con clavos a la cabeza viva. Este rostro resulta ser el dorso del cráneo, el cráneo del cráneo. Vi una vez un árbol darme la espalda y vi otra vez un camino que me daba la espalda. Un árbol de espaldas sólo crece en los lugares donde nunca nació ni murió nadie. Un camino de espaldas sólo avanza por los lugares donde ha habido todas las muertes y ningún nacimiento. El mutilado de la paz y del amor, del abrazo y del orden y que lleva el rostro muerto sobre el tronco vivo, nació a la sombra de un árbol de espaldas y su existencia trascurre a lo largo de un camino de espaldas.

Como el rostro está yerto y difunto, toda la vida psíquica, toda la expresión animal de este hombre, se refugia, para traducirse al exterior, en el peludo cráneo, en el tórax y en las extremidades. Los impulsos de su ser profundo, al salir, retroceden del rostro y la respiración, el olfato, la vista, el oído, la palabra, el resplandor humano de su ser, funcionan y se expresan por el pecho, por los hombros, por el cabello, por las costillas, por los brazos y las piernas y los pies.

Mutilado del rostro, tapado del rostro, cerrado del rostro, este hombre, no obstante, está entero y nada le hace falta. No tiene ojos y ve y llora. No tiene narices y huele y respira. No tiene oídos y escucha. No tiene boca y habla y sonríe. No tiene frente y piensa y se sume en sí mismo. No tiene mentón y quiere y subsiste. Jesús conocía al mutilado de la función, que tenía ojos y no veía y tenía orejas y no oía. Yo conozco al mutilado del órgano, que ve sin ojos y oye sin orejas.


ALGO TE IDENTIFICA...

Algo te identifica con el que se aleja de ti, y es la facultad común de volver: de ahí tu más grande pesadumbre.

Algo te separa del que se queda contigo, y es la esclavitud común de partir: de ahí tus más nimios regocijos.

Me dirijo, en esta forma, a las individualidades colectivas, tanto como a las colectividades individuales y a los que, entre unas y otras, yacen marchando al son de las fronteras o, simplemente, marcan el paso inmóvil en el borde del mundo.

Algo típicamente neutro, de inexorablemente neutro, interpónese entre el ladrón y su víctima. Esto, así mismo, puede discernirse tratándose del cirujano y del paciente.

Horrible medialuna, convexa y solar, cobija a unos y otros. Porque el objeto hurtado tiene también su peso indiferente, y el órgano intervenido, también su grasa triste.

¿Qué hay de más desesperante en la tierra, que la imposibilidad en que se halla el hombre feliz de ser infortunado y el hombre bueno, de ser malvado?

¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir! Toda la mecánica social cabe en estas palabras.


CESA EL ANHELO...

Cesa el anhelo, rabo al aire. De súbito, la vida amputa, en seco. Mi propia sangre me salpica en líneas femeninas, y hasta la misma urbe sale a ver esto que se para de improviso.

-Qué ocurre aquí, en este hijo del hombre? –clama la urbe, y en su sala del Louvre, un niño llora de terror a la vista del retrato de otro niño.

-Qué ocurre aquí, en este hijo de mujer? –clama la urbe, y a una estatua del siglo de los Ludovico, le nace una brizna de yerba en plena palma de la mano.

Cesa el anhelo, a la altura de la mano enarbolada. Y yo me escondo detrás de mí mismo, a aguaitarme si paso por lo bajo o merodeo en alto.


De Poemas humanos

EN SUMA, NO POSEO PARA EXPRESAR MI VIDA...

En suma, no poseo para expresar mi vida, sino mi muerte.

Y, después de todo, al cabo de la escalonada naturaleza y del gorrión en bloque, me duermo, mano a mano con mi sombra.

Y al descender del acto venerable y del otro gemido, me reposo pensando en la marcha impertérrita del tiempo.

¿Por qué la cuerda, entonces, si el aire es tan sencillo? ¿Para qué la cadena, si existe el hierro por sí solo?

César Vallejo, el acento con que amas, el verbo con que escribes, el vientecillo con que oyes, sólo saben de ti por tu garganta.

César Vallejo, póstrate, por eso, con indistinto orgullo, con tálamo de ornamentales áspides y exagonales ecos.

Restitúyete el corpóreo panal, a la beldad; aroma los florecidos corchos, cierra ambas grutas al sañudo antropoide, repara, en fin, tu antipático venado; tente pena.

¡Que no hay cosa más densa que el odio en voz pasiva, ni más mísera ubre que el amor!
¡Que ya no puedo andar, sino en dos harpas!
¡Que ya no me conoces, sino porque te sigo instrumental, prolijamente!
¡Que ya no doy gusanos, sino breves!
¡Que ya te implico tanto, que medio que te afilas!
¡Que ya llevo unas tímidas legumbres y otras bravas!

Pues el efecto que quiébrase de noche en mis bronquios, lo trajeron de día ocultos deanes y, si amanezco pálido, es por mi obra; y, si anochezco rojo, por mi obrero. Ello explica, igualmente, estos cansancios míos y estos despojos, mis famosos tíos. Ello explica, en fin, esta lágrima que brindo por la dicha de los hombres.

¡César Vallejo, parece
mentira que así tarden tus parientes.,
sabiendo que ando cautivo,
sabiendo que yaces libre!
¡Vistosa y perra suerte!
¡César Vallejo, te odio con ternura!




 
 
Alejandro Jodorowsky

Pequeños actos de bondad

No me queda más que alegrarme,
ofrecerle un vaso de vino al mendigo,
impedir que los gatos orinen las flores,
con silencio de perro acompañar a la viuda,
darle sábanas limpias al loco,
aplaudir a los malos actores,
prestarle dinero al estafador,
enviar rosas a la fea,
regalarle mi bastón al ciego.
Pequeños actos de bondad
realizados bajo la indiferencia
de un dios que no distingue
el bien del mal
ni la luz de su sombra.


Los celos

Como un aceite negro tu ausencia
invadiendo los muebles, los trajes, el espejo,
los ojos de mis gatos, cada letra
de cada línea de cada hoja de cada libro,
y más abajo la herida, nada,
sólo el eco difunto de tu voz
y yo dentro del pozo cayendo eternamente
sin alcanzar tu nombre, cofre de acero
donde duermen para siempre mis semillas.
Tus caricias para el otro en mi piel son latigazos,
son el cielo del alba atravesado por espinas,
son las sábanas del lecho convertidas en pantano,
son mis manos arañando el aire hasta sacarle sangre,
No supe ofrecerte cortadas en un plato ni mis orejas ni mi
alma.
Te di de puñetazos tratando de romper en tu cara la cara
de mi madre.
Te encerré en un cementerio lleno de lápidas portando sólo
mi nombre.
Hoy avanzo en las tinieblas llorando lágrimas de siete
metros
por debajo de mi máscara de perro
mientras lejos lejos lejos y más lejos
bailas tratando de asemejarte a tus propios límites.


Sólo preguntas

¿Perla en el hocico del perro eres tú la que aparece?
¿Eres tú la que navega en el río solitario de mi sangre?
¿Tú le ofreces un camino a mis huellas de cojo?
¿En ti mi conciencia ha extraviado sus espejos?
¿Cómo, infinita sábana de arena, he de encontrar tu ojo de agua?
¿Por qué tenías que ser tú y no la muerte?




José Saramago
*en portugués el original

Las palabras son nuevas

Las palabras son nuevas; nacen cuando
al aire las lanzamos en cristales
de suaves o duras resonancias.
Somos igual que los dioses, inventando
desde la soledad del mundo estas señales
como puentes que abrazan las distancias.


Orgullo de D. Juan en el infierno

Bien sé que para siempre: caí donde
no hay ni perdón ni carta de rescate.
Más fui, cuando viví, sal de la tierra,
la flor azul, el cetro de escarlata.
Aquí, sí condenado, no olvidé,
ni muerto estoy siquiera: vuelvo a ser yo
en la sangre de la mujer que, ardiente, pide
aquel modo de amar que fuera el mío.


Pues el tiempo no para

Pues el tiempo no para, nada importa
que los días vividos aproximen
el vaso de agua amarga colocado
donde la sed de vida se exaspera.
No contemos los días que pasaron:
fue hoy cuando nacimos. Solo ahora
la vida comenzó, y, lejos aún,
la muerte ha de cansarse en nuestra espera.


*ATÉ AO SABUGO

Dirão outros, em verso, outras razões,
quem sabe se mais úteis, mais urgentes.
Deste, cá, não mudou a natureza,
suspensa entre duas negações.
Agora, inventar arte e maneira
de juntar o acaso e a certeza,
leve nisso, ou não leve, a vida inteira.

Assim como quem rói as unhas rentes.


HASTA LA CARNE

Otros dirán en verso otras razones,
quién sabe si más útiles, más urgentes.
Éste no cambió su naturaleza,
suspendida entre dos negaciones.
Ahora, inventar arte y manera
de juntar el azar y la certeza,
se lleve en eso, o no, la vida entera.

Como quien se muerde las uñas cercenadas.


*ARTE POÉTICA

Vem de quê o poema? De quanto serve
a traçar a esquadria da semente:
flor ou erva, floresta e fruto.
Mas avançar um pé não é fazer jornada,
nem pintura será a cor que não se inscreve
em acerto rigoroso e harmonia.
Amor, se o há, com pouco se conforma
se, por lazeres de alma acompanhada,
do corpo lhe bastar a presciência.

Não se esquece o poema, não se adia,
se o corpo da palavra for moldado
em ritmo, segurança e consciência.


ARTE POÉTICA

¿Viene de qué el poema? De cuanto sirve
para trazar a escuadra la sementera:
flor o hierba, floresta y fruto.
Pero avanzar un pie no es hacer jornada,
ni cuadro será el color que no se inscribe
con acierto riguroso y armonía.
Amor, si lo hay, con poco se conforma
si, por ocio de alma acompañada,
del cuerpo le basta la presciencia.

No se olvida el poema, no se aplaza,
si el cuerpo de la palabra es moldeado
con firmeza, con ritmo y conciencia.

lunes, 15 de febrero de 2010

Poemas de Günter Grass, Ángela Hernández, Sylvia Plath y Nicanor Parra

Günter Grass

Las ventajas de las gallinas de viento

Porque apenas ocupan sitio
en sus perchas de corrientes de aire
y no picotean mis domésticas sillas.
Porque no desprecian las duras mondas de los sueños,
ni corren tras las letras
que el cartero pierde cada mañana ante mi puerta.
Porque se quedan quietas
de la pechuga al penacho,
paciente superficie, escrita en letra pequeña,
sin olvidar plumas ni apóstrofos...
Porque dejan la puerta abierta
y la clave sigue siendo la alegoría
que canta de vez en cuando.
Porque sus huevos son tan ligeros
y digeribles, traslúcidos.
Quién vio ese instante
en que el amarillo se harta, agacha las orejas y calla.
Porque su silencio es tan suave,
la carne del mentón de una Venus,
las alimento...

A menudo con viento del Este,
cuando pasan las hojas de tabiques intermedios,
se abre un nuevo capítulo
y me apoyo feliz en la valla,
sin tener que contar las gallinas...
porque son innumerables y se multiplican sin pausa.


Inundación

Esperamos que cese la lluvia,
aunque nos hemos acostumbrado
a permanecer invisibles, tras la cortina.
La cuchara es colador ahora y nadie se atreve ya
a extender la mano.
Muchas cosas flotan por las calles,
cosas bien escondidas en tiempo seco.
¡Qué penoso ver las sábanas usadas del vecino!
Vamos a menudo al indicador de nivel
y comparamos, como relojes, nuestras cuitas.
Algunas cosas pueden regularse.
Pero cuando los aljibes se desborden y se colme la medida que heredamos
tendremos que ponernos a rezar.
El sótano está sumergido, hemos subido las cajas
y comprobamos con la lista el contenido.
Todavía no se ha perdido nada...
Como es seguro que las aguas bajarán pronto
hemos empezado a coser sombrillitas.
Será muy duro volver a cruzar la plaza,
claramente, con sombra de plomo.
Al principio echaremos de menos la cortina
y bajaremos al sótano a menudo
para contemplar la marca
que las aguas nos legaron.


La escuela de los tenores

Coge el trapo, borra la luna,
escribe el sol, la otra moneda
del cielo, pizarra escolar.
Siéntate luego.
Tus notas serán buenas,
pasarás al curso siguiente,
llevarás una gorra nueva y más flamante.
Porque la tiza tiene razón
y la tiene el tenor que la canta.
Deshojará el terciopelo,
ahuyentará la hiedra, medida de la noche,
el musgo, su murmullo,
todos los mirlos.

Al que toca el bajo, emparédalo
en su bóveda.
¿Quién cree aún en barricas
en que el nivel del vino disminuye?
Sea pájaro o metralla
o sólo un zumbido hasta que cruje,
porque el éter está repleto
de fines de semana y veraneos.
Tijeras que, en la sastrería,
gorjean la canción de la primavera y la costura...,
no sigas su ejemplo.

Sacando el pecho, hasta que el viento dé un rodeo.
Una y otra vez trompetas,
cucuruchos de papel llenos de cebollas de plata.
Luego paciencia.
Espera hasta que los ojos de la señora se aparten,
dos criadas descontentas.
Sólo entonces esa nota que las copas temen
y el polvo
que persigue a las molduras hasta que cojean.

Raspas de pescado, ¿quién cantará esos intersticios
al mediodía ensartado en un junco?
¡Qué bien cantaba Else Fenske cuando,
en sus vacaciones de verano,
tropezó a gran altura
cayendo por una silenciosa grieta del glaciar
y dejándonos únicamente su sombrilla
y su do de pecho!

El do de pecho, los muchos afluentes del Mississippi,
su espléndido aliento
que inventó las cúpulas y el aplauso.
Telón, telón, telón.
Deprisa, antes de que el candelabro se niegue a seguir tintineando,
antes de que las galerías se inclinen
y la seda se abarate.
Telón, antes de que entiendas ese aplauso.



Ángela Hernández
Tifus

La taza de café se quiebra entre mis manos.
Mi mente incendia.
De las noches se desprenden semillas y manos delincuentes.
A veces veo una camisa blanca,
jóvenes pordioseros la apuñalan.
Entre las cosas fijas,
él va liviano.
Va lejos.
El cofre, la parafina, tos.
Ese algo de viejo entre la cama.
Él sale de madrugada a recoger imágenes,
de las que vienen por las aguas sucias.
Lleno de claridad, perdura.


Reunión Conmigo

Ha florecido el patio.
Corté la zona de mis debilidades.
Duermo con el dolor. Le soy extraña.
Es largo y desconocido el camino
de volver hacia mí.
El fuego que vieron arder mis ojos.
El agua sobre el cuerpo.
El aire sin nombre ni dirección.
La arena llena de cosas milenarias.
Mis pies han olvidado.
Y mi corazón danza bajo el látigo del amor.
Los poetas enferman como las manzanas.
Se ha borrado el lenguaje de lo eterno.
La verde primavera ríe oscura.
Que el silencio me purifique.
Que la soledad me alumbre.
Ahora soy Galatea. Anónima espora.
Tengo que morir a la servidumbre.
Olvido ser mujer. Olvido ser alguien.
Olvido la juventud y la vejez.
El mundo está espléndido.
¿Cómo pueden no verlo mis entrañas?

{Del libro Arca Espejada}


El orden de lo finito

Estoy soñando contigo, dice una voz en la noche.
Camino sobre un espejo lívido. Tal vez la mar.
Monstruo indefenso. Pueblo tierno de césped.
Ronronea.
En cercanía, luciérnagas, brevísimas piedras,
hunden la oscuridad.
Del otro lado surgen filamentos de hierba.
En el cielo un relámpago, sonrisa de enigmática
presencia.
Estoy soñando contigo
Fíjate en las flores de las cañas.
Sedosas.
Fluctuantes.
Flotantes.
Velos en mi sangre soplados por tu boca.
Dice una voz en la noche
Hay un grano de polvo,
un rosal que levita en nuestro patio.



Sylvia Plath
Papi

Ya no, ya no,
ya no me sirves, zapato negro,
en el cual he vivido como un pie
durante treinta años, pobre y blanca,
sin atreverme apenas a respirar o hacer achís.

Papi: he tenido que matarte.
Te moriste antes de que me diera tiempo…
Pesado como el mármol, bolsa llena de Dios,
lívida estatua con un dedo del pie gris,
del tamaño de una foca de San Francisco.

Y la cabeza en el Atlántico extravagante
en que se vierte el verde legumbre sobre el azul
en aguas del hermoso Nauset.
Solía rezar para recuperarte.
Ach, du.

En la lengua alemana, en la localidad polaca
apisonada por el rodillo
de guerras y más guerras.
Pero el nombre del pueblo es corriente.
Mi amigo polaco

dice que hay una o dos docenas.
De modo que nunca supe distinguir dónde
pusiste tu pie, tus raíces:
nunca me pude dirigir a ti.
La lengua se me pegaba a la mandíbula.

Se me pegaba a un cepo de alambre de púas.
Ich, ich, ich, ich,
apenas lograba hablar:
Creía verte en todos los alemanes.
Y el lenguaje obsceno,

una locomotora, una locomotora
que me apartaba con desdén, como a un judío.
Judío que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen.
Empecé a hablar como los judíos.
Creo que podría ser judía yo misma.

Las nieves del Tirol, la clara cerveza de Viena,
no son ni muy puras ni muy auténticas.
Con mi abuela gitana y mi suerte rara
y mis naipes de Tarot, y mis naipes de Tarot,
podría ser algo judía.
Siempre te tuve miedo,
con tu Luftwaffe, tu jerga pomposa
y tu recortado bigote
y tus ojos arios, azul brillante.
Hombre-panzer, hombre-panzer: oh Tú...

No Dios, sino un esvástica
tan negra, que por ella no hay cielo que se abra paso.
Cada mujer adora a un fascista,
con la bota en la cara; el bruto,
el bruto corazón de un bruto como tú.

Estás de pie junto a la pizarra, papi,
en el retrato tuyo que tengo,
un hoyo en la barbilla en lugar de en el pie,
pero no por ello menos diablo, no menos
el hombre negro que

me partió de un mordisco el bonito corazón en dos.
Tenía yo diez años cuando te enterraron.
A los veinte traté de morir
para volver, volver, volver a ti.
Supuse que con los huesos bastaría.
Pero me sacaron de la tumba,
y me recompusieron con pegamento.
Y entonces supe lo que había que hacer.

Saqué de ti un modelo,
un hombre de negro con aire de Meinkampf,

e inclinación al potro y al garrote.
Y dije sí quiero, sí quiero.
De modo, papi, que por fin he terminado.
El teléfono negro está desconectado de raíz,
las voces no logran que críe lombrices.

Si ya he matado a un hombre, que sean dos:
el vampiro que dijo ser tú
y me estuvo bebiendo la sangre durante un año,
siete años, si quieres saberlo.
Ya puedes descansar, papi.

Hay una estaca en tu negro y grasiento corazón,
y a la gente del pueblo nunca le gustaste.
Bailan y patalean encima de ti.
Siempre supieron que eras tú.
Papi, papi, hijo de puta, estoy acabada.


El Coloso

Nunca podré reunirte íntegramente,
juntar, pegar, articular como corresponde
Rebuznos de mula, gruñidos de cerdo, obscenos graznidos
provienen de tus grandes labios.
Peor que en un corral.

Quizá te consideres un oráculo,
portavoz de los muertos o de algún dios
Yo llevo treinta años esforzándome
por limpiar de fango tu garganta
y no he aprendido nada.

Trepando escaleritas con frascos de engrudo y baldes de lisol
me arrastro como una hormiga enlutada
por los campos cubiertos de maleza de tus cejas
para reparar tu inmenso cráneo y desbrozar
los descarnados, blancos túmulos de tus ojos.

Un firmamento azul de otra Orestíada
se cierne sobre nosotros. Oh padre, tú solo
eres una referencia histórica tan importante como el Foro Romano.
Aquí meriando, en una colina de seres siniestros.
las columnas de tus huesos y el acanto de tus cabellos vuelven
a su antigua anarquía esparciéndose hasta el horizonte.

Se necesita más que un rayo
para crear tanta ruina.
Algunas noches me acurruco en la cornucopia
de tu oreja, a salvo del viento,

y cuento estrellas rojas y estrellas color ciruela.
Sale el sol bajo el pilar de tu lengua.
Mis horas se desposan con la sombra.
Ya no escucho más el roce de la quilla
contra las sordas piedras del embarcadero.


Danzas nocturnas

Una sonrisa tuya cae en la hierba
y se pierde para siempre.

¿Y dónde se extraviarán
tus danzas nocturnas? ¿En las matemáticas?

Saltos y espirales tan puros-
sin duda recorren

eternamente el mundo, y no me quedaré
despojada de belleza: el don

de tu pequeña vida, tu olor
a pasto mojado cuando duermes, azucenas, azucenas

que no pueden compararse con tu carne.
La cala, los fríos pliegues de su ego,

y el lirio, embelleciéndose a sí mismo-
manchas, y un despliegue de pétalos ardientes.

Los cometas
tienen que atravesar tanto espacio,

tanta frialdad, tanto olvido.
Así se desvanecen sus gestos-

cálidos y humanos, y luego su luz rosada
sangrando y desollándose

a través de las amnesias negras del cielo.
Por qué me son otorgadas

estas lámparas, estos planetas
que caen como bendiciones, como copos de nieve

hexagonales, blancos
sobre mis ojos, mis labios, mis cabellos

rozándome y fundiéndose.
En ninguna parte.


Lady Lazarus

Lo logré otra vez,
me las arreglo —
una vez cada diez años.
Especie de fantasmal milagro, mi piel
brillante como una pantalla nazi,
mi diestro pie
es un pisapapel,
mi rostro un fino lienzo
judío y sin rasgos.
Descascara la envoltura
oh, mi enemigo,
¿Aterro acaso? —
¿La nariz, las cuencas vacías, los dientes?
El apestoso aliento
se desvanecerá en un día.
Pronto, muy pronto, la carne
que la tumba devoró
se sentirá bien en mí
y yo una mujer que sonríe.
Tengo sólo treinta años.
Y como gato he de morir nueve veces.
Esta es la Número Tres.
Qué desperdicio
eso de aniquilarse cada década.
Qué millón de filamentos.
La multitud mascando maní se agolpa
para verlos.
Cómo me desenvuelven la mano, el pie —
el gran desnudamiento.
Damas y caballeros.
Estas son mis manos,
mis rodillas.
Soy tal vez huesos y pellejo.
Sin embargo, soy la misma, idéntica mujer.
La primera vez que sucedió tenía diez.
Fue un accidente.
La segunda vez pretendí
superarme y no regresar jamás.
Oscilé callada.
Como una concha marina.
Tenían que llamar y llamar.
Recoger mis gusanos como perlas pegajosas.
Morir
es un arte, como cualquier otra cosa.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Lo hago para sentirme hasta las heces.
Lo ejecuto para sentirlo real.
Podemos decir que poseo el don.
Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Muy fácil hacerlo y no perder las formas.
Es el mismo.
Retorno teatral a pleno día,
al mismo lugar, mismo rostro, grito brutal
y divertido:
'¡Milagro!'
que me liquida.
Luego una carga a fondo
para ojear mis cicatrices, y otra
para escucharme el corazón –
de verdad sigue latiendo.
Y hay otra y otra arremetida grande
por una palabra, por tocar
o por un poquito de sangre
o por unos cabellos o por mi ropa.
Bien, bien, está bien HerrDoktor.
Bien. Herr Enemigo.
Yo soy vuestra obra maestra,
su pieza de valor,
la bebe de oro puro
que se disuelve con un chillido.
Me doy vuelta y ardo.
No creas que no valoro tu gran cuidado.
Ceniza, ceniza —
ustedes atizan, remueven.
Carne, hueso, nada queda 00
una barra de jabón,
una alianza de bodas.
Un empaste de oro.
Herr Dios, Herr Lucifer
Cuidado.
Cuidado.
Desde las cenizas me levanto
con mi cabello rojo
y devoro hombres como el aire.


La luna y el tejo

Esta es la luz de la mente, fría y planetaria.
Los árboles de la mente son negros. La luz es azul.
Las hierbas se lamentan a mis pies, como si yo fuera Dios,
hiriendo mis tobillos murmuran su humildad.
Espirituosas brumas humeantes habitan este lugar
separado de mi casa por una hilera de lápidas.
Simplemente no puedo ver si hay un sitio adónde ir.

La luna no es una puerta. Es una cara por derecho propio,
blanca como un nudillo y terriblemente turbada.
Arrastra al mar detrás de sí, como un crimen oscuro;
y está en calma
con el bostezo en O del total desencanto. Yo vivo aquí.
Dos veces cada domingo las campanas sobresaltan el cielo-
ocho grandes lenguas afirmando la Resurrección.
Finalmente, ellas proclaman con sobriedad sus nombres.

El tejo apunta hacia arriba. Su forma es gótica.
Sus ojos se elevan por sobre él, y encuentran a la luna.
La luna es mi madre. Ella no es dulce como María.
Sus vestiduras azules sueltan pequeños murciélagos y lechuzas.
Cómo desearía creer en la ternura-
el rostro de la efigie, dulcificado por las velas,
inclinándose, sobre mí en particular, con ojos indulgentes.

¡He caído tanto! Las nubes están floreciendo,
azules y místicas sobre el rostro de las estrellas.
Dentro de la iglesia, los santos serán todos azules,
flotando con sus pies delicados sobre los bancos fríos,
sus cabezas y sus caras rígidas de santidad.
La luna no ve nada de esto. Ella es calva y salvaje.
Y el mensaje del tejo es negrura -negrura y silencio.


Fiebre: 39,5º

¿Pura? ¿Qué significa eso?
Las lenguas del infierno
son torpes, torpes como las triples
lenguas del torpe y obeso Cancerbero
que jadea en la entrada. Incapaz
de eliminar de un lengüetazo
la crisis febril, el pecado, el pecado.
La yesca clama.
El olor indeleble
de una vela que se apaga!
Amor, amor, el humo a baja altura ondula
a mi alrededor como las bufandas de Isadora, y temo
que una de ellas se enganche y ancle la rueda.
Esos taciturnos humos amarillos
crean su propia atmósfera. No se elevan,
se arrastran en torno del globo
sofocando a los ancianos y a los mansos,
el débil
bebé del invernadero en su cuna,
a la lúgubre orquídea
que cuelga en el aire su jardín colgante,
demoníaco leopardo.
La calefacción la tornó blanca
y la mató en una hora.
Untando los cuerpos de los adúlteros
como una ceniza de Hiroshima, y consumiéndolos.
El pecado. El pecado.

Querido mío, toda la noche
estuve fluctuando, encendiéndome, apagándome.
Las sábanas llegan a pesar como el beso del libertino.
Tres días. Tres noches.
Agua con limón, agua
de pollo, el agua me da arcadas.


Amapolas en julio

Pequeñas amapolas, llamitas infernales,
¿es que daño no hacéis?

Se apagan y reviven. No puedo tocarlas.
En su fuego pongo las manos. Nada se incendia.

Contemplarlas me consume
Llameando así, su rojo ajado y brillante como piel
de alguna boca.

Una boca recién ensangrentada
pequeñas faldas sangrientas!

Hay efluvios que no puedo asir.
¿ Dónde están tus opios, tus asquerosas cápsulas?

¡Si pudiera desangrarme y dormir! -
¡ Si pudiera mi boca unir a una herida así!

Oh, vuestros líquidos rezuman en mí, cápsula de vidrio
Apagándose y aquietándose.

Mas, sin color, sin color. Descoloridamente.


Hombre de negro

Reciben el ímpetu
y se amamantan de la mar gris

A la izquierda y la ola
abre su puño contra el elevado

promontorio alambrado de púas

De la prisión de Deer Island
con sus cuidados criaderos,
corrales y pastos de ganado

A la derecha, el hielo de marzo
abrillanta aún los pocitos en las peñas,
acantilados de arenas penetrantes

se levantan de un gran banco de piedra
Y tú, contra esas blancas piedras
caminabas en tu ófrica chaqueta

negra, negros zapatos, cabello negro
Te detuviste allí,
detenido vértice

en la punta lejana,
afianzando piedras, aire,
todo ello, al unísono.


Canción de amor de la joven loca

"Cierro los ojos y el mundo muere;
levanto los párpados y nace todo nuevamente.
(Creo que te inventé en mi mente).

Las estrellas salen valseando en azul y rojo,
sin sentir galopa la negrura:
Cierro los ojos y el mundo muere.

Soñé que me hechizabas en la cama
Cantabas el sonido de la luna, me besabas locamente.
(Creo que te inventé en mi mente).

Dios cae del cielo, las llamas del infierno se debilitan:
Escapan serafines y soldados de satán:
Cierro los ojos y el mundo muere.

Imaginé que volverías como dijiste,
Pero crecí y olvidé tu nombre.
(Creo que te inventé en mi mente).

Debí haber amado al pájaro de trueno, no a ti;
Al menos cuando la primavera llega ruge nuevamente.
Cierro los ojos y el mundo muere.
(Creo que te inventé en mi mente). "


Límite

(El último poema que escribe Sylvia, a la víspera del suicidio:)

La mujer alcanzó la perfección.
Su cuerpo muerto muestra la sonrisa de realización,
la apariencia de una necesidad griega
fluye por los pergaminos de su toga,
sus pies desnudos parecen decir,
hasta aquí hemos llegado, se acabó.
Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes,
uno a cada pequeña jarra de leche ahora vacía.
Ella los ha plegado de nuevo hacia su cuerpo;
así los pétalos de una rosa cerrada,
cuando el jardín se envara
y los olores sangran de las dulces gargantas
profundas de la flor de la noche.
La luna no tiene por qué entristecerse,
mirando con fijeza desde su capucha de hueso.
Está acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus negros crepitan y se arrastran.



Nicanor Parra
El Hombre Imaginario

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario


Cartas a una desconocida

Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú? ¡Dónde
estarás, oh hija de mis besos!

 
La Poesía Terminó Conmigo


Yo no digo que ponga fin a nada
no me hago ilusiones al respecto
yo quería seguir poetizando
pero se terminó la inspiración.
La poesía se ha portado bien
yo me he portado horriblemente mal.

Qué gano con decir
yo me he portado bien
la poesía se ha portado mal
cuando saben que yo soy el culpable.

¡Está bien que me pase por imbécil!

La poesía se ha portado bien
yo me he portado horriblemente mal
la poesía terminó conmigo.


Test

Qué es un antipoeta:
un comerciante en urnas y ataúdes?
un sacerdote que no cree en nada?
un general que duda de sí mismo?
un vagabundo que se ríe de todo
hasta de la vejez y de la muerte?
un interlocutor de mal carácter?
un bailarín al borde del abismo?
un narciso que ama a todo el mundo?
un bromista sangriento
deliberadamente miserable?
un poeta que duerme en una silla?
un alquimista de los tiempos modernos?
un revolucionario de bolsillo?
un pequeño burgués?
un charlatán?
un dios?
un inocente?
un aldeano de Santiago de Chile?
Subraye la frase que considere correcta.

Qué es la antipoesía:
un temporal en una taza de té?
una mancha de nieve en una roca?
un azafate lleno de excrementos humanos
como lo cree el padre Salvatierra?
un espejo que dice la verdad?
un bofetón al rostro
del Presidente de la Sociedad de Escritores?
(Dios lo tenga en su santo reino)
una advertencia a los poetas jóvenes?
un ataúd a chorro?
un ataúd a fuerza centrífuga?
un ataúd a gas de parafina?
una capilla ardiente sin difunto?

Marque con una cruz
la definición que considere correcta

lunes, 8 de febrero de 2010

Poemas de Valerio Holguín, Yorgos, Odysseus Elytis y Pessoa

FernandoValerio Holguín

autorretrato a los treintiséis

sospecho que he padecido durante mucho tiempo estos sueños rojos y fríos. como un ventrílocuo escucho mi propia voz que me habla desde fuera y me humilla los huesos

sospecho que me he desangrado, fumando en silencio bajo esta luz estridente. sospecho que te he amado a sangre fría en los atardeceres malva de Bloomington, Málaga o Santo Domingo, poco importa

¿por qué no habré entonces -como un aprendiz ebrio- balbuceado algunas palabras de las que hacen brotar la sangre?

me temo que sea demasiado tarde: el mes próximo cumplo treintiséis años y el encierro comienza ya a pulirme los huesos

es todo cuanto tengo que declarar


Amantes

hay un Tiempo que apenas nos pertenece   un Tiempo que habitamos en la fuga   contra el graznido del cuervo y su ala triste un   Tiempo que nos define en el reverso de la sospecha y de la fiesta innombrable

este Tiempo nuestro se piensa a sí mismo   y nos consume como un fuego, en la espera vertiginosa   en arreboles de encuentros y desafíos   donde la palabra importa menos que la mirada en la carne que se sabe amada

no esperemos a que nos tiendan una celada contra el alto muro de la noche enemiga y entonces sea demasiado tarde   no dejemos que las máscaras nos impidan alcanzar la montaña y su amplio cielo   no permitamos que nos arrebaten este Tiempo hecho de agua cotidiana y ternura   que plagiamos en la prisa

porque este Tiempo huye con nosotros hacia la carne   hacia el vértigo en la fuga   hacia un torrente de sangre en las sienes   para que al fin pueda ser nuestra la dicha de sabernos en la eternidad de un instante


autorretrato a los cuarenta

deseo declarar las incontables, sucesivas muertes de mis cuarenta años y la redundancia de lunas y palmeras que pueblan mis días y atardeceres frente a Sans Soucí

quiero contar -y el tiempo se me hace voz en la garganta- las imnúmeras peripecias, desvaríos de los días trocados en miedo y de las noches como arrecifes frente al mar quiero aclarar la disonancia del arrepentimiento en las palabras y el aire tibio de estas algas milenarias

quisiera hablar -y no puedo- de las horas en que mustios lloran mis huesos arrimados a un almendro quisiera contar -y no tengo el valor- los años transformados en ficción los árboles violentos de pájaros y hojas muertas amenazando los límites del sueño podría decirte -y sé que miento- que he adjurado de la fascinación por los rincones oscuros de sangre

quisiera decir heliotropo y ascienden del sueño a la memoria como los cielos de septiembre las anémonas furiosas que tanto odié se parece tanto al infierno, la memoria de estos días traslúcidos, insondables, que quisiera -de pronto- ponerme a hablar de la dicha y no tengo -he perdido- tu boca, oh muérdago celeste

quisiera, tendría que aceptar simple y diáfano el dolor que traspasa los días como una bala en el paladar de este cielo inmenso del Caribe


santo domingo, bloomington

esta noche
escribo
y me he pensado caminando
las calles vacías de una ciudad
(santo domingo, bloomington, qué importa)

me he pensado ciego
caminando
y no he tenido ni tiempo ni fuerzas
para sonreír
o responder al saludo de un amigo

me he pensado a mí mismo
mientras camino
y no encuentro una salida
a estas calles repetidas
que vuelven con los años
y riman como una mala prosa

he perdido tanta sangre en estas calles
que apenas puede mi voz
nombrar la fiesta sangrienta
en que dejé mi sed

he cambiado tanto en la espera
y soy el mismo
tan vulnerable
y otro
y tantos

me he pensado tanto
que apenas pueden mis piernas sostener estas calles
(santo domingo, bloomington, qué importa)













Yorgos Seferis

Santorín

Asómate si puedes sobre el mar oscuro, olvidado
del eco de una flauta sobre los pies descalzos
que pisan tu sueño de la otra vida, la sumergida.
Escribe, si puedes, en tu última concha
el día, el nombre, el lugar
y tírala al mar para que se hunda.
Nos hemos hallado desnudos sobre la roca esponjosa
mirando las islas emergidas,
mirando las rojas islas que se hunden
en su sueño, en nuestro sueño.
Aquí estamos desnudos sosteniendo
la balanza que se inclina al lado
de la injusticia.
Tendones de fuerza, voluntad sin sombra, amor calculado,
al sol del mediodía figuras que maduran,
carrera del destino con el golpe de la mano joven
en la espalda:
en el lugar que se dispersó, que no resiste,
en el lugar que era alguna vez nuestro,
se hunden las islas, ceniza y herrumbre.
Altares en ruinas
y los amigos olvidados,
hojas de la palmera en la basura.
Deja, si puedes, tus manos que viajen
aquí en el cambio del tiempo en el barco
que se acercó al horizonte.
Cuando el dado golpeó la losa,
cuando la lanza golpeó la coraza,
cuando el ojo conoció al extranjero
y se secó el amor
en las almas horadadas.
Cuando miras a tu alrededor y hallas
los pies segados,
las manos muertas,
los ojos tenebrosos.
Cuando no te queda ya ni buscar
la muerte que escoges para ti,
oyendo un grito,
aún el grito del lobo,
como tu propiedad.
Deja, si puedes, tus manos que viajen,
despégalas del tiempo infiel
y húndete:
se hunde el que transporta las grandes piedras.

"Aquí terminan las obras del mar
las obras del amor."


ROSA DEL DESIERTO

Rosa del desierto, encontrar querías con que herirnos, más, como el secreto que va a liberarse, te inclinabas y era hermosa la orden que aceptaste dar y era la sonrisa como una espada alerta. El ascenso de tu cielo animaba el universo, de tu espina se arrancaba el designio del camino, nuestro impulso se insinuaba desnudo a poseerte, era fácil el mundo, un simple latido.


DEJA YA DE RONDAR EL MAR

Deja ya de rondar el mar y los pellejos de las olas empujando los navíos, bajo el cielo estamos nosotros los peces y los árboles son las algas.


DIJISTE HACE AÑOS

Dijiste hace años: En el fondo soy un asunto de luz. Y ahora todavía al apoyarte en la ancha espalda del sueño, aun cuando te hunden en el pecho aletargado del pronto, buscas rincones donde el negro se ha gastado y no resiste, buscas a tientas la daga destinada a perforar tu corazón y abrirlo a la luz.


EL PAPEL BLANCO DURO ESPEJO

El papel blanco duro espejo sólo devuelve eso que fuiste. El papel blanco habla con tu voz, tu propia voz, no aquélla que te gusta, tu música en la vida esa que derrochaste. Puede que no vuelvas a ganar si lo deseas, si te clavas a esa cosa indiferente que te lanza atrás ahí dónde empezaste. Viajaste, muchas lunas viste, muchos soles, tocaste muertos y vivos, sentiste el dolor del bravo mozo y el gemido de la mujer, la amargura del niño inmaduro, cuanto has sentido se derrumba sin sustento si a este vacío no te fías. Quizás ahí encuentres cuanto creíste perdido, el brote de la juventud, el justo naufragio de la edad. Tu vida en cuanto diste, este vacío es cuanto diste, el blanco papel.


Odysseus Elytis

DEL EGEO

El eros, el archipiélago y la proa de sus espumas y las gaviotas de sus sueños en su más alto mástil el marinero ondea una canción. El eros, su canción y los horizontes de su viaje y el eco de su nostalgia en su más mojada roca la prometida espera un barco. El eros, su barco y la despreocupación por sus nortes y el foque de su esperanza en su más ligero oleaje una isla mece la llegada.


LOS PEQUEÑOS ÉPSILON (fragmento)

Las amarguras que el tiempo arroja dentro de mí las sustrae de mis poemas. Me he llenado de arrugas, para permanecer terso ahí donde nadie me recordará. Una rosa que se vuelve poesía te puede destrozar mucho más que un puñetazo que no se vuelve poesía. Millares de palabras se marchitan en los libros rojos, cuando una simple muchacha dispara. Al parecer, incluso para derrocar gobiernos -qué triunfo- se necesita la buena calidad. En la tristeza de la interminable mediocridad que nos ahoga por todos lados, me consuela que en algún lugar, en alguna habitación pequeña, algunos obstinados luchan por eliminar el desgaste. Con pleno conocimiento de que un día este planeta se congelará o se incendiará junto con sus logros. Ellos, otro tipo de héroes, son los que harán quedar bien a la alguna vez humanidad. Extraño: en nombre del humanismo, desde siempre los pueblos han dado dos pasos adelante y los poetas dos pasos atrás. No nos engañemos. No te haces vegetariano comiendo cordero pintado de verde. Que reduzcas un poema a su sentido esencial no tiene ningún sentido. Una cámara fotográfica oculta en la mala poesía nos condena a volver a ver aquello que hemos visto muchas veces -y a no ver aquello que nunca hemos visto. Seguramente la capacidad de observación es un gran defecto para el poeta que, al final, acaba tomando las nubes por nubes. Muchas mentiras esperan en fila para ocupar el lugar de la verdad. Al menos mintamos correctamente. Muchos en la poesía, porque resulta que son feos, proclaman que Dios hizo feo al mundo. Algunos incluso llegan más lejos: porque alguna vez estuvieron en peligro de ahogarse, insisten en que el mar no es azul. No percibes la magia con la interpretación de la magia, mucho menos con la descripción de la interpretación de la magia. O cantas, o callas. No dices: esto que hago es canto. Eso faltaba. Si los pájaros pensaran nos arrojarían piedras -perdón, quise decir excrementos. En nuestros tiempos se admira más al diamante que se vuelve carbón que al carbón que se vuelve diamante. La sensación del fracaso continúa siendo el buen conductor de las emociones en una mayoría a la que, queriéndolo o no, este complejo la domina toda su vida. Joven, recuerda: no te haces esclavo cuando te somete sólo quien tiene el poder -sino también quien lucha en su contra. Olor de los Textos: a madera húmeda en el fuego, o a hojas podridas, o a habitación vacía. Y más: a piedra ardiente en el sol, a establo, a cabello sin lavar de una mujer hermosa. ¡Pobre Guerlain! Cuidado con la emoción. Si es hechicera, no deja de ser embustera. De la misma manera en que a veces una palabra (no necesariamente bonita o rara) se vuelve el pretexto para crear todo un verso, de tal modo que esa palabra pueda encontrar su lugar preciso y resplandezca, ese verso, a su vez, por la misma razón, se vuelve a veces pretexto para crear todo un poema, cuyo contenido, si nació de dos o tres sílabas humildes, como sentido está tan alejado de ellas como un hombre completo del placer de un instante, que se volvió la razón de que existiera. Toda gran música, en el fondo, es un menosprecio de la muerte. Lo Uno y lo Absoluto que concibe nuestra mente es lo mucho y lo relativo de los demás, llevados a la claridad de la unidad. La distancia de la ``nada'' a lo ``mínimo'' es mucho más grande que la de lo ``mínimo'' a lo ``mucho''. Grecia es el país dorado de la Poquedad que inutiliza el valor del número; pero también el país negro de lo Desigual, donde ningún destino se corta a la medida dada del inicio. En la vida, que aciertes a algunas codornices significa: las mataste. En el arte: las resucitaste. El arte, aun cuando se dirige hacia la muerte, la sube; no cae dentro de ella. Y es por eso que cuanto más se agota la vida, tanto más la obra flota con la cabeza de fuera. Sólo que, a veces, algunos no perciben el espejo y se rompen la cara. Si hay algo que teme el artista consciente es que sabe que los cadáveres de las malas obras son peores que los del hombre. Es cómico, pero las palabras que te ayudan a vivir al otro le ayudan a matarte.


EL MONOGRAMA

Es temprano todavía en este mundo, me oyes
No han sido domesticado los monstruos, me oyes
mi sangre perdida y el aguzado, me oyes
puñal
que corre como carnero por los cielos
y quiebra las ramas de las estrellas, me oyes
Soy yo, me oyes
Te amo, me oyes
te tengo y te llevo y te visto
con el blanco traje nupcial de Ofelia, me oyes
Dónde me dejas, adónde vas y quién, me oyes
te toma de la mano por encima de los diluvios
enormes lianas y lava de volcanes
Llegará el día, me oyes
en que nos entierren y miles de años después, me oyes
nos convertirán en rocas brillantes, me oyes
para que sobre ellas luzca la crueldad, me oyes
humana
y en cinco mil añicos nos arrojará, me oyes
a las aguas uno-a-uno, me oyes
Mis amargos guijarros cuento, me oyes
y es el tiempo una gran iglesia, me oyes
donde a veces en las imágenes, me oyes
de los santos
surgen lágrimas verdaderas, me oyes
y las campanas abren en lo alto, me oyes
un hondo pasaje que permita mi paso
Aguardan los ángeles con cirios y fúnebres salmos
no voy a ninguna parte, me oyes
o ninguno o los dos juntos, me oyes
Esta flor de la tormenta y, me oyes
del amor
de una vez para siempre la cortamos, me oyes
y no habrá de florecer de otra manera, me oyes
en otra tierra, en otra estrella, me oyes
No existe el suelo, no existe el mismo aire, me oyes
que tocábamos, me oyes.
y ningún jardinero tuvo la dicha en otros tiempos
después de tanto invierno y tantos vientos fríos, me oyes
Que nazca una flor, sólo nosotros, me oyes

levantamos toda una isla, me oyes
con grutas y cabos y acantilados florecidos
Oye, oye
quién habla a las aguas y quién llora - ¿oyes?
Quién busca al otro, quién grita - ¿oyes?
Soy yo que grito, soy yo que lloro, me oyes
Te amo, te amo, me oyes.






 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Fernando Pessoa
 
Poema XXIX

No soy igual en lo que digo y escribo.
Cambio, pero no cambio mucho.
El color de las flores no es el mismo bajo el sol
que cuando una nube pasa
o cuando entra la noche
y las flores son color de sombra.
Pero quien mira ve bien que son las mismas flores.
Por eso cuando parezco no estar de acuerdo conmigo
fijaros bien en mí:
si estaba vuelto para la derecha
me volví ahora para la izquierda,
pero soy siempre yo, asentado sobre los mismos pies.
El mismo siempre, gracias al cielo y a la tierra
y a mis ojos y oídos atentos
y a mi clara sencillez de alma.

Del heterónimo Alberto Caeiro


El guardador de rebaños

Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.

Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.

He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.

¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?

Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.

Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.

¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.

Paso y me quedo, como el Universo.

Del heterónimo Alberto Caeiro


Si, después que yo muera, se quisiera escribir mi biografía...

Si, después que yo muera, se quisiera escribir mi biografía,
Nada sería más simple.
Exactamente poseo dos fechas -la de mi nacimiento y
                                                                                   la de muerte.
Entre una y otra todos los días me
pertenecen.
Soy fácil de describir.
He vivido como un loco.
He amado a las cosas sin ningún sentimentalismo.
Nunca tuve un deseo que no pudiera colmar, pues nunca anduve ciego.
Incluso escuchar para mí fué nada más que un complemento del ver.
Comprendí que las cosas son reales y totalmente diferentes una de otra:
Lo comprendí con los ojos, jamás con el pensamiento.
Comprenderlo con el pensamiento hubiera sido encontrarlas
todas iguales.

Un día me sentí dormido como un niño.
Cerré los ojos y dormí.
Y, a propósito, yo era el único poeta de la Naturaleza.


Si muero pronto

Si muero pronto,
sin poder publicar ningún libro,
sin ver la cara que tienen mis versos en letras de molde,
ruego, si se afligen a causa de esto,
que no se aflijan.
Si ocurre, era lo justo.

Aunque nadie imprima mis versos,
si fueron bellos, tendrán hermosura.
Y si son bellos, serán publicados:
las raíces viven soterradas
pero las flores al aire libre y a la vista.
Así tiene que ser y nadie ha de impedirlo.
Si muero pronto, oigan esto:
no fui sino un niño que jugaba.
Fui idólatra como el sol y el agua,
una religión que sólo los hombres ignoran.
Fui feliz porque no pedía nada
ni nada busqué.
Y no encontré nada
salvo que la palabra explicación no explica nada.

Mi deseo fue estar al sol o bajo la lluvia.
Al sol cuando había sol,
cuando llovía bajo la lluvia
(y nunca de otro modo),
sentir calor y frío y viento
y no ir más lejos.

Quise una vez, pensé que me amarían.
No me quisieron.
La única razón del desamor:
así tenía que ser.

Me consolé en el sol y en la lluvia.

Me senté otra vez a la puerta de mi casa.
El campo, al fin de cuentas, no es tan verde
para los que son amados como para los que no lo son:
sentir es distraerse.

Del heterónimo Alberto Caeiros
Versión de Octavio Paz

lunes, 1 de febrero de 2010

Alejandra Pizarnik, Enriquillo Sánchez y Octavio Paz












Alejandra Pizarnik

A LA ESPERA DE LA OSCURIDAD

Ese instante que no se olvida
tan vacío devuelto por las sombras
tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
desnudo desnudo de sangre de alas
sin ojos para recordar angustias de antaño
sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma
ponle tus cabellos escarchados por el fuego
abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
a tus pies donde mueren las golondrinas
tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
humedecen las únicas palabras
por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada
acurrucado en la cueva del destino
sin manos para decir nunca
sin manos para regalar mariposas
a los niños muertos.


LA ENAMORADA

esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.

hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

(de La última inocencia, 1956)


SALVACIÓN

Se fuga la isla
y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta
Ahora
es el fuego sometido
Ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidos en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilización
que purifica la caída de la noche
Ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía.


LA JAULA

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.


LEJANÍA

Mi ser henchido de barcos blancos.
Mi ser reventando sentires.
Toda yo bajo las reminiscencias de tus ojos.
Quiero destruir la picazón de tus pestañas.
Quiero rehuir la inquietud de tus labios.
¿Por qué tu visión fantasmagórica redondea los cálices de estas horas?


NOCHE

correr no sé donde
aquí o allá
singulares recodos desnudos
basta correr!
trenzas sujetan mi anochecer
de caspa y agua colonia
rosa quemada fósforo de cera
creación sincera en surco capilar
la noche desanuda su bagaje
de blancos y negros
tirar detener su devenir


LA ÚLTIMA INOCENCIA

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.

He de partir

Pero arremete ¡viajera!


EL DESPERTAR

a León Ostrov

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.

Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada

Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue

¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo


EXILIO

a Raúl Gustavo Aguirre

Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas
aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.


PEREGRINAJE

a Elizabeth Azcona Cranwell

Llamé, llamé como la náufraga dichosa
a las olas verdugas
que conocen el verdadero nombre
de la muerte.

He llamado al viento,
le confié mi ser.

Pero un pájaro muerto
vuela hacia la desesperanza
en medio de la música
cuando brujas y flores
cortan la mano de la bruma.
Un pájaro muerto llamado azul.

No es la soledad con alas,
es el silencio de la prisionera,
es la mudez de pájaros y viento,
es el mundo enojado con mi risa
o los guardianes del infierno
rompiendo mis cartas.

He llamado, he llamado.
He llamado hacia nunca.


CENIZAS

La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.

Pronto nos iremos

Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?

Porque a Ti te debo lo que soy

Pero no tengo mañana

Porque a Ti te...

La noche sufre.


ANILLOS DE CENIZA

a Cristina Campo

Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.


MADRUGADA

Desnudo soñando una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.


CUARTO SOLO

Si te atreves a sorprender
la verdad de esta vieja pared;
y sus fisuras, desgarraduras,
formando rostros, esfinges,
manos, clepsidras,
seguramente vendrá
una presencia para tu sed,
probablemente partirá
esta ausencia que te bebe.


FORMAS

no sé si pájaro o jaula
mano asesina
o joven muerta jadeando en la gran garganta oscura
o silenciosa
pero tal vez oral como una fuente
tal vez juglar
o princesa en la torre más alta.


SOMBRAS DE LOS DÍAS A VENIR

a Ivonne A. Bordelois

Mañana
me vestirán con cenizas al alba,
me llenarán la boca de flores,
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración
de un animal que sueña.


Enriquillo Sánchez

artesanía

Este hombre hacía
nísperos, manzanas de almíbar,
claveles del color de la tarde,
santos de palo cuyo único
milagro era la belleza;
palomas de espuma,
muñecas de azúcar o guarapo,
goletas de canela o cabuya
para mares de música,
llenos de barquillas,
buzos, girasoles.
Podía hacer
que el sueño de los niños
cupiera en un pétalo,
o que la tristeza concluyera
como concluye un güiro:
en danzas de flor y de acordeón.
Este hombre apareció,
cuando más leve fue la madruga,
en esta cuneta
que él pobló de enredaderas.
Con su muerte
concluyen los prodigios.


estuve en tu seno como una fiera muda

Estuve en tu seno como una fiera muda.
Estuve en tu seno como un ángel hambriento.

De tu seno a tu seno hay un camino.
De tu seno a tu seno hay dos delfines.

Tu seno derecho navega hacia el izquierdo.
Tu seno izquierdo navega hacia el olvido.

No tengo boca para el delfín.
Me sobran ojos sobre la rosa.

Estuve en tu seno como una lluvia rota.
Estuve en tu seno como una daga fina.

En la ribera del viento están tus senos.
A la orilla de un potro que galopa.

En mis ojos navegan y a mis ojos regresan.
Navegan desde un puerto que el agua interroga.

Son dos rincones de pez nadando hacia mi lengua.
Son dos islas de sombra con que el tigre retoza.


no cejar, ceja

Después dirán que repartías
migajas de un potro muerto en la luz sin cuartel de la pobreza.

Después dirán que no diste las gracias.

Después dirán que no retornas,
lloviendo como llueves en una locomotora exhausta.

Después dirán que te comías los párpados.
Después dirán que te perdonan,
abeja labradora de colmenas que nadie habita ni el silencio.

Después dirán que la garata con puño,
que una goleta de limo hundiéndose en la tarde,
que aquel similindruño, ábreme el puño,
que la cigua se nutría de música y de polen,
que los guloyas no despiden a nadie,
que cantamos, que cantemos, que cantamos

Y cantamos, Ceja.
Concluyen los limoncillos y cantamos, Ceja.

Ve a noquear a Dios, que te espera con miedo.
Aquí te guardamos los secretos que arrancaste de a poco
Hay un retazo de ring en toda mano pobre,
en toda rosa pobre, en toda pobre cobacha de lucero.
Ella se llama algodón y él se llama no quiero,
madre, hijo, patria pequeña que no late, leve, calladita.
Hemos pactado todos los rounds imposibles de tu ceño
para pelear dondequiera con la muerte.
La campanilla breve apresa tu alegría
y nosotros cantamos por tus puños de azúcar,
Ceja que nos llegas con la guardia en alto
y el mar en alto y la mañana muerta.

Deja que un guloya enfermo diga si amaneces,
mientras convences a Dios de que pegas jugando.

Berlín, 13 de julio 2004




















Octavio Paz

Destino del Poeta

¿Palabras? Sí, de aire,
y en el aire perdidas.

Déjame que me pierda entre palabras,
déjame ser el aire en unos labios,
un soplo vagabundo sin contornos
que el aire desvanece.

También la luz en sí misma se pierde.



La Poesía


¿Por qué tocas mi pecho nuevamente?
Llegas, silenciosa, secreta,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría.

El mundo cede y se desploma
como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio,
como un solitario combatiente

Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que sólo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas. contra invisibles huestes.

Subes desde lo más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.

Ya sólo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa substancia,
avidez subterránea, delirante.

Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mi tacto,
hielas mi frente,
abres mis ojos.

Percibo el mundo y te toco,
substancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.

Nublan mis ojos imágenes opuestas,
y a las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que anega un agua más oculta y densa.
En su húmeda tiniebla vida y muerte,
quietud y movimiento, son lo mismo.

Insiste, vencedora,
porque tan sólo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan sólo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
substancia de mi alma.

Eres tan sólo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.

Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.


Repeticiones

El corazón y su redoble iracundo
el obscuro caballo de la sangre
caballo ciego caballo desbocado
el carrousel nocturno la noria del terror
el grito contra el muro y la centella rota
Camino andado
camino desandado
El cuerpo a cuerpo con un pensamiento afilado
la pena que interrogo cada día y no responde
la pena que no se aparta y cada noche me despierta
la pena sin tamaño y sin nombre
el alfiler y el párpado traspasado
el párpado del día mal vivido
la hora manchada la ternura escupida
la risa loca y la puta mentira
la soledad y el mundo
Camino andado
El coso de la sangre y la pica y la rechifla
el sol sobre la herida
sobre las aguas muertas el astro hirsuto
la rabia y su acidez recomida
el pensamiento que se oxida
y la escritura gangrenada
el alba desvivida y el día amordazado
la noche cavilada y su hueso roído
el horror siempre nuevo y siempre repetido
Camino andado
camino desandado
El vaso de agua la pastilla la lengua de estaño
el hormiguero en pleno sueño
cascada negra de la sangre
cascada pétrea de la noche
el peso bruto de la nada
zumbido de motores en la ciudad inmensa
lejos cerca lejos en el suburbio de mi oreja
aparición del ojo y el muro que gesticula
aparición del metro cojo
el puente roto y el ahogado
Camino andado
camino desandado
El pensamiento circular y el circulo de familia
¿qué hice qué hiciste qué hemos hecho?
el laberinto de la culpa sin culpa
el espejo que acusa y el silencio que se gangrena
el día estéril la noche estéril el dolor estéril
la soledad promiscua el mundo despoblado
la sala de espera en donde ya no hay nadie
Camino andado y desandado
la vida se ha ido sin volver el rostro.