martes, 14 de octubre de 2008

Poemas de Acantilado de las flores

Bailaré un vals

Mi diario está deshecho
Bebimos y salimos en la oscuridad
hasta perdernos en placer
—Quise amarlo con fugaz
esperanza de no tenerlo—
Las bachatas caían como olas
se levantaba el merengue
como una avecilla semimuerta
el bolero entonces pobló
los rincones y florecíamos
Hablamos de cosas y pude
asimilar mi voz de niño
—Pretendía no joder—
De súbito las voces eran una
y aferrada a uno de sus brazos
corrimos brutalmente
Él no está y vivimos
aquella pasión abandonados.

Lorraine Will lesbiando con su adolescente preferida

Me descalzo
y la muerte traga mis pies
debería ser el helado pelo
pero no, por los pies
Inmensa me desnudo
y mi cuerpo seco todo se desmiembra
mis brazos, mi corazón
mis senos, mi lengua
La amarga sangre de la dicha
una cruz, un cansancio
pidiendo auxilio
que le dejen ser y no la jodan
permanentemente
Desinmensa me visto de piedras
y de las asfixiantes rosas gimiendo
Calzo mis huellas desandadas
y ahora vuelo en su cuerpo.

La amante

Lo dejan a la puerta y toca
No ha recuperado la conciencia
y la excitación es dueña de su mover torpe
Relleno de líquido no desea nada
solo morder, mosdisquear aquellos senos
Abre la amante que se ha estado preguntando
si la vida vale menos de centavo
para soportar a éste come mierda
a si sería preferible acostarse con la amiga
que le ha propuesto amarla infinidad de veces
Borra los días y la mañana
que tendrá trabajo y dar de comer
Vomita, maldice, llama a Dios
al Diablo, llama y el grito traspasa el viento
cae, se levanta en busca de los dientes
ve que todo da vueltas y vueltas
La amante prepara ropas íntimas
coloca pétalo a pétalo las caricias
en el vientre de la luz
Se aman desentendidas de los golpes
pujos y salivas agridulces
Amarse nueva vez a dentelladas
meterse un dedo y complacer los arrebatos
largarse y no volver el rostro
para regresar a beber las sobras
del hombre que ha estado gimiendo.

A las siete exactamente

Aquí se adornan los pájaros
y se posan a picotear el cielo
—Cosas de travestidos—
Aquí frente a mí ellas están
besándose a chorros inclementes
como flores lésbicas mordiéndose
los coños y las hojas
Detrás de mi existen los mantras
y los mitómanos escurriéndose
en la lluvia de enero
y otros días idénticos
escuchando asimétricos la levedad de la música
y comiendo tostadas gringas
Aquí flotan los maricas
a las siete exactamente en una noche tibia
—tibios chasquidos fríos—
en éste o aquel sonrojado muchacho
Aquí los sueños son pétalos
de mujeres machos a las triste siete
de una noche desdoblada en mis manos
Aquí son ellas tan ocultamente
en el celaje de éstas mis alas.

La noche que jamás existió

La calle San Luis no existe:
no existen las tiendas ni sus maniquíes
los autos han dejado de florecer
en los parques y las aceras
Intento otra vez caminar
por esta sonrisa aérea:
no existen las gentes a ritmo de restaurantes
y cafetines, se pierden en las lámparas
Voy andando en la inexistencia
de esta hermosa historia
no existen las palabras ni la luz
y las huellas dejan de existir traviesas en el aire
en este irse desvaneciendo
en la existencia escurrida en carteles
en un río arañando los cristales
La calle San Luis no existe:
estos huesos, mis ojos
los sueños tampoco existen
ni la lluvia ni el invierno
no existe la verdad ni la muerte
sólo existe un fruto gestándose
en los edificios y los semáforos
y las lesbianas y los maricones
reunidos en Mac Donald´s sonríen
Tampoco el cielo existe en aves
no existe esta voz de relámpago
jamás la libertad ni el miedo
ni esta mano escribiendo Light
en la School Center de Whitman
ni el canto ni la música han existido
sólo existe un algo de no sé qué
yéndose a dar abrazos prematuros
en esta noche que nunca existió.

sábado, 4 de octubre de 2008

Poemas de mi libro Habitantes Invertidos

Desesperación

No importa si mis manos buscan la desesperada agonía de tus caderas rotas en la iluminación de la noche. clamo la venida de tus jugos femeniles en el orificio de mi rosa. anochezco en la precipitación virgen del clítoris endurecido a lamidas
perezco de fruta prohibida en la sangre por la creciente menstruación anclada en las sábanas y todas las aves trinan azules de horizonte en mi vulva infante. las arenas de la playa inunda mi rostro —perdida en el oasis— y bajan por el río los flujos retazos de mi cuerpo en deleite del ardor carnal
aprendo a más vivir no importa si mi existencia madura como los dátiles si llego a tu alcoba para amarte


Eva enamorada a los 14 años

El día era caluroso y oscuro cuando la vi hablar con un caracol y en la noche fría y perpetua no dejé de soñar con las pupilas azules. desde entonces corren por mis venas hormigas carnívoras
una tarde recolectando dátiles vino a mí para tenderse en mi cuerpo, nos amamos severamente
y nuestros sexos corrieron en las hierbas



Mar de huesos

Al tirarme de espaldas en las aguas siempre observa mi boca abrirse muerta. pausado extiende sus brazos como si esperara de pronto agarrarme con las manos aterrorizadas y se cierran al contacto de la fina transparencia —el breve objeto condensado baja inmensamente con los pájaros, sube aguzado viendo el bisbiseo del absurdo— el punto se oscurece y aclara en la extinción de la continuidad. él se ahoga en un mar de huesos de su propia ciudad




Incesto



—Hay vino bebamos hasta pedir la última copa sabemos de él desnudo y bello acostémonos a su regazo —Qué hacen hijas mías habrán dulces oscuros en sus bocas —Padre nuestro limpia tus muslos que la vida derramas [Odio las criaturas ay! frustración del mal buen deseo en música placer insospechado del espíritu] —Hermana nuestro árbol está agotado juntemos nuestra lenguas y emigremos a la desgracia



Sonrisa de agua


Aun existe la loca rondando desnuda. muy abiertos sus ojos lúdicos, el sexo estropeado por las luces clandestinas. ríe de agua en los capullos, le queda poco tiempo para irse a pescar
estrellas en la brevedad de la lluvia o junto a la humana ciudad —palmotea a ciegas el muro escribiendo caricias, de repente sonríe largamente al comprender que no envejece que el reloj de su pecho poco importa sostenerlo en los dedos sino a la niña juguetona que va muriendo en la risa



Restaurante de la San Luis, mesa 31


Sentarme aquí y pedir un café y pensarme mientras los visitantes toman fotos cuando paso a preguntar a un muchacho afeminado sobre el subir por las escaleras de una muchacha de pelo revoltoso y del placer estético que corta las pupilas de cada uno de ellos —creo ver mi figura dilatarse en el cristal, el humo del cigarrillo envuelve mis dedos que se escurren en los toques de las narices. poseo un temor no defraudado en los seres que confían en las obras de arte expuestas meticulosamente en las salas. ahora en los pasillos existen los residuos de las palabras pero tengo pese a esta vorágine mental un profundo temor enorme por no defraudar a mis amantes en este cuarto devorador de imágenes




La vasija de la ciudad


La suerte está echada en las calles: los hombres y mujeres ya no son —cojo una vasija y orino en sus bordes, fumo un habano a la brisa. todo se desmiembra en el fondo y las mariposas beben de mi cuerpo.
cuervos con sus gritos humanos tajan las venas de un cielo plomo, la multitud se vierte en la vasija. sigo orinando las migajas y los espumarajos en regocijo se destruyen construyendo vulvas y penes fornicando. los culos se contraen de ancianidad, la suerte está echada en las calles mientras fumo y las mariposas beben de mi cuerpo



El problema no está en la escritura


El problema no se reduce a la escritura del fuego cayendo en las callejuelas. moja a los depravados hombres de este bello flujo invertido, raras veces entran a escoger de los estantes
la sonrisa polvada de la sombra. desastrosamente tiernos cogen las férreas carnes
tiradas en la cuneta del parque y mañana el azufre dará los saltos a quemarropa en todos mis amantes involuntarios. el problema no es en la escritura de este ardor sacudiéndome en las aguas