martes, 14 de septiembre de 2010

Poetas de las Miserias (Entrada #15)

Soluciones paranormales

1

Soy un ave creciendo. Y a veces caigo rendido, desnudo, enjaulado en estas cuatros paredes que me son ajenas a distancia. Alguien, todos los domingos, viene a visitarme, dice que aguante, que un día de estos ya no seré ave que pretende volar desde la azotea, pero mis esfuerzos van un poco más allá cuando me toma fotos en esta posición tan ridícula como normal: Permanezco en cuclillas, ahora mis manos se aferran a mis tobillos, soy un rollo de papel escrito de poesía, no, un ave con miedo, herida sin su plumaje. El médico indicó eso, saltar desde la azotea, dijo que ya no importa que no hable, porque en los actos está la esencia y si me arrojo desde esta distancia es como si hablara lo que me consume.


2

Aparto un latido en el fondo al volver. Ayer decía de la blancura de estas paredes, y penetran lánguidas por mis retinas huecas. Allá vemos como el ser humano se arrastra por migajas, un hambre eclipsada, fresca, mórbida resurrección en campanarios y penumbras. Está amaneciendo desde esta ventana que soy; puedo verme en la San Luis pasear y reír con Gina a causa de los maniquíes en las vidrieras de las tiendas. Siempre lo mismo con los chinos, los indígenas peruanos y ecuatorianos, llegan y se toman las tiendas para uñas y cosméticos de fantasía. Bordeo al alba sin la luz de la noche tibia como un jinete sobrio de misterio. Nunca nos reiniciamos. Pero otra vida cuesta en una mirada y así podemos hablar de siquiatría y banderas a media asta. Un legado a nuestro hijos que no posee precio. Cada noche, cuando vienen las damas vestidas de verde y rosa bloqueo mi mente y viajo a regiones impenetrables por seres autóctonos, no me agrada que introduzcan el fino metal en mi brazo. Antes sentía que un trozo de mi alma era extirpado mediante el tubo de metal, y ese líquido rojo era como la revolución Rusa desnuda con sus disparates. Pero ya puedo perdonar a las damas de verde y rosa aunque no sea justo conmigo mismo, ni me acuerdo. Es una satisfacción de vanguardia bloquear la mente para evadir la vida y lanzarme al vacío de la inmediatez.


3

Apenas soy alguien que consigue ser atrevimiento al reproducir una mariposa muerta en la resinas de los árboles. Se me ocurre destruir esta imagen y capturar el momento en que ella, la mariposa, sin saber su origen vuela entre las fibras resinosas de estas paredes blancas. Una pequeña mancha, se lo he dicho al conserje, en la pared norte dice que la historia es el resultado de la vida inventada. No da lo mismo crear un cielo terrestre donde pisemos con los pies un mundo lleno de promiscuidad, de asesinatos, suicidios, dioses corruptos y de gentes francamente estúpidas, que una tierra celeste donde se juega a un destino cruel. ¿Qué historia deseamos? ¿La historia no la hacen los hombres? ¿Se hace a sí misma? Miro como el sol deja su rastro y la mariposa vuela a reencontrarse con su compañera. No tenemos culpas de ser predecesores de una historia alada y refinada. Un pueblo que olvida su historia está condenado por necesidad a volver a repetirla y ni siquiera entenderemos de ella en nuestras propias narices, y no tan sólo eso, sino que la historia regresa en eventos, con distintos actores y protagonismos de seres incongruentes. Porque cientos de carteles, afiches, pancartas y letreros van por las calles en protesta de la gran marcha pacífica.

Unos dicen: derroten al enemigo.

Mujeres asesinadas gritan unánimes: disfruten vivir.

Los hombres y mujeres van deprisa llevando algo más pesado que sus cuerpos. Migran deseosos pretendiendo ver el pelo azul de las sirenas.

Adónde se dirigen, le pregunto a una mujer que come galletas sin descanso como una autómata.

Adónde se dirigen, pregunto nueva vez.

La revolución de la multitud es la clave para encontrar la cura, contesta un hombre viejo y joven a la vez.

Unos cuantos se dispersan por la revelación a un extraño, ajeno a la gran marcha domestica. Unos muchachos de unos doce o trece años comienzan a dibujar la boca de la mujer masticando las galletas, proceso de precisión y serenidad. Ayer fui al estreno de un filme. Hoy concurro a la gran marcha y no le quito los ojos a la mujer ingiriendo las galletas. Oigo gritar a coro: la enfermedad del hombre es el hombre. Querrán decir: la enfermedad de la humanidad son los seres humanos. En fila india la multitud se dirige al punto magnético. Ahora observo a una pila de cuerpos en una zanja: los que desertaron murieron cuando la pesadilla pobló sus ojos.

Pregunto por tercera vez al viejo que ya es joven: de qué murieron ésos.

Me mira de arriba abajo, indiferente, como quien dice, y tú quien eres.

Pregunto una vez más y el viejo más joven aún, dice: les agarró el mal tiempo de “Este Tiempo”.

Es lamentable que la gran marcha no pueda llegar ni cumplir la penitencia, le digo.

Sólo nos queda llorar a ver si pasa un milagro y la humanidad sane de su propia existencia, contesta sonriendo.

Esa tarde después de ver la gran marcha entré a una librería a comprar una revista de arte. Había muchas gentes, el lugar estaba abarrotado de clientes por la cuarta edición de un “Best Seller”. Pedían a gritos y comencé a imitarlos. Grité fuerte, tan fuerte, cosa extraña, un joven que estaba apartado del grupo esperaba tal vez su turno en silencio contemplando el reperpero, dijo refiriéndose a mí: Qué busca.

Sicoloanalizarme, contesté aún voceando y le mentí. Luego pensé, un tipo como yo pensando en sicoanálisis, bah.

Ah, paciente de término, expresó con una sonrisilla en su boca. Miré su tupida barba marxista-leninista con posibilidad de extenderse a su memoria. Los enfermos en su fase no se enojan, continuó diciendo.

Pues en este caso sí, es costumbre. Así entienden con presteza, dije irritado.

A qué vino a este lugar, preguntó.

Me quedé en silencio. Corre por mis venas una imagen. El análisis se vuelve inestable. Percibió como un maestro el juego de la cibernética, pensé. Sonrió abiertamente dejando ver sus dientes blanquísimos. Observó en parsimonia el texto de dialéctica. Después, casi instantáneamente, inclinó su cabeza al techo opaco. Los conductos del ventilador y las aspas de los abanicos de techos murmuraban el Eterno Retorno de Nietzsche, pensé. Me vio con un rostro risible y dijo: “Es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres” y salió de la librería sin volver su rostro peludo. Pude verlo a través del cristal que seguía riendo a plena calle.



4

Tantas cosas iluminan mis tentaciones con las promesas de un día terrible. Muy, muy terrorífico. Qué diablos importa si tachan a confesión mis encuentros, mis ficciones, mis armas… almas, mis débiles mirares, mis giros, mis diabluras y diosuras; mi desdobles enfermos donde hay contradicciones, analogías y sufrimientos. Qué poco deberé ceder a tantos escupitajos, a tanta brutalidad. Son ellos los extraños dolores en las noches eternas que avecinan la torpeza de unos cuantos. Son infelices y no lo comprenden, son miasmas y mucho menos hacedores de personas nuevas que salen de todos los escondites de la luz.

Seremos entonces aparentes de cosas… cosas llenas de horror y maleficios macabros, conexiones como pretextos en algo que no posee ni pie ni cabeza. Se enaltece la vociferación a los vientos malsanos de la no hilaridad de las imágenes, y no hay dicha, esa dicha eufórica de fragmenticidad al dar, quitar, crear, sonreír a locura sagrada, gustar, romper, rendirte, abandonarte o gastarte en las infinitas imágenes del yo.

Hesse quizá tenga un poco de clarividencia y éste que aquí trata de vaciarse sólo retiene la oscuridad, el bizantinismo o la extraña fórmula algebraica de la muerte. Pues el conocimiento que trata de dar a otro siempre es locura y el eco no es más que una sinfonía sonsa y purulenta.

El espíritu racional nunca alcanzará a ubicar la ínfima fisura que existe entre una imagen y otra. Pero le entiendo. El espíritu irónico e irracional sólo canta y canta… odia y odia… ama y ama… hasta la mierda o el rastro de una babosa.

Lo contrario de la luz es la luz. Esto reduce nuestra condición a la apariencia y en ves de volar estaríamos cavando nuestra tumba.

Qué diablo nos anima a ser tan enfermizos y malogrados. Maldita sea sombra y luz, maldita mi voz, maldito mi consuelo, maldita sea, sólo sientes y ya basta… basta de tantos purgantes estimados y aclaratorios. No ves la pelambre de mis retinas, en mi piel de betún el escozor de la santidad y la satanidad. Si no te has asomado mira las flores que no poseen los suficientes días para florecer en el desierto sombrío de la humanidad. Todo esto me mantiene insomne, delirante. Son escorpiones aguijoneándome. El veneno feliz y letal va ocupando y me quema amargo, dulce de estupor. Es la intriga de otro mundo que asalta las pesadillas: cuántos ahorcados, cuántos acuchillados, cuántos cadáveres. Pero me compadezco. El cielo me trepa por las manos y mi cuerpo sufre la contaminación. Rendirme sería el milagro, la conquista… de la ciudad frente al caos de las imágenes, de mi aniquilación perversa, tuya Magi, ante mis incoherencias danzarinas. Tuya mientras los pétalos escriban. Tuya, absolutamente tuya cuando mi semen contraiga la boca. Tuya, es tuya la victoria vasta. Victoria. Hermosa victoria escrita frente a esta tierra. ¡Basta! ¡Basta!

(Sinfonía del Acrópolis

“a los asesinos más infames, a los crueles animales del abismo: a Caín deudor de muerte. a Alejandro y a su Bicéfalo corcel bruñido en sombras. no tenemos origen.

a Anaximandro y a sus indefinidas lamentaciones. a Sócrates y a su eterno conócete a ti mismo. brutalidad. dónde está la verdad de la mentira.

a los héroes miserables que pacen en el tártaro de sus aptitudes. a los mendigos exterminadores de pecados. la ciencia es el ala sombría de un ruido unísono, vasto… a los estados y sus guerras… no podrá Occidente ni Oriente hacer un ídolo etéreo en el acuario. a los infelices poseedores de la calumnia, a estos, santos invertidos. el arte sobrevivirá a pesar del silencio.

a París, dolor fomentado en la entraña del sol. al guerrero de la luz y a sus huestes prenatales. a la revolución inexistente de mis quehaceres, a esta fatal y mal habida insurrección dominadora me elevo en una plegaria dudosa.

a mis hermanos y a su séquito de piratas inconformes. a las luchas intestinales de los mitos y la creencia, a la aniquilación de lo trivial y lo opulento, a la exaltación del infinito y su finitud. alabo en bendición el encuentro de los cielos petrificados en sal y helio. nacido de tremendas contiendas, al infierno, que vomita azufre de hielo y ojos presuntuosos deseando romper y unir.

a los esclavos libertos… a lo clandestino roto en las caricias de Magi y su amante infiel en las tormentas. alucinación, a-luci-nación. a los pájaros migratorios y a las ballenas: poesía metropolitana y a sus gallardías preñadas de cobijos y campanarios… a esa droga letal de la conciencia.

a ciento de brujas y Mefistófeles argentos agonizando. a la lluvia infernal de la semana que no deja ir más de ayer a los estadios del cautiverio… a mis delirios y enfermedades insomnes. quijotada cinética, ergomanía ineficaz.

a la numerología y a los circuitos de los montes. al veneno dulce, amargo y agrio. a los jinetes del odio y a las imágenes muertas del estanque. contienda brumosa, patología en un sorbo de ajenjo.

infantes de la vida tengan el sueño de las macabras riendas de la confusión… a esta estocada de mí arrebatada y alborozada, a este cáncer melancólico perdido entre los significantes y los epítetos; a ti, maravilloso ser, bestia de catacumbas, animal de tiro, perro odiado y mentiroso.

a Goliat, Gregorio, a Juan Pablo, a Prometeo, a Jasón, a Trujillo, a Aristófanes, a Odiseo, al paria, a Hitler, a Garfio, a Pedro, a los Nibelungos, a Francis, a Pericles, al muro del Berlín derribado, a Rodas, a Santo Domingo, a Eritrea, a Alejandría, a Abisinia, a Troya, a Ítaca y a Santiago, nombres que evoco a esta maldita hora. a las personas comunes que trabajan y concurren a las tiendas. a los astros, al universo… a los dioses. a ésos otros que del ocio se nutren fantasmagóricamente, a los abalorios del cieno y la bobería. a los espíritus maléficos del Apocalipsis. a los rituales en carruajes de plata y oro, a los de hierbas y maderas que se incinerarán en el fastidio. Yo he cruzado como un relámpago el mundo para observarme…”)


5

Hoy dejo estas paredes en blanco.



6

En última instancia la cobardía nace en una luz pasajera en la sangre. Debería estar muerto a estas alturas, pero algo insiste en ayudarme a crear el disfrute de cada ola repleta de olores, colores y mitos prefundados en la nostalgia del ser en el no ser. Si no fuera por Magi, operadora de la naciente noche, hoy tendría la soga al cuello. Quise ser otra cosa y por su preocupación bien plantada en mis adentros recapacité por la simple inspección de la verdad bordada en su risa. Esta adecuación entre el instinto y la soledad me hizo ver la luz atravesando la agonía rotunda. Por eso la medida aquí buscada no es la exactitud sino la verdad.

Pongámonos vendas en los ojos: lo que no observo es sagrado y lo que ves es el abismo y el límite. Definición profanada. El axioma no le daría a un pez sin cabeza en cuanto que las culpas se cargan con las miradas vacías. Entonces qué pregunta surge: haremos de muertos a tan grave circunstancia de la vida.

Como decía, las ironías mojan la punta del odio, muero de ganas por saber cómo es que el cirujano crea del grito la belleza superficial y en la epidermis de una flor el latido supremo de los seres de humanos de “Estos Tiempos”. Pues a mi lecho voy cada noche vencido. Artificio rejuvenecedor como si alguien encendiera la chispa de toda activad orgánica. Porque las historias de amor nacen de las cualidades equivalentes de dos personas. El deseo me sobra de cómo es que la multitud se aferra a algo tan desconocido.

Toda inquietud es principio de accidente: holográficamente enciendo un trozo de mi sangre. Observo como las partículas formar esferas. Esta sustancia parte del propósito surgido en las hojas trituradas por una vaca dormitando la siesta: masticar, engullir y devolución para luego repetir la hazaña: masticar lo devuelto la noche entera. Nadie puede eximir el nombre entre la razón y el pensamiento. Es verdad: mentimos cuando perseguimos un fin. Esto es análogo a la perfección primera, por ejemplo, aparentar ser vegetariano mientras soñar con riñones e hígados es el principio de todo término.

Adónde vamos a llegar de un siglo distinto a la esperanza. Siempre al acabarse el día hay una puerta donde entran los habladores con la alegría colgada en sus bocas porque la aglomeración humana mira en el cielo la germinación del hueco. Escucho un estruendo multitudinario detenido en la raíz de una caravana de perros y perras que han venido a enterrarse con los hocicos atados. Las escenas son elaboradas en sus cuencos repletos de vacío: hay miles de formas impregnadas en la patología y la ontología del mundo como masa referente de ideas. Sólo es cuestión de imaginación en un día de tormenta. Todo está oscuro y la luz eléctrica no reaparece. Es tan brumosa la realidad que el medio día es completamente una noche cualquiera y no podemos ver más allá de nuestras conciencias. A veces el viento húmedo nos hace estar pegajosos por tanto calor: en la tormenta la lluvia no existe y nuestras vidas es falsa. A medida que la quietud se vuelve perversa el día se hace claro y los movimientos lentos como en una película de terror donde el mal suspende a la víctima: la elasticidad es la norma establecida en lo semiverdadero. Entonces en los edificios el sol entra por las grietas. Nada es tan cierto como esto: hay un alivio de esperanza después de un día turbulento.

martes, 10 de agosto de 2010

Poetas de las Miserias (Entrada #14)

Tecnicismo


Otras abnegaciones

1

El trópico ha retado a su propia analogía en bajos instintos de sí mismo. Esta cruel verdad alquimia no será el astro oscuro de las niñas ni de las mujeres singadas, sino las manos del escultor, el imaginario del pintor, las palabras mal bien dichas mostrando la verdad oculta en la misma verdad de la “Tragedia Humana”. Cuando descubrió ficcional sus aventuras —y no es que la halló sino que tuvo la brillante idea de la Poesía— se dijo a sí mismo: Vale hombre, por algo naciste, no. Singas y singas, eso es lo único verdadero y ridículo de esta triste historia de monos. A cambio, si no singas estarás perdiendo el tiempo de trabajar en oficinas. ¿Por qué cuento que lo encontró —eso de ficcional o hacerse el imaginario? Porque cansado de la cotidianidad, de la automatización que destruye el alma del ser creativo, se fue a París a reencontrarse en sueños; y como todo ser humano —uno más que otros— tuvo la tremenda necesidad de escribir historias. Y con esa fuerza verbal y sustantivada, con esa pasión lucífera, con esas imágenes encarnizadas, por ese gusto por lo grotesco, nos da increíbles historias. Nunca antes nadie, en aquella época, se había atrevido a publicar unos libros de tantas lascivias, promiscuidades, de un yo narrador bordeando la locura enferma de un ser degradado, pero a su vez con un lirismo tal que nos deja zombis, inertes, boquiabiertos de todas partes del cuerpo, encontrándonos en esos personajes, porque en nuestros subconscientes, allá en las remotas regiones de nuestras esencias, somos así aunque no lo queramos aceptar, como se ha referido un poeta sobre varios textos: “las imágenes no dejan de ser promiscuas y terribles, pero hermosas a la vez, válidas para crear literatura”.



2
Más allá de los símbolos para una propuesta alternativa, mitificación de personajes tomados al azar y en esto encontramos una honda y sistemática investigación sobre los símbolos-personajes sobre la base de selección: Gobernadores del rocío de Jacques Roumain; Mi compadre el General Sol de Jacques Stephen Alexis; El palo ensebado de René Depestre; Dos peso de Agua de Juan Bosch; El Masacre se cruza a pie de Freddy Prestol y Sólo cenizas hallarás (Bolero) de Pedro Vergés.

La génesis está apegada al método artístico científico. Se plantean objetivos válidos a la investigación enumeración como a los elementos que contribuyen a una mejor comprensión de las literaturas caribeñas en cuanto a las formas simbólicas-personajes, de signo e ideología hasta la mitificación. Además de las propuestas político-ideológicas vinculadas a los personajes-símbolos, la tipología de estos símbolos y la oralidad popular. El proyecto estético-ideológico en la literatura, así como los posibles sistemas de referencialidad identificando los elementos coincidentes y diferentes a partir del análisis de los símbolos-personajes.

La autora expone un amplio vistazo a los acontecimientos más importantes en la historia de la isla de Santo Domingo, poniéndonos algo clave para entender y comprender los textos seleccionados. Someramente nos concientiza en los diferentes movimientos surgidos en la isla a partir de 1917.

El presente trabajo está dividido en tres grandes capítulos: El primero plantea las bases teóricas afirmándose en las teorías del referente de Thomas Lewis, la de los signos según Pierce y la de Humberto Eco. Por igual la del simbolismo, el principio de analogía, la lógica simbólica y la semiótica hasta llegar al interpretamen o interpretante.

Pero los símbolos se asimilan a la categoría interpretante: “En este análisis de símbolos-personajes en la literatura […], entendemos que estas figuras como categorías literarias que, inscritas a su vez en la teoría semiótica se asimilan al interpretamen, o sea, son signos que refieren a otros signos en la representación de una realidad determinada… en este estudio no buscamos el sentido simbólico de las obras sino la interpretación simbólica de determinados personajes, cuyas características o acciones, de acuerdo con nuestra visión, les convierten en símbolos… destacando el valor simbólico que adquieren en la obra y su carácter de interpretamen de realidades extratextuales”. Como podemos intuir, para la autora estos símbolos son figuras del lenguaje.

En las obras seleccionadas observamos que la estructura histórica está marcada por la diferencia, la desigualdad, la visión de mundos diferentes, una cultura marginada y la oralidad popular como elementos socio-históricos. Es cierto que los referentes en la literatura se constituyen en la plataforma de una cultura popular, las cuales, como se afirma, tienen su asiento en los grupos sociales marginados, y la experiencia de cada personaje-símbolo se convierte en un conocimiento de tradición. Cada autor posee un referente sociocultural determinado por la práctica de los hablantes inserta en los textos como creación literaria, dado que los símbolos-personajes forman interpretantes creando así nuevos significados por encima de los textos.

En este texto se analiza la configuración textual de los símbolos. ¿Cómo asume la autora los símbolos-personajes? “son los pórticos que nos comunican con el mundo de significados que constituyen la obra literaria en sí misma, y con realidades ausentes que ellos logran despertar, sugerir, recordar, en nosotros”.

Lo importante es la figura humana que aparece como una construcción simbólica y mítica. Según por lo visto, en el texto, hay símbolos que nacen desarrollándose a la misma vez que el proceso de producción textual, convirtiéndose al final en mitos. A estos les llama Símbolos Progresivos. En una segunda categorización están aquellos que desarrollándose como símbolos en el texto mantienen este perfil no transformándose en mitos, los cuales llama Símbolos regresivos.

Los símbolos-personajes de los tres primeros textos son ascendentes: de menor a mayor grado. Vienen de un estado precario, catastrófico, difícil hasta convertirse en mitos trascendiendo más allá de las propias historias. Mientras que en los otros los símbolos-personajes son seres fuera de lo común, excepcionales, engreídos, persistentes, tercos, superiores a todo lo que le rodea, son símbolos regresivos: de mayor a menor. Porque sucumben frente a sus realidades adversas. Dado el significado antropológico, sociológico y sociocultural los símbolos-personajes de las primeras obras son de una calidad de esperanza y los de las segundas se adhieren firmemente a un pesimismo avasallante.

¿Pero por qué los personajes-símbolos de una narrativa al final se degradan, mientras que en la otra, aunque cada uno muere al final de las historias, adquieren lo transcendental pasando de símbolos a mitos? Esta pregunta se contesta de forma clarividente, y desde mi punto de vista esto ocurre por la tradición de cada uno. Por lo comprobado unos creen en su nación como un proyecto de vida y esperanza posibles. Sabemos que ellos poseen una cultura muy diferente a la del oriente de la isla, los cuales fueron colonizados por los franceses, aunque su lengua oficial es el francés crearon un idioma común para la gran mayoría de los estratos sociales de su país: el creole, por igual una religión: el Vudú, y amén de su forma de vida. En cambio los autores que poseen la tradición sociocultural española, por los procesos históricos desgraciados y malvados, no por la igualdad de invasiones a ambos países de parte de los Estados Unidos, sino, y esto es viejísimo, por la inserción de una larva pastando en nuestros cerebros llamada el pesimismo, de no creer en poder ser proyecto de nación, por nuestra característica de siempre: esperar algo sin hacer nada, por temor al fracaso, a la pesadez abrumadora de vernos sujetos a una empresa y esta por algún motivo colapsa y ya no creemos en nada sin ver la posibilidad de levantarnos.

En cada uno de los textos de los autores orientales encontramos que los símbolos-personajes desean, necesitan un cambio de vida como en los textos de los occidentales, pero la realidad lo sumerge en un ambiente negativo, paupérrimo, resignándose al derrotero, recayendo en la inactividad de ser alguien.

¿Cómo se convierten los personajes en símbolos hasta ser mitos? Lo interesante, por ejemplo, Manuel de Gobernadores del rocío, Hilarión de Mi compadre el General Sol y Henri Postel de El palo ensebado, como se dijo, al final de las historias mueren, pero existe el poder femenino continuador, relevo, de las visiones de cada uno. Como afirma la autora, estos personajes-símbolos guardan una estrecha relación con los evangelios de la Biblia, en pocas palabras con Jesús, dado que María de Magdala quien vio y transmitió a los demás seguidores de Cristo su resurrección para así darle continuidad al hecho convirtiéndose en mitificación.

Remigia de Dos peso de agua; el narrador personaje de El Masacre se cruza a pie y Freddy, Lucila y Sotero de Sólo cenizas hallarás son símbolos regresivos, ahora bien, el narrador personaje de El masacre se cruza a pie guarda una gran similitud con el personaje-símbolo Hilarión de Mi compadre el General Sol, una por el hecho histórico de la matanza del 37 y otra porque según los textos van evolucionando se intensifican las historias. El primero sufre hasta la degradación y el otro, aunque muere, rompe los límites de la simbología hasta llegar a la mitificación.

En el texto Sólo cenizas hallarás los personajes-símbolos Lucila, Sotero y Freddy guardan desigualdades ideológicas dando interpretamen diferentes pero en la obra en sí hay una vejación de fracaso. No obstante, y no es que defienda a nadie, sino porque sabemos que la creación literaria está sujeta a la multivocidad y observando el devenir de cada uno de los personajes-símbolos en sí mismos nos damos cuenta que aunque no se convierten en mitos se debe a que no hay en las obras en sí continuadores de sus hechos para convertirse en mitos. Lucila recae en el fracaso rotundo porque salió en busca de un porvenir mejor pero la realidad es otra, donde regresa a su tierra llena de pesadumbre, sin creer en que se puede llegar a las utopías realizables. Pero si vemos a Freddy que consigue una visa para ir a los Estados Unidos, como la mayoría de los dominicanos que tenemos una cultura de emigración, guarda la esperanza de reivindicarse económicamente fuera de su país, por igual está Sotero que cuando va a la granja, a su proyecto de una transformación de vida la encuentra abandonada, raquítica con un letrero: Se vende esta propiedad. También el caso de Remigia que aunque un fenómeno sobrenatural la enviste desgraciadamente, su terquedad, persistencia en que todo pasará piensa: Después de esto sembraré batatas. ¿Acaso de forma literal en sus últimas frases y acciones estos personajes-símbolos en sí mismos (me refiero a Sotero, Freddy y Remigia) y no en la obra en sí no refieren o reflejan sinónimos de esperanza, de cambio en una sociedad destrozada por los hechos históricos?

Es rotundo que hay un sistema referencial en ambas literaturas. ¿Cuáles son estos referentes en las creaciones literarias seleccionadas? Como podemos apreciar, estos referentes son del tipo dialectal, la realidad histórica, “sirviendo los símbolos-personajes como punto de partida para una lectura determinada o interpretación de cada obra”.

Los referentes de los símbolos progresivos son: de carácter histórico cultural e ideológico. “El referente de las obras está constituido por un complejo de ideas y representaciones, que conlleva una reacción crítica frente a la estructura social injusta y la propuesta de otro modelo social”.

Los referentes de los símbolos regresivos en su conjunto son: la tierra, el poder económico, la dictadura y postdictadura, disposición para destruir los vestigios de la tiranía, el deseo de una nueva sociedad bajo otros modelos paradigmáticos. En Dos pesos de agua los referentes están en la relación del campesino con la tierra y con la naturaleza, la cultura oral popular. En El Masacre se cruza a pie está lo alienante, perversión producida por la dictadura y el problema contradictorio de las relaciones dominico-haitianas. Y en Sólo cenizas hallarás el referente tiene como base la crisis de la conciencia nacional dominicana a raíz de la muerte de Trujillo, con esto “el resquebrajamiento de un conjunto de valores y antivalores, de las contradicciones que el hecho generó”.

Es importante advertir aquí las frustraciones de los personajes remitiendo el importante problema de la identidad dominicana que es abismo tragándonos los huesos.

Al final hay un el grado de similitud, el vínculo que las obras en sí guardan y la dinámica del proceso de significación en los textos. “Este conjunto de obras estudiadas contienen una doble propuesta, estética y política, poniendo en relieve una importante corriente literaria de ambos países”.

De esta forma como expresa la autora, “la investigación realizada constituye un paso de avance en la ampliación de estudios comparativos y regionales del Caribe… Es importante porque estimula el trabajo de sistematización y los esfuerzos por explicar la poética que subyace en la variedad lingüística y temática de la literatura caribeña”.

Debo significar que estos personajes transformados en símbolos en los textos en sí hasta la mitificación se convierten en conocimientos que no los dan las ciencias ni la filosofía.

                                                                                                         Ponencia sobre la simbología por Estanislao Pérez de P. E. R.
                                                                                                                Más allá de los símbolos para una propuesta alternativa

Abril del 2008
París, Francia


3

He tomado varios títulos e ideas absurdas buscando el traste y los contornos de la poética de este libro del que conozco parte de sus poemas y del cual formo parte, de una u otra manera.

Lo primero que debo advertir es que el libro es una destrucción del lenguaje y sobre todo de la imagen, desconstrucción que busca formar su mundo al que hace mi querido personaje Bizarro en busca de la antítesis del mundo Kriptoniano de Superman; pero bien, no sólo podemos abrir la primera página y comenzar a leer, pues Aparicio desde un principio nos va advirtiendo con un balde de agua fría hacia qué territorios estamos entrando, dividiendo su libro partes inexactas y atadas sólo por aristas imposibles.

Desde un principio el autor nos abruma con reflejos de una infancia (imaginaria o con sus sesgos de su infancia propia) que nos va imbuyendo y haciéndonos parte cómplice de la misma al dejarnos ir observando los pasajes que la componen; podemos ir observando como aquellos padres, a los que tanto le debe y no desea pagarles sino con una despreciada gratitud por el mundo que le dieron a conocer y embeber como si fuera el último trago del día, porque el siguiente no sabremos cuándo lo tendremos, porque la violación de las imágenes formadas por lo aprendido no será otra cosa que una posible pesadilla, le reclama que exprima su cabeza y haga florecer, brotar lo que sus entrañas gritan:

dolor que nos es dolor sino un irse olvidando en la muerte hacia la vida del todo mojada

Entonces, ¿cuáles son los dolores de Aparicio?, la muerte que no es muerte sino un malgastarse en reincidir indefinidamente en esta vida que esos dioses nos han endilgado como un préstamo personal al más alto interés; sí, también Aparicio nos hecha en cara que somos parte de un burdel en el que las putas no son putas, sino putos, chulos que nos acarician las manos mientras les dedicamos un poema de desamor, porque poseer no está en su lengua y mucho menos en esos cuerpos mutilados que pueblan estos poemas.

Avanzamos no sin cierta rapidez por este manojo de textos en donde comienzan a cobrar su importancia la ciudad, los productos farmacéuticos con sus propiedades opiáceas, la relación de la pareja en su normalidad, aunque esta incluya el homosexualismo y el lesbianismo también como una normalidad más, como un producto que habíamos olvidado y que hemos vuelto a recoger, la liberación dentro de esa cordura impuesta sobre estamentos y observaciones pautadas por una enfermedad llamada sociedad. Y así la transparencia del cuerpo adormido dentro del cuerpo del amante nos permite buscar y ahondar en la conciencia que se desplaza dentro del poemario:

Porque cada poeta construye su propio mundo de temas a poetizar. Algunos se ahogan en su propias miserias, otros intentan dibujar o desfigurar el paraíso que nunca tendrán; muy pocos pueden lograr insertarse en los espacios ajenos con la propiedad cercana a la experiencia vivida. Es lo que se le suele imputar, desde que ha leído sus textos en público.

Sus poemas son tan verosímiles en su voz que, ya quisiéramos encontrar algún viso suyo en cualquiera de los hombres y mujeres que hablan en sus textos. Poesías que relatan las experiencias con seres que eligen mirarse ante el mismo espejo. Humanos que, desde nuestra perspectiva de contradecir lo desconocido, se enfrenta cada día y cada noche a realidades fuertes, que requieren el carácter y la determinación que la cobardía no conoce.

Estos poemas son en extremos sinceros, no se guardan nada y, sin embargo, no lo dan todo, para que podamos intuir mucho más de lo que las palabras nos permitan inferir. Aquí los versos en prosa son limpios, escondiendo las manchas que solemos imputar al amor entre iguales. El texto es un conjunto de historias que se valen de la estructura de la prosa poética para embellecer la oscuridad que aún persiste en ese mundo que insistimos en mirar al revés.

Fragmento tomado de la Agencia EFE (C. N. y D. C.)

Junio del 2007


4

Todo transcurre un jueves de poesía. El tiempo marca el compás melancólico en cada segmentación, un violín que parece ser el día marcado, la partitura y la tragedia que es esta especie mofada por una sociedad convencional y que no soporta la realidad del nuevo sexo.

Desde siempre estos seres (súcubos, sodomitas, hermafroditas, travestis, lesbianas, homosexuales, transexuales, como le quieran llamar) han existido. Nuestra sociedad alienada por una caterva de asociaciones minimalistas, bagajes donde el macho macho perpetúa el ritmo, no soporta que una persona común y corriente suceda o se acomete en su esencia. Por esto los andróginos han gozado de la clandestinidad, reservando el empoderamiento de su maleable realidad de sueños. Algunos y algunas, que no aguantan y salen y gritan: soy y seré a pesar del rechazo, de las humillaciones y de los señalamientos ofensivos del mezquino acontecer que ni sabe dónde diablos está parado.

El nuevo sexo, que en estos tiempo ha conquistado a fuerza de siglos y de muertes un lugar en los escenarios, rinde homenaje al arte, a la poesía, y aunque no ha sido un tema explotado por la tradición literaria de Santo Domingo, hay artistas que se atreven a mostrar sus experiencias míticas y espirituales, transformando su realidad, su entorno, porque está contra de lo mismo de siempre, esa rutina diaria en que vive la supuesta humanidad normal. Por eso el artista toma al Jueves, que es el día del travestismo y lo fabula en una historia llevada a la poesía que ocurre en ese mismo Jueves en diferentes instantes, en distintas verdades de vidas que nos trastornan y nos dicen: cuánto sufre este maravilloso y bello ser humano, y la poesía, esa que nos muestra una historia, es casi inusual en la tradición poética de nuestros ancestros inmediatos, una tragedia que poco a poco va mutando casi en una epopeya citadina.

Por ahora no comentaré de la musicalidad del poemario, quizá deba enfocarme más en el ritmo interno de los versos, ya sea en versolibrismo o prosa poética, pero no, aunque importe la musicalidad, el tratamiento de este acaecer es dirigido al tema del dolor, del sufrimiento de este personaje símbolo de una sociedad marginada, vilipendiada y torturada a base de psiquismo hasta llegar al homicidio, a la estructura en sí de Jueves, no en los seis fragmentos o partes, sino en la estructura poética-escritural que se ha apoyado el escritor. Como algo fuera de contexto, hay insertados poemas en prosa, tal vez proponiendo al lector de que hay una ruptura, una anomalía, un juego que nos sumerge y nos emerge en otro acontecer diario y vemos que el poemario inicia con una advertencia, abriendo un telón de teatro para mostrar, con el árbol edénico, de donde hipotéticamente toda la maldad se origina y ese origen es un final antes de concluir el texto, porque a través de la muerte, quizá el personaje se ha liberado de su condición humana y no de su condición invertida por convicción de fe. Hay lamentos nostálgicos, susurros que enloquecen al personaje por ser —como ya se dijo— una especie oprimida, el otro sexo que no cuenta, y la añoranza por ser libre, ese sueño que se tropieza con la amarga y púdica realidad que vemos en revistas y periódicos de todos los días.

Como tragedia al fin, la tiranía social cobra una víctima y todo es opacidad, casi una oscuridad en la trastienda de los centros comerciales, en las imágenes de un joven ahuecado por las explosiones, en los bares, en cada baile rito de los barrios enfermos que nos iluminan; en esa verdad que nos alimenta y nos dice que la alienación ha jugado un papel importante para que unos patricios sometan a torturas, desde cierta distancia, al personaje. Y él tirado en la acera, ve moverse por espacios encontrados en cada pestañeo, y reflexiona, piensa en su vida, en su familia, que no lo saben pero que tal vez se sospechan de su identidad de polvo y venida, en recuerdos que no serán ya más recuerdos, sino un jueves de cualquier semana. Observa los patricios reírse de su desgracia, se vanaglorian, porque uno del otro sexo ha muerto y es un poema, un acto, porque la poesía es eso, un acto que se acomete, y en cada muerte del íncubo, representa su vida, sus trastornos, sus temores que lo hastían y lo maltratan sin piedad porque ya no hay justicia que atestigüe.

Sin embargo, en un suspiro de muerte, en un boquear de hipos, sintiendo que la grandeza se avecina, una belleza fugaz lo muerde, va siendo perseguido por ángeles sin sexos en laberintos indefinidos; y entonces hay una luz, una mísera luz de misericordia que lo introduce en el diario vivir del barrio, una espera prolongada en el abandono herida por la música, por fantasmas que asedian y roban del closet la peluca, la cajita de maquillaje, las uñas postizas, las zapatillas de tacones, los atuendos de mujer. El vacío que ahora persiste lo encontramos en la permeabilidad de lo moderno, en esa ansia de mutar en otra cosa que no se sabe en qué demonios mutaremos, pero que el personaje sabe que ese vacío del ambiente se lo debemos a la postmodernidad, al tecnicismo, a la tecnócrata resolución del ciberespacio manipulado sin consciencia.

Y como todo cobra vida en este mundo de resurrecciones inverosímiles, las palabras son entes y estos entes se mueven y se creen objetos animados, imágenes con poderes mitológicos, y el personaje de esta leyenda huye porque todo hogar tiene una historia. ¿Pero huye a encontrar qué? El semen derramado en las toallas o las sábanas a media noche, en las cloacas o en la boca, a encontrar a su amado imaginario que lo espera al otro lado del sueño. Lo onírico viaja junto a sus pestañeos, junto a las imágenes mentales al ver la muerte tan cerca de sus retinas, porque en el surrealismo y en el hipertexto o lo contextual el autor nos arrastra a aguas turbias, nos refiere a lo que será después de, como en un filme o un teatro. En cada emanación de sangre de sus huecos, el personaje la vislumbra como si todas las aguas de infinitos colores lo inundan, lo asfixian y no hay rapidez, sino lentitud que se revuelve en un lagarteo de llantos, en un carnaval sin sus mimos y sus colores de siempre.

Toda premuerte es por necesidad un insomnio. Toda vida es por acopio cotinidianidad. Y a pesar del pesimismo de este ser, existe tras esta circunstancia la elevación, eso que los monigotes de la criticidad llaman trascendentalismo. Como la naturaleza se lo ha negado todo (al travestido y a las lesbianas): por ejemplo, la vagina a una y al otro su falo, la condición de retener a un embrión en su vientre a uno, al otro su incapacidad de eyacular semen, la menstruación y el no lunar cada ciclo, a una las tetas, caderas anchas, glúteos pomposos y al otro ese cuerpo musculoso que representa la masculinidad, no se abstienen y buscan y encuentran soluciones plásticas, recomendaciones de órganos y padecen ser las fotografías de la nueva existencia. Porque ahí detrás de la ventana dialogamos con nuestras pocas verdades, con nuestro lado femenino o masculino, que nos convencen y nos hacen dudar desde la triste prehistoria hasta esta ciudad de norte que el travestis contempla desde arriba, desde que su espíritu comenzó a desprenderse de su carne ultrajada, una larga peregrinación de la historia, de la inocencia que trasporta al personaje a nuestros primeros padres edénicos y de tanto en tanto la memoria se le va desprendiendo, y siente tanto miedo que en silencio, sin boquear la muerte, aprieta el polvo que no es polvo, crucifixión del jueves, patricios que condenan y demandan el sexo porque ellos en el fondo son maricas tapados.

No obstante, el yo poético condena a los poetas que cuchichean dopándose de travestidos, alguno estallan en carcajadas, otros sin razón, gritan en cueros las palabras, porque no aguantan el sabor púrpura en sus bocas, un golpe bajo de amaneramientos inacabados como si se percibiera un asecho presuntuoso, un malabarismo de péndulos y oscilaciones que alcanza ver un acoso siniestro, un rapto patricio y de bufones que ríen sin saber reír, porque como afirma el poeta: nadie va a la muerte sin que se sueñe muerto. Y como un aluvión inhóspito todo se descubre, se pone a la vista de los transeúntes del barrio, de la ciudad, ya no le importa al personaje que lo marginen, que lo señalen como un fenómeno, el del otro sexo, sin temor. Como por gravedad, con esa intensidad que caracteriza todo el Jueves, y pese al agonizar del personaje, en su casi conclusivo desenlace, aunque el temor del travestis se perciba ante su declinación, la poesía que aquí pervive lo encumbra hasta hacerse símbolo de su mundo inconvencional, volviendo una y otra vez a su historicidad poética para darle, como ya predije, un sentido de epopeya trágica, porque el que muere por una convicción de fe es una hazaña poco identificada en la poética de hoy.

El yo poético una veces expectante y otra ya individualizada como el personaje del Jueves, cohabitan con armonía casi irreconocible, sino fuera por el desdoblamiento de primera en tercera persona del singular y el plural, a veces extraños giros en los versos y en la prosa poética que nos remiten a una segunda persona que omite y calla la simbología del travestis, en el universo que se mueve, en ese cabaret de figuras desdibujadas, templo o altar de los sacrificios, pero el sacrificio verdadero de nuestro anfibio subyace en la urbe que se despierta y como el travestido es un poeta del acto acometido en su trasportación espiritual, ya no le teme a la multitud, a ese hijo del patricio o bufón, que viola sin piedad lo más preciado que le han obsequiado, la vida; y se va convertido en una mujer en su vuelo, por las calles del barrio sin remordimientos, con ese olor a luz en su sexo retorcido, reptar por placeres indecibles o indecentes, esa aberración que recuerda al padre, a la madre, a sus hermanos, su habitación, el incesto, al cuarto de hotel que todos los días se va a encontrar con su amante, y se engalana mofándose de todos, como si en verdad presintiera que el poeta la abrazase en el banco de un parque para consolarla y le dice que desea emigrar, irse, huir a un mundo donde su procedencia no sea humillada, donde pueda sonreír a sus anchas, sin el marcado y perverso nombramiento del otro sexo con sus tetas de trapos.

El poeta afirma que la forma camaleónica del anfibio es todo hombre y es toda mujer amamantando. Y retumba una voz, un llamado a la liberación, a un dejarse ir por un vagabundeo de mariposas y flores. Pobre, pobre resonancia de campanas que daba lengüetazos y lamía las entrepiernas de los muchachos apostados en las esquinas, y no se sabe si por odio o por celos alguien le salió al encuentro para cercenarle la cara con astros y esa sensación de morir no se entiende ni se comprende, sólo ella sabe que él es ella y que en sus pestañeos moribundos, en ese lapso de tiempo microscópico, ha dejado su vida, ha donado su miserable vida en interrupciones de luces clandestinas, y mientras la multitud comulgaba alrededor del cuerpo del travestis, yo continué el camino para verme en el espejo.

Presentación del libro de poesía Jueves de J. G. por Ulises
Noviembre del 2009, Santiago Rep. Dom.


5

Portapapeles. Dijimos sin observarnos bajar por las babas de un caracol. Cortapapeles. Argumentamos un matojo incierto de la noche vivida en ese pedazo de sol aplastado en los personajes entristecidos de los trenes, y en aquellos vagones el humo de los cigarrillos condensaba los movimientos en un enrarecimiento tal que era asunto de tira y vamos. Cada ser es propio de sus excentricidades, de modo que se empequeñecen en la luz paralela a las ventanillas. El viaje parecía comprender la estatua que se perdía a lo lejos, quitándose las manos para reordenar las salidas o las despedidas. Pues allí en los hoteles de Viena y Copenhague o los de Paris encontrábamos las risas de los insectos adjuntos a las presentaciones y portadas de los libros que se detenían en los breves saltos de las pinturas modernas y la poesía. Por renunciación buscaban agacharse detrás de los rieles, dudaban sus locuras, de sus bellas locuras de muchachos adultos temiendo reírse de sus propias mentiras.

Los monosílabos actúan en cada reglón establecido en las estupideces que pronunciaban con la menor facilidad de los balbuceos, bebés que se hacían adulterios, adultos que mutaban en payasos efímeros, nada menos porque las soluciones hay que encontrarlas en otros. Cada repuesta o pregunta va a dar a los canales de Saint Martin, a las plazas repletas por el vacío si se viaja a Londres sin equipaje. Los personajes hembras casi de Lesbos se tendían a lo largo en el Támesis y en los puentes, instalando el suicidio por amor a cada sustancia. Aquí todo era melancolía en sus actos, en las poesías restauradas en la ocasión que los insectos rodeaban una lámpara que se transforma en ojos y miradas a través de los ventanales.

Quisiera no prever las melodías, ni ese ritmo anatómico de la irrealidad húmeda en las babas de un caracol amaestrado, en los muchos preámbulos de telones en el teatro de los viernes porque estos personajes tienden a morir en las interrupciones de los lectores guarneciéndose bajo las escaleras y los escaparates, en los andenes de las estaciones. Vivir por vivir qué cuesta. El pago deuda la simetría del ambiente enajenado del realismo mágico con sus absurdos y sus exageraciones de lugar que ya no poseen el matiz de los derrotados y los desposeídos, ni de los que presentan la cultura sádica de los paradigmas.

Cortázar, Grass y Kundera reirían inadmisiblemente crueles de los modelos, de los juegos antípodas inclinándose a las llamadas de los dependientes o los compradores de lujos y detalles. Cada ideología colateral infringe recrear el sentido abstracto de los personajes colocados o instalados como mejor convenga a los cazadores de leones en una sabana africana o asiática.

Nulidad, en fin, queda en las posibilidades de armar cada término sin conclusión; puesto que la vida es eso, una oclusión orográfica.


6

Con solo ver y preguntar, sabré de donde diablos vienen los peces tripartitos. Susurros prenatales, conversaciones de tetas y mamadas, poesía que rueda y rueda desde la prehistoria, un artistas de nueve cabezas, de nueves meses de embarazos, muchas hambres, generaciones, siglo tras siglo, hasta la saciedad de unas hambres corroídas. Cada consecuencia seducida por un pez, por mujeres y platos de cocinas, porque cocinamos y todo anda alrededor de comer ante el fuego primigenio, de esa manipulación que no ha costado tanto. Aun se tallaban figuritas de Venus sin rostros, gordita, de grandes tetas. Aun no se sabía si tu era padre, solo era madre, dueña de cualquier montículo o congregación hecha a ritmo social en que pasar una cuerda o el abismo del metro era cagar en grupitos y socializar. En las despedidas y las reencarnaciones de siglos, los hombres, esta humanidad rastrera, se ha peleado con sus sexos opuestos, convirtiendo una raza distinta a la nuestra, el otro sexo. Seremos juzgados por ese sexo impúdico, seremos condenados sin miramientos al exilio, a muerte. El tratamiento que el sabor a pez nos ha dejado en los paladares es de condicionamiento. Reflexionar en una mujer que se mete y se lo meten. En una mujer que hace fotos de historias inventadas por un hombre pez (o tritón), un dios que aconseja mares y océanos, una fábula de nuestro tiempo que nos acusa de insensibles machos, hipersensibles cabezas abajo, pero las guerras nos convierten en hombres miseriosos, de la posible andanada de unificación de isla y Peloponeso, quien diría de esta aberración, de a aquellos que nos ven como una sola e indivisible raza mezquina. Por mucho que digan o afirmen otros, cada pedazo de tierra posee su historia, su mundo y costumbres y algo tan fuerte como la lengua, es el hazme reír de las uniones, de las ONG multinacionales, de esos organismos que promueven la discordia, la humillación. Cada cierto tiempo reaparece la misma voz y nos dice que cocinemos y las mujeres cocinan pese a las recetas ya en desuso. Cuantas comilonas llevamos, cuantas cagaderas unificadas, cuanto masticar el verbo, el sustantivo, el adjetivo, el gerundio, las conjunciones, los adverbios. Transitamos y no hemos acabado con transitar por donde nos cuesta tanto dolor transitar. Las mujeres solo paren hijas. Desde hace centurias solo engendramos hijas. Y entonces, sin embargo, ellas comandarán una vez más el destino. Porque no nos cansamos de estropearlo todo y ellas se casan de la rutina, de esta monotonía imberbe que padece cáncer y otras enfermedades poco curables. Nos veremos ahí cuidando los hogares, alimentando a los infantes, colocando los platos sucios en el lavavajillas, tendiendo la cama, lavando, cambiando pañales desechables, limpiando traseros cagados de nuestros hijos e hijas, sacudiendo el polvo del hogar, y sin preocupación esperaremos a nuestras esposas con delantal y un plumero para rendir homenaje a la perpetuidad de la especie. Pero el nuevo sexo no desea eso, sino procrear por su misma eyaculación de machos a sus hijas, y en las muertes se levanta el genotipo, la identidad de continuar con la conquista, con esa vil conquista del poder. Dice un novísimo adagio de pez susurrando al oído que la historia del hombre ha fracasado. Nuestro poeta tuvo la necesidad de ser. De encontrarse con una de estas mujeres que creen en el otro sexo. A pesar de esa convicción de sexo, el poeta la ama, a su modo, pero la ama. Le cuenta inventivas de islas y negros y mulatos porque sus ancestros vinieron de la madre tierra a recuperarse de vida. De un mismo origen iconoclasta. De un mismo destino compartido por todos. Aun no hemos terminado con el balance de la historia con sus guerras y sus muertitos baratos, de esos muertitos que han costado tanto sufrimiento, de economías derrumbándose, y ya lo diremos, no hay que temer a las comunas ni a las metrópolis, ya para qué temerle. Debemos encontrarnos con nuestras propias películas y firmar las escenas como en un cine mudo, no decir nada y esperar los destierros, esperar por fin que a los otros les de las ganas de. No importa, que sea cualquier gana, pero que nos eleven por los cielos y los montes, que nos eleven de pez y nueve mujeres en reencarnación de partos y alumbramientos. El sentido barroco de esta última preposición o proporción descansa en la frase del poeta. Nos imaginamos tres o cuatros finales. Pero solo hemos de tener un final.


7

Quizá no tenga el menor valor escribir sobre la memoria y dentro de la memoria. Sólo un desquiciado puede prever las anomalías de cada sociedad y el resto de los suicidios por encargo que nunca llegarían a concretizarse. A través del ojo miramos movimientos, procedencias, otras situaciones irreales poblando cuadras de barrios, parques consecutivos, casas llenas de marañas y anfibios, argumentos infalibles, casi una diáspora. Pero el reptar de los seres de esta historia está al otro lado de la hipérbole, una burla insecticida, un ritmo de palabras especie en vía de extinción. Malgastamos el absurdo. Un poeta puede suspenderse en sus manos. Y levitar por días enteros dentro de un recipiente llenos de serpientes no es algo insólito. A lo mejor las partículas del circo han hecho el efecto esperado en los espectadores de las contorciones de la realidad. Es una quilla incrustada en la lengua. Son fragmentos de metal ocupando el polvo alucinógeno que hizo reír cuando tocaban ese instrumento de sílabas, frases notas dejadas sin ánimo de lucro ni festín de sauces y carromatos. Esto sin lugar a dudas es un antirrealismomágico. Por alguna razón diabólica lo increíble llega de los extranjerismos. No se explica bien el top five. Es injusto que siempre creamos esta ridiculez inventada por poderes ocultos. Lo inexplicable nunca nos ha dejado, está al alcance de nuestras inútiles percepciones de lagartos. Si por lo menos tuviéramos un poco del sentido unitario y solidario de las hormigas andaríamos por otros vientos infames de los dioses africanos. En las postrimerías de un mundo incapaz de ver las deidades fusionadas nos perderíamos porque no hay ley universal que explique. Todo lo que nos han explicado carece de legitimidad. Cada evento o fenómeno en sí propio se explica del mismo modo que una serpiente mude de piel. Mostrar es contraposición a lo explicativo, y este evento muestra que La Santa se arrastra por kilómetros. El poeta estaría de acuerdo con este extraño vínculo. Eses de culebras diseminadas por su boca. Dominación de forúnculos, pus goteando desde la azotea de lo fantástico. Esto nos llamaría a pecar, a perder el juicio de buenos ciudadanos que rinden honor a una raza que por naturaleza es desordenada, guía de buey y vacas al matadero. Aparicio levitó desde su nacimiento y cuando supo ésta verdad se precipitó a tierra.


8

Como un daguerrotipo la proyección desdobla la luz, ese mal divergido por boquetes en las casas los domingos, un periódico dejado encima de la mesa con noticias malditas y poco atractivas. Así transcurre el tiempo debajo de las piedras, en capataz con látigo castigando a los esclavos de una tierra enferma, por arriba del polvo que se levanta en los caminos, en las vías deformada de un amor perro, de un amor gato surgido de la ternura del silencio, de la voz no dicha por los temores, de gritos ocultos, imágenes que llegan y se van. ¡Cuánto no hemos fallado, cuánto no hemos acertado! Son muchos tropiezos y levantamos los pies y allí aparece también esa roca que nos hace doler los huesos, la sangre derramada en fechas de miserias, en corpúsculos de tiranía, en asesinatos premeditados. Ya de eso estamos cansados, debemos buscar otros nortes, otras ideas que nos hagan seres reveladores de nuestra identidad fundada en los Perros del Señor. Allí donde existen revoluciones. Pero no de metal ni de muertes, sino de esos problemas bellacos que nos hacen ser seres humanos. Estamos cansados de lo mismo, sátrapa, despotismo, muertes por encargo, continuidad de poder, banda roja, azul, blanca, estamos cansados de lo mismo. Hoy necesitamos un cambio.


9

Las calles están vivas, serpientes envolviendo a la gente presa de un temor cuarteándoles los huesos. Con sus alas de ángeles las cubren, les dejan la piel maltrecha, convertida en azules gusanos. Ellos andan sin voces, poetas de mutaciones, con la flaqueza entre los ojos, arrepentidos cada siglo, cada segmentación liberada en las piedras, en ese cambio maldito de la piel. Son otros, son quienes ellos quisieron ser. A pesar de la evolución las máscaras quedan sin rumbos; manos aferrándose a las edificaciones antiguas, a las de hoy; pies subiendo a los altares de los aborígenes, mito de sangre, mito de huesos, mito extinguiéndose y la nueva ola del océano arremetiendo contra los acantilados de sus bocas, contra quienes se apresuran a tomar las visiones. Quedan consternados, aparecen sobre islas, recogen caracoles, espumas verdes de las algas, sobre faros lejanos y miran a través de la luz los monstruos, dioses griegos, dioses de hoy anidando sus ritos, sus defecaciones, aquellos huevos de cocodrilos y tortugas dejados en la playa; se evaporan sobre ciudades y caminan sin reconocerse, tanteando vacíos, hielos de fuego, permutaciones de tecnología. Esa gente muere, resucitan bajo escombros de aves siniestras cuando el astro oscurece al tocar música desde las profundidades de sus gargantas y escriben sales, salivas, palabras destinadas a perecer con espejos, con negras gotas de sudor y vida. Distinguir sombras torturadas asumiendo el desdoblamiento de las ventanas empequeñeciéndose, agrandándose, simulación parpadeante en un café de New York o París, es quedarse ahí sin notar el llamado de las calles polvorientas de un origen remoto. Cambian de piel en segundos, y ese tiempo es vasto, indefinición de testamentos ofrecidos a la hoguera, a la generación de espectros lamentándose del arte, de las utopías de esta gente carbonizada, de estos perros flacos buscando en basuras restos de piel, muda de siglos, guerras injustas, pasatiempo de conquistas, Praga derrotada por lagartos, nombres hechos en Guantánamo con el fin de inmortalizar los genocidios, los campos de concentración, un juego presumido en la sinfonía de la tarde. Hay dioses que bajan del cielo a comer panes, a morir de sexo en todas las formas, a beber hasta embriagarse de leche tibia en los establos y corales, a crecer en el cieno de las miserias, desnudos, sin genitales, a verse ahí, en las fronteras invadidas por caníbales. Rumor de sílabas, plaga mortífera de la noche. En las huellas han existido las manipulaciones, y la gente ni siquiera voltean sus caras para observar la catástrofe, ese sicoanalizar la vida, esta no verdad perturbadora que les hace ser quienes son dando bandazos por la orilla de la maldad y la cruel satisfacción desovando calles, aletargándose en pirámides y cientos de figuras dopadas. Mudar la lengua, arrancarse los dientes, desprenderse las píldoras de la sangre, humectar babas con los huesos y ver a esa gente patear moscas que le salen de los oídos putrefactos porque no desean reinventarse sentadas en un cómodo sillón de cuero; prefieren dormir encima de las azoteas, pájaros prehistóricos, dormir en los subterráneos, lombrices danzando en el viento, dormir como infantes en la foto de un viejo álbum. Mudar nombres por temor a los insecticidas que envenenan las plazas, los árboles y las palomas. Era un trayecto de mar y barcos encallados frente al faro, buscaban encontrar las conchas de los caracoles para adornar la habitación, pero eran piedras aplanadas que les sirvieron para rastrear el porvenir, ver esferas, mirarse en otras ciudades como seres humanos distintos, solos, con la diferencia de recordar sus vidas pasadas. Esto los llevaría a perder y a ganar: cara o cruz, águila o sol, azar dibujado en las risas, ese sin saber quienes diablos eran en realidad porque la música venía de todas partes atrayéndolos boquiabiertos a una verdad inherente a sus mutaciones de piel, de rabia infecta en sus corazones de reptiles. Hoy esa gente tiraba de un cadáver por las vías solitarias del mundo. Eran zombis ocultando sus condiciones de mamadores en los prostíbulos, rumeaban canciones en inglés, detonaban en gritos, en sobras esparcidas por las mesas. Al fin descubrieron y se alejaron con hambrunas por todas las calles de la ciudad. Todavía, no era hora de concluir se dijeron mientras se miraban los huesos de las caras y la peste.

martes, 20 de julio de 2010

Poetas de las miserias (entrada #13)

Postales

1

Desde la terraza se pronuncia, majestuosa, con mil luces de noche. La vista casi no alcanza para ver la cúspide en esta posición y toda de hierro cuidadosamente en mantenimiento continuo es como si los años no la tocaran. Las personas por siglos han construido monumentos para honrar su orgullo o simplemente edifican para ostentar las maravillas de la tecnología de la época. Si vemos bien, esta obra representa el poder masculino como el obelisco dedicado a la Restauración. Se ven algunos transeúntes y autos inertes aunque en el momento de captar la foto irían en movimiento, estos adornos fríos y secos monopolizan la visión de la realidad en un sueño. Es un estado de economía vender postales bajo este monolito cuando uno extraña a alguien y para que este alguien sepa que hemos paseado bajo esta mole de hierro con sus restaurantes y sus cafés. Y si se nos antoja subir hasta su último piso veríamos gran parte de la metrópoli con sus barrios iluminados, el río, los jardines, los museos, sus templos, pero esto no es lo fascinante de la ocasión sino ver hacia abajo a uno trescientos metros como la gente va y viene iguales a hormigas. En el día la torre cambia su aspecto, se ve distinta, un esqueleto sin vida porque en las noches ese esqueleto cobra vida por las luces, un robot con sus cuatro plataformas, erguida en tela de araña en metal, abriendo sus manos invisibles a los turistas locales y extranjeros. Curioso es imaginar y observar el tiempo de las guerras, de cómo este extraordinario obelisco pudo sobrevivir a ellas, pero supongo que su arquitectura pudo soportar tales embates por ser un símbolo de cultura o de poder de los invasores. Resguardaron intacta su estructura para mostrarle al mundo que ellos eran adoradores de la belleza, de la perfección y las costumbres de los pueblos conquistados.


2

La toma ha sido aérea, a pleno día de verano. Hay una imagen de hormigón en el centro de la plaza, una casucha o castillo, en sus laterales se distingue entradas y en el centro de esta edificación hay un arco gigantesco, lo digo por la proporción de la toma de la fotografía, podemos sospechar que en las fachadas le han esculpido figuras remotas, escrituras en latín o en una lengua muerta. En su circunferencia existe un amplio lagarto negro, lleva automóviles casi intangibles, puntitos de blanco como si fuesen brotes de lotos o peces saltando en un río negro. Esta parte de la urbe da la percepción de ser, desde esta distancia, un octópodo al que se le distinguen ocho brazos negros, anchos bulevares con infinidad de humos nocivos, una tarántula extendiendo sus patas hasta lo perenne. Los edificios, las casas, dígase la organización de las manzanas aparentan ser triángulos isósceles, equiláteros, pirámides, etc., y acaban sus puntas próximas al círculo que forma la revuelta. Desde esta toma veraniega las edificaciones son totalmente blancas, de un blanco hueso y en ciertos ángulos las sombras proyectadas por las construcciones dan la perspectiva de querer sumergirse ante estas portentosas ramificaciones. Lo trascendental de la toma es que no se diferencia el poniente del crepúsculo, ni el norte o el sur, tal vez esta sensación de ausencia con las orientaciones provenga quizá porque la foto pudo ser tomada en la mañana o en la tarde.


3

En las uñas lleva puntos blancos y esta imagen proviene del siquismo. Duda de la desesperación, histeria formulada en el rostro cubierto por sus manos caucásicas. El pulóver es la parte mágica del atuendo, diríase que la noche se ensancha desde la portada del libro. La punta de la nariz aflora y contrasta con los dedos meñiques, siente que la cabeza se le caerá al borde de la Edición Bolsillo de Siruela, el labio inferior nombra la cicatriz de un accidente, quizás los taumaturgos devienen en la resequedad impuesta por la artista plástica. Las líneas de sus hombros son las yuxtaposiciones de los tonos grises fondos de la portada infecta de sesos y mente, y ni siquiera la pesadumbre del retrato mantiene la placidez que debiera de poseer cuando descansa su cara en las palmas de las manos. Cinco dedos permanecen inmóviles en su frente, reposan adecuadamente instituyendo más abajo huecos efímeros o pedazos de noches cubriendo las partes que debemos de imaginar que allí estarán sus ojos, las cejas están ausentes y prolongan la piel en las estrías. El pelo revive la prehistoria del encantamiento, el invierno, la nevada plural de la experiencia. El personaje desfallece, se hunde en la catástrofe de su dolor, de su pesadumbre imberbe, un renacimiento sicopatológico. La pose ridiculiza el no puede ser que me esté pasando esto a mí, porque la sombra de su cabellera anciana esconde prematuramente una de sus orejas. La imagen no podrá oírse y ni mucho se verá tras la objetividad al mostrar el cese de la respiración, al menos deberíamos pensar qué diablos piensa el hombre en esta posición tan humillante.


4

Las arrugas de las sábanas son olas y espumas agitándose sin batirse, la mujer o la adolescente fue puesta ahí para estudiar sus simetrías. Sosiega su desnudez, es gustosa su detención como si después de una larga faena descasara su cuerpo estropeado, y ella ida, fuera de sí, lejos de este mudo injusto y repleto de crueldad. Se sumergiera en su ser o en la oscuridad pasmosa al concluir el orgasmo. Mantiene la boca fruncida mientras uno de sus brazos esta acomodado en su bello rostro, tapando sus ojos para no contemplar la insoportabilidad de la realidad. El otro brazo forma la silueta de una uve, casi se rozan sus manos media cerradas. Brotes precarios de bellos en sus axilas despiden un aroma a adelfas húmedas, y el recto cuello empolvado de blanco, su mentón pronunciado, con una leve inclinación, revelan el orgullo de esta virgen empoderada de la quimera. En el marco superior la breve iluminación denuncia la esbeltez de su cuerpo atlético, notándosele uno de sus hombros bien definido. Hay un ligero hundimiento en el lecho a causa del peso. Como sus bustos son relativamente pequeños, sus aureolas y sus pezones quisieran ser planetas colonizados por amantes incorpóreos, de paso, y las manos de esos amantes improvisados le han levantado un poco el dorso por la espalda infringiéndole un estado de superioridad o de ser una chica que presume de top model made in quéséyo. Su abdomen yace plano y desde ahí la posición muta con una sutil tendencia de caderas hacia el lado izquierdo, curvas frescas y seductoras, estableciendo así que parte de sus glúteos conjuntamente con una de sus piernas sean de proporciones mayores, perspectiva de ángulo; sus ingles promueven el deseo y la provocación, sus piernas arqueadas delicadamente conforman una uve mayor, el bajo vientre en ramificaciones de bello púbico sombrean la herida vertical, vértigo de sexo, sudoración maleable del marasmo, constricción mórbida del espejismo. La pierna izquierda en forma de otra uve cruza por debajo de la otra a manera de un enganche, y desde este doblamiento de rodillas la pierna derecha se descuelga del lecho mostrando unos pies delgados, y con delicadeza un cuatro se desprende de la figura adolescente que permanece inmóvil esperando quizá a uno de sus amantes para orgasmar.


5

Desde este sesgo el bebé pollo ladeará su cabecita amarillenta en expectativa de un llamado absurdo, buscando a través de la invisibilidad más allá del marco el cantar de los gallos de peleas encerrados en sus rejones o el creo de las mamás gallinas escarbando la tierra. Esta actitud de alardear los sacrificios de los gusanos y su propia muerte futura como alimentación de la humanidad. Es cruel observar al bebé pollo en este jardín edénico casi extinguiéndose al instante de capturar la imagen, pero esto no es lo dulce y nostálgico del tema sino de la posición en fila india que mantienen los otros animales junto al indefenso pollito. La inmovilidad de ellos subsiste en un estado permanente de amistad, digo, eso es lo que vemos a simple vista en la postal. Un bebé gato exclusivamente está al lado del amarillo pollito, que mira indiferente también hacia donde mira el ave. El animal felino es de la estirpe nacida en Egipto, de un gris plateado con sus patitas blancas, un tanto separadas, como si un nerviosismo o un susto lo mantuviera en alerta para salir corriendo y salvar el mito de sus siete vidas. El lindo gatito aplasta las hojas verdes del paraíso, y a su diestra un bebé perro lame su lomo con tristeza y dulzura. La marca del cachorro o la cachorra es indefinida por patentar en su fisonomía semblantes de bulldog, de chihuahua, de pequinés, de lobo, de viratanque, de pastor, de chau-chau, de labrador, de… y afortunadamente sentado nace cerca de su barriga una margarita, la imagen es la ternura de la amistad pese a sus diferencias. Asimismo, pero al lado del bebé pollo, hay una rata agachada, deseando no ser vista por los entrometidos que se asoman a tomar una foto de algo tan innatural. Alrededor de todos estos animales bebés una gran serpiente negra se eleva, de la especie, por su intención, de las constrictoras y los miras desde arriba con su lengua viperina oliendo o gustando el ambiente, descifrando lo térmico de los cuerpos o puede ser que su propósito sea custodiar el orden de los bebés o ver la docilidad de la inocencia en un paraíso pisoteado por la humanidad.


6

Como lo blanco enaltece el fondo para formular la navidad en los trazos de un árbol, un navío en una mar blanca, un cielo blanco en la noche, estrellas azules, la luna con lo símil de un ojillo intangible a manera de pac man deforme, un sol negro y puntiagudo al sometimiento de una plataforma marrón, una casa sin la pared frontal acaparando dentro astros negros, azules, amarillos… un humano o la figurita de una casi imagen de una persona extendiendo sus brazos dándome la bienvenida a un universo totalmente incongruente, o indicando la naturaleza muerta de los trazos inocentes. La navidad posee manzanas adánicas y el grosor del tronco descansa en una te (T) invertida. El navío despliega sus velas doradas en un viento blanco, su travesía nos conduce a atracar en un muelle desconocido y desierto, sólo adornado de alabastros verdeamarillos en el mismo cielo blanco en noche. Las velas rozan el prado frente a la casa fusionado al cielo, la simiente de la edificación permanece ajustada a la tierra blanca o al cielo de blanco, está en levedad, es una especie de casa voladora, una nave interestelar o un ovnis que nos llevará a otros espacios. Una de las estrellas existe empalmada al techo de la casa por un cordón umbilical, los alabastros cantando emigran a una región remota del blanco cielo, mutan en golondrinas y otras avecillas en un eterno vuelo. Volvamos a los trazos, porque a pesar de su utilidad ellos trastornan las rectas y este descuido malintencionado es la apreciación de la belleza de la pintura, no los elementos o símbolos que en conjunto forman la obra bajo una noche blanca.

miércoles, 7 de julio de 2010

Poetas de las miserias (entrega #12)

Abnegaciones

1

Ahora me viene la oscura sensación de la luz. He transcurrido las retinas para perder. Sí, perder todo hasta amar la imposibilidad de perderme para encontrar. Borrar la flor amarilla es sueño a medio reír en la vía o el boulevard de los pies atrapando el viento de las lágrimas y el grito (referencia unida a nuestra costumbre de emancipar el color ocre o verde del amor). Todo queda al borde abriéndosenos cualquier cosa, por ejemplo: óvulos y espermatozoides que pararon en toallas y pisos, en capsulas anticonceptivas y aguas. Porque empapar el cielo es digno de snobismo y perder acaso las flores nos anima volver a morir por la música y los clavos, o nos sacrifica vernos así un poco imbéciles para odiar esta distancia de sal y peces. No, los reumas se pagan con maúllos de gatos mudos y perros también mudos mordisqueándonos a gruñidos. Pero algo nos da la luminosidad de ser nosotros ante la desgracia de emigrar a otros seudosueños de amantes. Los sueños son sueños.


2

Las mediciones, fórmulas y números son tercos y, esa terquedad inmarcesible posee invisibilidad, completan el ciclo del ya para qué culpabilidad y no se cumple amar por amar. A término la razón impone causismo y efectismo. Es tarde para darme un respiro ante el fracaso de mirarme en el espejo de mi cuarto. Mi imagen me contempla, es otro rímel en tu rostro de porcelana china y árabe. Musgos danzarines bajo el velo tibio. Vi ese filme y la proyección de geisha hará el estrago necesario en sinónimos, en el economismo de mirar las siluetas desdobladas de las cifras tatuadas en nuestros corazones. Uno cuando pertenece se tiende en una esquina a ver pasar para recuperarse del cataclismo o las puñaladas por engaño. No quise apostar ni siquiera la sensatez de susurrar a los duendes y al diablo la efusión. Hoy parece mentira pero la objetividad me hace oscurecer ante la relatividad del espejo y el cine.


3

Los libros nos abren otras ventanas para mirarnos. Ensayo la brevedad apacible de no morir a los cuarentas. Un autorretrato proporciona la rigidez de mi cara o la petrificación de mi risa. Vuelvo a notar una pequeña mano seca palpando mi abdomen y mi bajo vientre hasta el desbarate de la caricatura. Una avalancha de nombres sustituyéndome por franco al decir foto pena tentación minimalismo sombras pie puentes abracadabra sin sus comas y los dos puntos. A ella le sobra la tentación de reír por quienes amamos la infranqueable apropiación de quitarnos las máscaras. Ayer creí entender el brote de las caracolas en circunstancias apremiantes. Son tan idénticas a la réplica de su voz en mis oídos. Dentro de unos días nos reuniremos a crear reptiles con alas, ángeles en proceso de hibridación: invertebradas imágenes de nuestros hijos e hijas llamándonos a encontrar el desencuentro de siempre.


4

z

Como la ciudad nos ausenta de por sí, mido cada huida a las alcantarillas o las catacumbas de las huellas. Este criterio se fundamenta en la extraña resolución de las babosas y su lentitud.

y

Las mediciones exactas son hartas de dudas y contorsiones del vuelo de un ave. El artista retiene en la memoria ausente y debe perderse en el rastro al sobrellevar las posaderas en las ramas de cadáveres en vida. Este medio lo mantiene por lo polisémico o por las traducciones del español al francés. Cada ausencia cuenta y este maleable discernimiento yace en la serpiente.

x

Como Rimbaud o los liliputienses, talló en la palabra la obsesión de los redobles y el grito. De grietas podemos hablar de ausencia y de contragolpes bajos. Digo, por el puro estremecimiento de poeta. Cuando la imperfección nos acorrala temblamos así, no en zigzag, sino temblor de fiebre. Las referencias no vienen a formar obligatoriedad de ningún modo en un idilio, están ahí para revitalizar el humor negro. Esta fórmula establece la disparidad entre Marguerite, Gina y la explicación de la derrota.

w

Si nos hallamos frente a frente podemos conversar por horas, así de simple, en un restaurante de moda. Pedimos crepé y cervezas. A fin de cuenta la irritabilidad en las palabras nos frecuenta anómalos y no tratamos de llorar si el odio nos consume. Este raro sentimentalismo proviene de los conceptos utilizados en aquellas conversaciones de taumaturgos. Por eso aprecio en sobremanera y esta discreción se basa en el valor de los xenofóbicos en los campos modernos de concentración.


5

Llevamos cientos de espasmos metidos en los sesos, evitando las inclusiones y las exclusiones. Dentro del espacio rima el ritmo de los comics para adultos y las ONG. La niebla escasa del valle acrecienta el desnudismo de Azul: perra y gato a través de nuestra única conciencia de amar sin importarnos los tranvías y la lectura de un poema bajo la lluvia de abril o septiembre. París a esta hora nos esperaría insubstancial y adiestrada en el terrorismo de los apóstoles con sus dedos de Rasputín y la barba de Marx. Por cierto, las luces doparían cada premio o accésit (mención) dejado en las migajas del desayuno. Si vuelvo el rostro al Tíbet desde la escala posaría en Play Boy o mejor pretendería ser la estrella porno de los singaderos públicos. Maldigo todo el tiempo a mi perdición, a mi voluntad sin arrepentimiento. Es la verdad, la transparencia de ocultar la incomodidad de no tener a Gina junto a mí.


6

En las ventanas de los basureros existe el gusano, pero este gusano no es una babosa dejando babas por dondequiera, sino alguien que deja vernos los males desgraciados. Cuando uno se encuentra en una calle con un conocido a veces nos habla de la malignidad, de lo injusto que serán las personas que agarran un texto de arte y lo introducen en un texto llamado antología. La queja llega por no incluir al personaje poeta en esa edición de mala calidad. Me he referido al mismo en varios documentos, es decir, que no importa que lo excluyan, le dije. Si la marginalidad nos tienta en un llamado no hay que despreciarla, al contrario, si somos los no elegidos deberíamos de estar alegre por el solo hecho de que no nos eligieran.

En otra vida alterna no importa que pongan por mera casualidad a figurear los testamentos de alguien en la publicidad de los medios masivos, que por adular un encuentro ya poseen la maravillosa ofrenda de los males del tiempo y el decoro, qué importa. Lo importante es que somos nosotros y no los otros esclavos del sistema. La marginalidad nos hace ser hombres libres de obrar con lo poco que nos dieron. Miremos la ventana que con sus goznes nos muestra la otra ventana puerta para redimirnos en el arte, en el verdadero arte de la palabra y ese gusano babosa con sus babas dejadas en su trayectoria nos lleva a quebrantar los males, a romper esa envidia que vi en el poeta cuando me lo topé ese domingo en una calle; no deberíamos temer eso, no debemos aterrorizarnos porque a alguien le den promoción. Creo que esas promociones vienen por los cumplidos: si tú a mí me comentas, yo te pongo como link pa’que la gente que llegue de vista vea el nombre y pueda linkearte. Aquí entre líneas podemos descifrar que hay algo más en esa relación de tecnócratas. Eso no nos hace más seres humanos, no. Cada acaso es dueño de su santo y su devoción. Aun puedo respirar con mis dolores, con mi libertad inventada por los contritos, con mis creencias y mis deudas, puedo a fin de todo mandar a la mierda a los panfletos y a los artículos, a la mierda y más que eso.